La Constitución y las Farc...
Opinión

La Constitución y las Farc...

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abril 21, 2014
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En época de Pascua, luego de una nueva Semana Santa en familia, llena de espacios de reflexión espiritual y democrática, vale la pena ponernos a tono con los acontecimientos que más ocupan la agenda nacional: arranca en firme la campaña por ocupar el solio de Bolívar, y se nos atraviesa el mundial de fútbol, antes de la posesión del nuevo Congreso de la República; esta semana continúan los diálogos entre el Gobierno y las Farc en La Habana y hay asomos sobre un nuevo para agrario, del cual  se espera que el  gobierno salga bien librado.

La delegación de las Farc una vez concluido el ciclo 23 de diálogos, volvió a mostrar su reiterada intención de promover una asamblea nacional constituyente.

Hace 20 años y un par de meses, se instaló la Asamblea Nacional Constituyente que construyó la actual Constitución Política de la República; contar con una Constitución legítima es un valor supremo de nuestra democracia y las instituciones hacen esfuerzos para preservar la vigencia efectiva de una Carta joven que es seria y en la cual se incluyeron mecanismos necesarios para adelantar las reformas que el país necesita y las que podrían resultar de los acuerdos con las Farc.

En Cuba a las Farc les queda algo de tiempo para leer y por eso les recomiendo que revisen la reciente edición The Economist donde expertos señalan que el promedio de vida de una constitución latinoamericana es de 16,5 años, mientras en Europa occidental es de 77 años.

Son comprensibles las dinámicas de nuestros países, sus trastornos políticos, sus virajes; sus transiciones democráticas que han justificado nuevas reformas y cambios estructurarles. Por ejemplo, México la cambió para poner fin a la prohibición de la inversión extranjera en su industria petrolera y de gas; pero generalmente las constituciones han sido cambiadas por tentaciones y apetitos políticos oportunistas.

República Dominicana la ha cambiado 38 veces, y sus reformas muchas veces han versado aspectos secundarios de la vida de su República; Ecuador ha tenido 20 versiones y Venezuela 26; Michelle Bachelet al asumir su segundo mandato, ha prometido una nueva y Dilma Rousseff, ya promueve en Brasil la idea de una asamblea constituyente para sofocar la ola de protestas. “En promedio en la región, desde 1978 se promulgaron casi una nueva Constitución por país”.

Daniel Ortega tentado por su tercer mandato la acaba de reformar, lo mismo hizo Chávez en 2009; Rafael Correa quien tiene previsto dejar su cargo en 2017, a pesar de sus grandes talentos, ya piensa sobre los límites de los mandatos que otorga la constitución del 2008.

En Colombia, irónicamente las Farc se salieron del proceso de paz cuando se convocó la Constituyente de 1990; y aunque el M-19 fue centro de gravedad en la elaboración de nuestra actual Constitución, las Farc se opusieron totalmente; ahora dicen que una nueva asamblea constituyente lo resuelve todo y eso no es tan cierto.

En este punto las Farc se parecen  a los políticos oportunistas y a los redactores de nuevas Cartas Magnas, que tienden a fijar la naturaleza de sus Estados en el límite de lo absurdo. “La Constitución de Venezuela exige una industria nacional de producción de insumos para el cuidado de la salud; en Bolivia hay promesas dentro de la Constitución para proteger la coca; Brasil exige un salario más alto para el trabajo del turno de noche que para el trabajo durante el día”.

En Colombia, cambiar la Constitución no es la salida. Las reformas se pueden hacer con otros mecanismos. Cuando más a menudo se cambian las reglas, menos personas las toman en serio y Colombia tiene suficientes leyes. Si se le quiere meter pueblo a la Constitución, el mismo pueblo, víctima del conflicto con las Farc y con otros actores ilegales, está cansado de tantas leyes; las víctimas piden que las que existen se cumplan.

Las Farc deben tener muy presente que ellas no representan el pueblo que ellos dicen representar; hay que derribar esa idea de que cualquier cambio importante y en este caso la refrendación de lo que se acuerde en La Habana requiere de una nueva Constitución. Nuestros problemas no provienen de una mala constitución y una asamblea constituyente no es un mecanismo exclusivo para refrendar acuerdos de paz. La asamblea constituyente es un cuerpo colegiado que representa al pueblo y que tiene la misión de cambiar radicalmente la Constitución.

Las Farc, van a tener la oportunidad en una fase de transición para la construcción de paz en Colombia, de dejar sus armas y transformarse en un movimiento político que persiga sus objetivos pero a través de las urnas y no de las armas.

Jugar con la Constitución, o ponerla como excusa para lograr trasformaciones, involucra en un juego peligroso a cualquier democracia.

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