La contradicción del discurso

La contradicción del discurso

Hablan de igualdad, pero, como los cerdos de “Rebelión en la Granja” de George Orwell, “algunos animales son más iguales que otros”

Por: Juan Carlos Camacho Castellanos
noviembre 25, 2022
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La contradicción del discurso

Viajan en aeronaves que consumen cantidades ingentes de combustible, disfrutan de los lujos derivados del privilegio grosero del poder que implican desplazarse en vehículos que no son para nada ecológicos, consumen groseramente productos de marca que están bastante lejos de su discurso anticapitalista, le dicen al ciudadano de bajos recursos que los impuestos nunca los afectaran desconociendo arteramente la más simple lógica empresarial y económica.

Son mentirosos y uno no sabe si esa mentira es por ingenua ignorancia o por astuta perversidad.

Hablan de igualdad, pero, como los cerdos de “Rebelión en la Granja” de George Orwell, “algunos animales son más iguales que otros”. Cuando están en campaña sus rostros de lechón amigable expresan toda la bonhomía posible, en el poder engordan y sus grotescas caras, mofletudas y con triple papada, siguen predicando mentiras, ofreciendo paraísos inciertos y culpando de su propia ineptitud a cualquier sistema o persona que se oponga a sus delirantes teorías sociales y económicas.

Escuchar a Petro en Egipto hablando de cambio climático y del perverso capitalismo sin exponer, además, que él tiene su cuota de responsabilidad por los altos costos que implicaron el traslado de su “excelencia” a ese país del continente africano; y, además, no creo que él y su comitiva se hayan alojado en modestas habitaciones de hoteles de una estrella y hayan despachado sus almuerzos, desayunos y cenas donde come el egipcio de condición humilde.

Y no faltará el “petriste” que chillará y replicará con insultos a esta reflexión argumentando “es que la majestad del cargo implica ciertos privilegios y honores”; la verdad, estimado fanático del progresismo, aun no has entendido nada, realmente te comes el discurso, pero tu cerebro sigue opacado por las tinieblas del discurso marxista, de las consignas facilonas del che Guevara y por la iconografía asfixiante de los capitostes de la progresía latinoamericana como Chávez, Fidel, Allende (ya extintos) o Lula, Maduro, Pedro Castillo, Ortega y tu reverenciado Petro que se erigen (con pies de barro) como los salvadores del mundo y reyes del universo.

Ese discurso de la izquierda (en todos sus sabores y variedades) sigue calando en las enfebrecidas cabecitas de mucho adolescente (y algunos no tanto) que se rehúsan a entender que ese sistema tiene fallas inmensas, agujeros de lógica y el gran problema de reñir con la naturaleza humana pues pretenden crear, por la fuerza, un supuesto hombre nuevo que no tendrá ni pizca de egoísmo o ambición, dedicado en cuerpo y alma al beneficio de sus camaradas; como ya lo intentó Pol Pot en Camboya con su consecuente genocidio o ya lo logró con adoctrinamiento y terror, el heredero despiadado del régimen de Corea del Norte, el idolatrado Kim Jong-un.

El sistema económico capitalista dista mucho de ser perfecto, el socialismo desde su capitalismo de Estado, siempre se vende, al contrario del libre mercado, como la perfección, el sumum de la felicidad humana, tanto así, que se parece a las portadas de los panfletos que reparten algunas religiones donde todos viviremos en el edén y lloverá maná del cielo que saldrá de las manos benefactoras del Estado. Ese discurso “esperanzador” lo compran sin pensar aquellos que no entienden que la vida no es aquel paraíso del que fuimos expulsados por el creador, sino el mundo que resume la sentencia de “ganaras el pan con el sudor de tu frente”, es decir, del trabajo duro, de la búsqueda del desarrollo individual y del esfuerzo sostenido para poder disfrutar de pequeños e invaluables momentos de felicidad.

 

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