Como cualquier politiquero, el exrector de la Universidad de los Andes, luego de la invitación que le hiciera el jefe del partido Liberal, Cesar Gaviria, a presentarse como candidato de la bandera roja, sostuvo siempre que no sería aspirante por los compromisos adquiridos con la institución educativa.
Con habilidad se regodeaba ante la súplica de varios dirigentes nacionales a enrolar las filas de sus agrupaciones; con su postizo aire de académico ha procurado engañar a todo el país y de hecho algo ha logrado incluso en las filas de sectores que se reclaman alternativos, que no comprenden la gravedad para la nación de la aplicación de las teorías neoliberales y del libre comercio de las cuales el exrector es uno de sus más connotados defensores y ejecutores. Hasta Petro sucumbió al embrujo y lo invitó a instalarse en el Pacto Histórico.
La opereta tenía como propósito generar expectativa para presentarlo como el heroico hombre que venció al cáncer y ahora se ofrece como el salvador de la nación, un país arruinado por la terrible política económica que nos ha gobernado en las últimas tres décadas, que ha multiplicado por siete la deuda externa y ha entregado a menos precio bienes públicos y privados a la voracidad del capital extranjero con lo que el aparato productivo ya no registra importantes inversionistas nativos, casi todo está en manos de fondos de inversión foráneos. Todos los brazos y la inteligencia de los colombianos volcados en función de pagar la deuda y proveer generosas utilidades a los inversionistas en dólares, que no tienen que pagar impuestos ni siquiera para exportar sus ganancias.
Así con el disfraz de profesor ecuánime, a su paso por el BID, Fedesarrollo, Planeación Nacional, la decanatura de la facultad de economía de la Universidad de los Andes y el ministerio de salud, dejó en claro que lo suyo son las doctrinas que se desprendieron del Consenso de Washington, el mercado es el gran regulador de la sociedad, así se lleve de calle a las personas de a pie.
Alejandro Gaviria es un Duque remozado, de mejor perfil, que presenta un programa de 60 puntos en los que tiene el cuidado de no mencionar los elementos nodales de la política económica de los últimos treinta años; al igual que el actual presidente dispone de eslogan que en las vallas publicitarias sonaran atractivas y que tienen un significado distinto al que pretenden mostrar: tales como “no habrá más impuestos” pero para las multinacionales; “reforma al sistema de salud”, para aumentar las utilidades de las EPS y las aseguradoras; “Economía de mercado libre y abierta”, es decir más importaciones especialmente de alimentos para quebrar a los productores nacionales.
El personaje que se muestra como un intelectual inofensivo es miembro de la panda de los Andes, de la escuela de Rudolf Hommes, Mauricio Cárdenas, Alberto Carrasquilla y una pléyade de tecnócratas que han instrumentalizado en el aciago periodo que va desde la constitución del 91 hasta ahora, las políticas que nos tienen importando productos que necesitamos, que producíamos y podemos producir con el falaz argumento de la comida barata, que pagamos con sangre y dólar a $4000.
El padrinazgo del jefe del partido Liberal, de Juan Manuel Santos y de la gran prensa tras de la cual se encuentra los Santodomingo y Luis Carlos Sarmiento Angulo, no permiten ninguna duda sobre que el origen de esta candidatura, es más de lo mismo.
En la ampulosa misiva que dirige a la comunidad uniandina para despedirse, apela a su paso por la Academia para presentarse como un hombre extraño a la política y un impoluto hombre de ciencia. “He entendido el legado de los fundadores de nuestra Universidad como una invitación a aprovechar lo mejor de la ciencia y la cultura, lo mejor del conocimiento humano, para transformar la sociedad”.
Hasta hoy su legado se ha alineado con los pocos que más tienen afectando la vida de los excluidos de siempre, así ha aprovechado su sapiencia, es la transformación a la que se refiere.
Confiemos en que las vicisitudes que vivimos la inmensa mayoría permitan no tragar entero e impida que nos metan gato por liebre.