Los dueños del país, el establecimiento, nunca habían sido tan selectivos en el odio hacia un líder de izquierda, como con Petro. Desde el momento mismo de su posesión como Alcalde de Bogotá movilizaron todo el andamiaje a su alcance para sabotear su gestión administrativa y política. De una manera sistemática y perversa, alinearon todos los medios de comunicación, CARACOL, RCN, EL TIEMPO, LA W, EL ESPECTADOR, todos los noticieros de radio y televisión, SEMANA, Yamid Amat, Darío Arizmendi, Julio Sánchez Cristo, como los grandes formadores de opinión, estuvieron listos para arrojar metralla día y noche en busca de la deslegitimación de Petro.
Y a fe que lo lograron. Las peores fotos de Petro aparecían en primera página. Los críticos de Petro recobraron una renovada importancia. Las previsiones catastróficas y apocalípticas de su errática gestión fueron inundando los medios de comunicación. El lector desprevenido, el consumidor pasivo de noticias y noticieros empezó a ver a Petro como un mal Alcalde, sin cumplir el primer año de gobierno. Las encuestas que empezaron a funcionar desde su posesión mostraban ya una imagen desfavorable mayoritaria.
Mientras tanto Petro, para enfrentar esa avalancha mediática que lo aplastaba sin misericordia, no encontró otro camino que aferrarse a los sectores populares como destinatarios de su acción administrativa, enfrentar uno a uno los adversarios, enemigos y amigos que lo atacaban y hacer del Twitter su caja de resonancia con los logros de su gobierno. Aprendió rápido el poder de las redes sociales y atrincherado en su cuenta empezó a mandar trinos, convirtiendo ese pequeño instrumento en un potente medio de comunicación: ha emitido más de 75.000 trinos en menos de dos años.
Haber tocado los poderosos intereses de los contratistas de aseo parece ser la gota que rebasó la copa de indignación. Desprivatizar el servicio de aseo, como inscribió en su Programa de Gobierno, motivó una reacción desproporcionada de los contratistas quienes, según declaración de Emilio Tapia, se confabularon en un complot para tumbarlo, dejando basuras sin recoger, movilizando la opinión pública en contra y alistando el fuego cruzado de la Procuraduría y de la Registraduría para consumar su inminente caída por la vía de la destitución o de la revocatoria del mandato. En el fondo, se evidenciaba el poder del Establecimiento derrotado en las urnas, que se movía como una conspiración política que algunos atribuyen al uribismo.
El proceso de validación de la revocatoria fue algo tan sucio como se manejan los asuntos políticos en el poder: casi la mitad de las firmas, 357.000, fueron anuladas por el tribunal de Cundinamarca, en una ratificación de que lo que ellos no corrompen loa tuercen, y lo que no tuercen lo dañan. Como sucia y grosera y vergonzosa resultó la actuación del Procurador, quien en tiempo récord, y en una clara extralimitación de funciones (Prevaricato por Acción, lo llama el Código Penal), lo destituyó y decretó la muerte política, sin tener facultades ni competencia para ello, por haber dejado un poco de basuras en la calle.
Tan frágil resultó el acto de poder de Ordóñez, que sin salir del embrollo, Petro, rodeado y aclamado por su pueblo, ha sido notificado que ya le viene un proceso revocatorio de mandato. No es un asunto de casualidad. No. Es el poder del establecimiento que sin ningún tapujo le dice a Petro: NO. No pasará. Ni por las leyes, ni por la Constitución, ni por la democracia, permiten ellos una visión de país distinta. Tienen que ser ellos, y solo ellos. Y nadie más que ellos. Una propuesta política respaldada por el pueblo que le ha dicho No a la corrupción, No al clientelismo político, Sí a la participación ciudadana, Sí al medio ambiente, Sí a la paz, Sí a la democracia participativa, como la de Petro, es una amenaza para los poderosos.
Sin descomponer la voz ni argumentar razones, como un gladiador en la arena, como un líder que se asoma al balcón del pueblo y de la historia Petro les contestó de inmediato, simplemente: “vamos a las urnas”.
Hagan sus apuestas, señores…