Hasta el 4 de junio de 2018 Aída Merlano era una desconocida para su hija Karolyne Manzaneda. Desde que tenía 8 años había visto a su mamá ser arrastrada por el torbellino de la política. Si había un concierto, un bazar o un sancocho en la Chinita, uno de los barrios más populares de Barranquilla, sabía que Aída estaba en ese lugar haciendo política. Por eso nunca le gustó el ambiente que se respiraba en su casa, la adrenalina constante de tener que conquistar votos a cualquier precio y en cualquier lugar. Nunca visitó la Casa Blanca, aquel centro de operaciones desde donde Merlano y sus socios construyeron una estructura electoral tan sofisticada que la convirtieron en una de las congresistas más votadas de la Costa Atlántica en las pasadas elecciones legislativas de 2018. Karolyne mantuvo tanta distancia del trabajo de su mamá que ni siquiera le gustaba pedirle plata, por eso montó un pequeño negocio de artesanías con sus amigos, lo que le daba suficiente para divertirse y cubrir gastos de la universidad.
Pero cuando la vio en televisión, humillada, disminuida, señalada por las cámaras de los noticieros por ser la cabeza de un fraude en Barranquilla, se conmovió. La depresión consumió a Karolyne de tal manera que tuvo que suspender el cuarto semestre de psicología que hacía en la Universidad Autónoma del Caribe, carrera que había escogido después de haber abandonado Derecho, la profesión con la que soñaba su mamá. Tácitamente Aída Merlano quería que su hija la acompañara en sus derroteros políticos, pero Karolyne era una rebelde y siempre hizo lo que quiso.
Cuando trasladaron a Aída Merlano a Bogotá. su hija viajaba cada fin de semana. Con paciencia hacía la fila en el Buen Pastor y pasaba horas enteras esperando poder verla. La descubrió entre las rejas, también deprimida a tal punto que intentó suicidarse en su celda. Sin saberlo, Karolyne se estaba convirtiendo en el bastión de su mamá para seguir viviendo y fue tal la empatía que decidió cambiarse el nombre y llamarse como ella: Aída Victoria Merlano Manzaneda, la guerrera que cuidó sola a sus dos hijos, la mujer que, después de estar presa, decía estar arrepentida de haber pactado con la élite barranquillera su carrera política.
En mayo de 2019 Karolyne —o Aída, como ahora se llama— se mudó a Bogotá. La acompañó tres veces al Centro Médico de La Sabana, donde el odontólogo Javier Guillermo Cely le hacía su diseño de sonrisa. La última cita fue el 1 de octubre. Ese día Aída Merlano hija le compró hamburguesas a todo el mundo, a los porteros, a los recepcionistas, al odontólogo. No le pareció raro que su mamá se cambiara de ropa, siempre hacía lo mismo cuando iba a esa consulta. Lo que sí le sorprendió fue que su mamá estuviera decidida a lanzarse desde 10 metros de altura. Cuando se enteró de que se iba a escapar, según ella intentó disuadirla. Su mamá no realizaba ningún tipo de ejercicio físico, no tenía la fibra para soportar la caída. Pero con la decisión que se lanzó a la política, se tiró al vacío. Desde entonces no la ha vuelto a ver.
Hoy Aída Merlano tiene miedo. Cuando la policía la capturó en Barranquilla, creía que la iban a matar. Varios hombres armados y vestidos de civil rodearon su carro cuando iba llegando a la casa, le apuntaron con las armas y se la llevaron para el aeropuerto. Aída Merlano hija está convencida de que la élite barranquillera quiere matar a su mamá. En las entrevistas que le hicieron en la mañana del 16 de octubre en la W Radio y Blu se notó con la voz firme, tranquila, como cuando recién la liberaron y decidió irse a pasar su estrés al Centro Comercial Andino. Allí hizo lo que más le gusta: compras.
