Con el dólar cotizando de nuevo en máximos históricos, es imposible no acordarse de un célebre personaje. Célebre, o hay que decirlo, por su inmensa capacidad para equivocarse en sus opiniones o “proyecciones”, como le gusta llamarlas. Debo aclarar que no soy economista. Soy estudiante de doctorado en Prehistoria. Sin embargo existe una razón importante por la que me atrevo a argumentar lo que sigue:
Los mercados financieros, así como el clima, los atascos de tráfico o las trayectorias de la historia humana comparten una característica común: son sistemas complejos. Como tales pueden ser estudiados con las mismas herramientas; modelos basados en agentes, matemáticas fractales, ciencia de redes entre otras, que en conjunto se conocen como ciencias de la complejidad.
Los sistemas complejos comparten características comunes: una alta dependencia a las condiciones iniciales, lo que implica que dos fenómenos similares con apenas una ligera variación en su punto de inicio pueden seguir trayectorias dramáticamente diferentes
La emergencia de patrones complejos a partir de la interacción local de los agentes del sistema lo que hace que “el todo sea mayor a la suma de sus partes”. Y sobre todo, la más importante, que después de ciertos umbrales, el comportamiento de los sistemas sea simplemente impredecible; no se puede predecir el clima que hará un día determinado del próximo año, ni se pudo predecir el surgimiento de la actual pandemia, y, por supuesto, no se puede predecir con certeza el precio de un producto financiero. Menos cuando nos enfrentamos a escenarios altamente improbables y expuestos a fenómenos del tipo cisne negro como la economía global, o el clima (ahora que hemos alcanzado umbrales de no retorno).
Esta característica fundamental de los sistemas complejos es la que usan especuladores como Alberto Bernal para jugar sobreseguro con sus pomposamente llamadas “proyecciones”. Cuando aciertan es debido a su conocimiento, y cuando se equivocan es debido a circunstancias externas. Para la muestra un botón: como se equivocó con su opinión sobre el precio del dólar con la presidencia de Duque, ahora lo explica aludiendo al desempeño de ciertos derivados financieros y a los aranceles impuestos a China por el mundo desarrollado. De repente -como lo fue siempre- nada tenía que ver la elección del subpresidente con el desempeño de la macroeconomía global.
Los sesgos y falacias en las que incurren fanfarrones como estos, que además cobran por ello, están lúcidamente expuestas en el libro de Nassim Nicholas Taleb sobre el impacto de lo altamente improbable y los fenómenos de tipo cisne negro, en el cual expone de forma genial el peligro que representan estos orates cuando son tomados con demasiada seriedad, tienen micrófonos abiertos y sus opiniones son tomadas como conocimientos expertos.
Una última característica de los sistemas complejos es el llamado efecto mariposa, que dice que cuando una mariposa bate sus alas en algún lugar puede provocar, por la interconexión compleja de causalidades, un huracán al otro lado del mundo. Si la tesis de nuestro especulador es que la elección de un presidentico en una pseudodemocracia bananera es capaz de determinar el comportamiento de un activo tan importante como el dólar dentro de la economía mundial, estamos frente a un genio de proporciones universales que no hemos sabido ver. Sin embargo, hasta ahora, cada que hace un análisis parece tener una precisión asombrosa para equivocarse. Lo mismo pasó cuando analizó el “modelo sueco” de la pandemia.
Las opiniones de Alberto Bernal son abiertamente tendenciosas y por lo mismo faltas de rigor. Como buen capitalista que soy, me gusta especular en la bolsa, y he desarrollado un pequeño indicador basado en las opiniones de nuestro famoso especulador, cada vez que lanza una “proyección” apuesto en el sentido contrario. Nada mal hasta el momento.