A propósito del Quilichao Ciudad Libro, donde varios escritores se encontrarán para hablar de escritura y cotidianidad, este texto:
Cada cual habla de la fiesta según como le fue en ella, dice un refrán.
Así, como cada persona tiene huella digital exclusiva, igual sucede con sus experiencias y visión del mundo forjadas desde que estuvo en el vientre materno navegando en el líquido amniótico y reaccionando a caricias, voces de su madre, a la música, al canto de los pájaros o ruidos y palabras agresivas.
Nacimos llorando después de la nalgada para demostrar que estábamos vivos.
Empezamos a balbucear palabras, a recordar “flashes” de la temprana niñez; escuchamos los primeros cuentos de duendes, fantasmas y patasolas. Fuimos a la escuela, aprendimos a leer.
Buscando locutores y cantantes dentro de los tubos incandescentes de los grandes y viejos equipos, nos atrajo la radio, con sus noticias, músicas, partidos de futbol, vueltas a Colombia, y en mi caso, radionovelas de aventuras, cuando la borrosa televisión en blanco y negro era lujo de ricos.
Leí los primeros periódicos y cuentos del libro de lecturas de la escuela, de historia sagrada y revistas de cómics que en el parque de Santander de Quilichao alquilaba don Antonio Jiménez.
Fui al colorido deslumbramiento del cine y escogí las historias que me agradaban; y así: como pegando ladrillos, mentalmente armé la exclusiva película de mi vida, conviviendo con los compañeros en medio de juegos e historias sobre sus vivencias en el hogar, la calle, los misterios del sexo y primeros amores platónicos y reales, los campeonatos de fútbol y equipos de preferencia, los comentarios sobre política y la violencia que nos acompañó desde que nacimos, (soy de 1955, a Gaitán lo asesinaron el 8 de abril del 48) ).
Reafirmamos el sentido de pertenencia y el ‘parlache’ (como dicen los muchachos de hoy)en las galladas que frecuentamos en el colegio, en las canchas de fútbol, en esquinas y parques donde nos reuníamos para compartir, escuchar canciones, planear juegos y pilatunas (algunas rayando en delincuencia infantil y juvenil).
En medio de toses en el patio de la casa o la penumbra del viejo teatro fumamos los primeros cigarrillos; cuando nos salieron barros y espinillas, algunos nos pegamos las primeras borracheras y asistimos a bailes de quince y en las casetas y grilles donde rumbaban los aires de la costa y las Antillas.
Probamos la marihuana, los hongos alucinógenos. Fuimos donde las putas y recibimos el bautizo de fuego quemante en la uretra congestionada de las primeras gonorreas e infecciones de piojos “ñatos”, picando en el bosque púbico… todo buscando hacerse machos adultos, imitando a los mayores y queriendo superarlos “por estar atrasados y fuera de moda”.
Negar, que somos productos de la cotidianidad, es como negar la madre o la paja en la adolescencia, cuando explota el magma de la sexualidad calentado por hormonas en efervescencia.
La poesía, y en especial la narrativa, sea basada en hechos reales con enfoque artístico literario(crónica) o ficticio (cuentos, novelas), bebe a cantaros de la cotidianidad tamizada por el filtro de nuestra visión particular influenciada por lo somos y pensamos en ese momento, nuestros prejuicios, nuestras lecturas, películas que vimos, canciones que nos marcaron, lo que sabemos del tema e investigamos después de visitar lugares, hablar y compartir con la gente, más los datos que consultemos en tiempos de la biblioteca virtual y multimedia fundamentales para sustentar y difundir nuestras creaciones.
Y justamente sobre ello se conversará en Quilichao Ciudad Libro.
Kafka, dominado por su padre y cotidiana rutina de oficinista soportando jefes autoritarios, de pronto, se soñó convertido en Gregorio Samsa, un insecto al que su familia sólo apreciaba por el sueldo aportado para sostenerlos en años de guerra mundial, y, al despertarse, agobiado por el pesado cascarón de la depresión que le impedía levantarse de la cama, escribió La Metamorfosis como catarsis y excusa para seguir vivo.
Cronistas como Gabo, Germán Castro Caycedo, Germán Santamaría, Alfredo Molano, Alberto Salcedo, José Navia, Iván Gallo, entre otros, nos han hecho amena la lectura de los más regocijantes y deprimentes episodios de la vida de nuestro país, sin olvidar, lo que el nobel colombiano hizo desde la ficción con los recuerdos de su niñez y juventud compartidas con su abuelo el coronel, sus padres, vecinos de Aracataca y de pueblos y ciudades donde residieron.
Dos mujeres premios Nobel construyen su obra teniendo como base historias de sus vecinos contadas artísticamente: la bielorusa Svetlana Alexiévich con testimonios de sobrevivientes de Chernobil, y de familiares de soldados que regresaban en ataúdes de la guerra de Afganistán que derrumbó a la URSS; y la francesa Annie Ernaux, ganadora este 2022, con novelas cortas basadas en su vida de hija de los propietarios de un pequeño café en Normandía, trabajando para que estudiara y ascendiera en la pirámide social superando abortos, miserias y pequeñas alegrías que son la cotidianidad narrada sin tapujos.
En fin, la monotonía diaria nos acompaña hasta cuando cansa, explota, y, en el caso de los artistas, sirve de inspiración para armar sus obras.
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