Si no lo hubiera visto y oído, estoy segura de que me hubiera costado mucho trabajo creer que la noticia del pasado lunes 21 de diciembre fue a la supuesta pérdida de la corona de Miss Universo por cuenta de un fraude, según lo que creen muchos.
Admito que me es difícil entender cómo miles y miles de personas se indignan tanto por este hecho, pero no dicen absolutamente nada por las innumerables tragedias de toda índole que registran a diario las noticias de nuestro país. En medio del maremágnum que causó el desafortunado error, me preguntaba si podía haber algo peor que la desbordada y desproporcionada reacción de los colombianos. Y sí, hubo algo peor: los medios masivos de desinformación que le siguieron el juego e incluso alimentaron la estupidez colectiva.
¿En serio piensan que hubo un fraude? ¿De verdad creen que un concurso como este, que para bien o para mal goza de una larga trayectoria y reconocimiento, se permitiría cambiar un resultado después de anunciado, poniendo en juego su reputación? ¿No será que estamos hilando delgadito? En cambio, me extraña que los seguidores de estos homenajes a la vanidad y la superficialidad no sepan que la calificación de un concurso de estos obedece a la subjetividad de un jurado.
Aquí no hubo ningún fraude, ni mucho menos un 'perverso' complot contra Colombia entera. Sencillamente el jurado y los organizadores del concurso querían que ganara la concursante de Filipinas, no la de Colombia. Punto. Que el torpe presentador Steve Harvey cometió un error garrafal, eso es indiscutible. Pero punto de nuevo. Y eso no justifica que la turba enardecida en lugar de manifestar con altura y dignidad su malestar, saque a relucir lo peor de los colombianos, y el racismo soterrado que nos caracteriza se convierta en odio racial descarado: hasta la muerte le desearon a Harvey.
Sí, seguramente la hermosísima Ariadna Gutiérrez pasó un muy mal rato por su culpa, y lo lamento mucho. Pero en un mundo donde la apariencia está por encima de otros aspectos más importantes del ser humano, lo que le sobrará a la bella Ariadna a lo largo de su vida serán oportunidades, quizás mucho mejores que esta. Y este horroroso desplante, esa terrible humillación serán compensados con creces. Y no vayan a pensar que estoy hablando de las desinteresadas pero inocuas manifestaciones de solidaridad de sus compatriotas. Estoy hablando de compensaciones más jugosas, pues se ven venir una cascada de millonarios contratos de publicidad y de toda clase, además de la popularidad imparable que hasta la propia Miss Universo envidiará.
Aún así, los colombianos somos tan folclóricos y nos gusta tanto la anestesia que proporcionan estos temas banales, que hasta le dimos 'papaya' al imbécil de Donald Trump para sumar al agravio involuntario los insultos deliberados. Como muchos ignoran que Trump ya no es el dueño del concurso, no faltaron los indignados que la cogieron contra el singular personaje. Y este a su vez no dudó en burlarse de nosotros, asegurando que cuando Paulina Vega ganó el concurso el año pasado, la celebración en Colombia duró una semana.
Y es que Trump sabe que un país que le de tanta importancia a un concurso de belleza ni siquiera hay que tomarlo en serio. ¡Qué tristeza y dolor siento por mi patria querida!
Al final del día me preguntaba por qué tanto derroche de malestar e indignación, qué fue lo que realmente perdió Colombia. Porque la damnificada Ariadna seguramente será quien mayor provecho le saque al episodio. ¿Acaso se murieron más niños de La Guajira o nos quitaron el tesoro del Galeón San José o más millas de mar territorial? ¿Acaso no logramos firmar la paz? ¿Acaso se incrementaron los índices de violencia o de desigual o de pobreza en nuestro país?
Con todo respeto, a los fanáticos de los reinados les digo: ¡Por favor, supérenlo, hay temas más importantes en qué pensar!
