Camina el debate para dar curso, en la reingeniería administrativa y territorial de Cali, a la Ley 1617 del 2013 que regula la organización de los distritos especiales, pues la Ley 1933 del 2018 ordena transformar a la capital del Valle del Cauca en un distrito especial, deportivo, cultural, turístico, empresarial y de servicios.
Como lo anotamos en anterior escrito es necesaria la más amplia participación ciudadana en este proceso que debe priorizar criterios técnicos en el reordenamiento administrativo que, por lo demás, exige resolver el tema de la metropolización y la creciente conurbación de Cali.
Respecto de los criterios puramente técnicos se ha planteado la necesidad de construir cuatro o cinco grandes localidades con sus alcaldes y recursos presupuestales, perfilando las nuevas localidades a partir de su homogeneidad relativa desde el punto de vista geográfico, económico, social y cultural. Lo anterior según la sugerencia de Barney Caldas, quien como buen conocedor agrega que lo que sí tiene de especial Cali son sus diversos climas y diferentes paisajes, los que son fundamentales al pensar en dividir la ciudad en localidades, pues definen formas de vida y comportamientos que se reflejan en tradiciones, y por tanto una calidad de vida que hay que medir con realidades culturales y no solo con datos socioeconómicos.
Obvio en el nuevo modelo administrativo se deben tomar previsiones para impedir la segregación social y económica e igualmente corregir los aberrantes procesos de gentrificacion urbana que afectan a los sectores sociales más débiles y excluidos del progreso.
Cali es una ciudad muy particular y compleja por la manifiesta hibridación racial que le caracteriza y por la notable articulación de dicha urbe con el mundo de la cuenca del pacifico que se debe fortalecer con la nueva realidad de su transformación de cara al siglo XXI.
