Fueron varios los autores que intentaron construir sus teorías sobre el discurso social a partir del contexto en el que vivían. Por ejemplo, los autores de la recordada Escuela de Frankfurt, Max Horkheimer, Theodor Adorno, entre otros, abordaron la teoría crítica como una forma de analizar los comportamientos de la sociedad alemana en la época de 1930, que para ese entonces se recuperaba de una guerra y de un ahogo económico impuesto por los países occidentales que se hicieron con la victoria en el primer conflicto bélico a nivel mundial. Afectados por las pérdidas humanas y materiales, hambrunas y un Marco que se devaluaba todos los días, el panorama cada día se ponía más oscuro.
Cuando todo estaba perdido, un joven artista frustrado llamado Adolf Hitler construyó un discurso basado en el odio y la segregación mientras se inmiscuía en los asuntos del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP por sus siglas en alemán). Unos años después, esa prolijidad para persuadir a las personas, llevó a la humanidad a la Segunda Guerra Mundial. Más de 20 millones de víctimas y un pueblo judío destruido por el odio de un hombre, incentivaron a muchos sociólogos, psicólogos, semiólogos, entre otros intelectuales a analizar de qué forma la construcción de estos códigos sociales influían en la personas. No significa que antes no se abordara este tema —de hecho, este y otros estudios no habrían sido posibles sin personajes de la talla de Friedrich Nietzsche—, pero, sin lugar a duda, los dos conflictos mundiales, la Guerra Fría y otra serie de acontecimientos, generaron que los teóricos de la época se pusieran manos a la obra y explicaran de manera concisa lo que estábamos viviendo como sociedad.
La década de los 30 fue clave para el nacimiento y estructuración de las diferentes teorías que permitieron entender los modelos sociales de cada época. En Chicago, Frankfurt, Palo Alto, se reunían expertos en los temas de comunicación y construcción social con el objetivo de identificar cuáles eran las problemáticas que se vivían en los lugares donde vivían y de qué forma impactaban en los individuos. En este aspecto es indispensable destacar un tema en particular, y, que de alguna forma, puede dilucidar el contenido de este artículo.
La cultura de masas
La cultura de masas fue uno de los estudios más completos que trabajaron los teóricos de Frankfurt. Horkheimer y Adorno fueron los bastiones de esta teoría que aún es difícil de explicar. La palabra cultura tiene un significado para cada persona. Dar una definición correcta de la misma puede ser arriesgado, sin embargo, los dos autores nombrados anteriormente construyeron su trabajo con base a ella. Indicaron que la cultura de masas es un conjunto de objetos, bienes o servicios culturales producidos por la Industria Cultural que van dirigidos a diferentes grupos.
Por supuesto, eso no responde casi nada, tal y como le pasó al semiólogo italiano Umberto Eco con su recordada frase "la cultura de masas es la anticultura" que hace parte de su obra Apocalípticos e integrados de 1964. A lo mejor este artículo puede confundir,y, a lo mejor aburrir, pero era necesario explicar este tema para llegar al clímax del mismo. Para no ir más lejos, la crítica a las industrias culturales de la época significaba para Adorno un deterioro de los elementos tradicionales de lo que para él era 'arte', es decir, el auge del cine y la propaganda, los músicos emergentes, los nuevos escritores, etc, que, de alguna forma acabaron 'sepultando' a importantes personajes de la talla de Mozart, Beethoven o Bach. Esa 'afrenta' a lo tradicional estaba llevando —según él—, a un consumismo exacerbado.
Tal vez no estaba tan equivocado pese a que suene paranoico, porque a eso es a lo que apostaron y a la postre consolidaron las grandes compañías como Sony, Fox, Warner, por citar algunas. Dichas empresas lograron sus fortunas y se expandieron por todos los países gracias al impulso que les dieron a varios artistas que se convirtieron en las marcas que ahora vemos a diario. Sí, son marcas que invitan a las personas a verse y sentirse como ellos. Se puede decir que se han deshumanizado y que pasaron a ser un producto más que todos ansían ser pero jamás lo serán. Este punto da paso a la parte central de este artículo.
La era digital desde hace algunos años tomó el control de las personas y los llevó al límite. Ahora se puede ser alguien importante dependiendo de cuántos likes o seguidores tiene en una de las tantas redes sociales que usa. Ya no se compra un producto sin antes saber si es utilizado por algún youtuber o una estrella de Instagram. De cierta forma, la sociedad ahora rige sus conductas acorde con lo que ve en un post, creyendo que todo lo que ve es real y que así como se debe hacer. Hasta ahí todo normal, ahora bien, hay un factor clave, los problemas psicológicos por los que atraviesan cada vez más jóvenes. Ansiedad y depresión son los más comunes entre los usuarios de estas redes sociales quienes se sienten culpables por no obtener la cantidad de "me gusta" posible.
Retomar la definición de discurso social en esta parte del texto parece un reto —lo es—, sin embargo, en esta época está claro que la cultura de masas ha llevado a las personas a construir imaginarios sociales basados en modelos irreales que establecen las grandes industrias del consumo. Siempre ha sido así, claramente, pero ahora se apoyan en la digitalización para que a cada instante las personas estén pensando exclusivamente en comprar y comprar. Nadie está diciendo que hay que adoptar un modelo comunista para ser felices, no, ni más faltaba, lo que se debe hacer es una regulación de lo que diario se publica en los diferentes sitios web y entender que los influenciadores, por ejemplo, a los que muchos niños y adolescentes llaman 'héroes' son simplemente marcas en las que las las industrias invierten para obtener ingresos.