Victoria Sandino Palmera quien de niña confundió a la guerrilla con la policía cuando la vio por primera vez, es hoy una de las mujeres que más lejos ha llegado en la guerrilla y forma parte de la delegación de las FARC-EP en la Mesas de los Diálogos de La Habana.
Ese recuerdo lo evoca de cuando tenía ocho años y fue a visitar a sus abuelos en una zona rural del departamento de Córdoba donde nació, en Tierraltra, y observó que pasaban hombres y mujeres vestidos de verde y con morrales muy grandes en sus espalda. Al verles, asombrada, le preguntó a su abuela que si aquellos eran policías, ella entre confusa y sorprendida le respondió “si mija, son la policía del monte”.
Así me lo cuenta esta comandante guerrillera de cuyos ojos brotan lágrimas, rememorando su niñez y las vicisitudes que ella y su familia vivieron en su tierra natal en la Córdoba rural abandonada y pobre. Costeña de pura cepa, de nombre Judith Simanca Herrera sostiene posiciones firmes e insiste en su lucha por “un país donde todos los niños tengan escuela y se erradique el analfabetismo; que todas las familias accedan a la salud sin costo alguno, un derecho de cada colombiano y que debe asumir el Estado; empleo y salarios dignos. En fin, afirma, “una verdadera democracia, donde todos podamos vivir con libertades plenas y seguros, donde se respeten las ideas y la integridad física y se den garantías plenas a todos los ciudadanos”.
Forma de alguna forma parte de la nueva generación de las Farc que se vinculó a las filas guerrilleras hace trece años cuando habían fracasado los diálogos de paz con Andrés Pastrana y arreciaba la persecución del ejército que llegó al culmen con la política de Seguridad democrática de Álvaro Uribe. “Solo hasta los doce años, comprendió que vivía en un país en guerra. Cuando cursaba sus estudios de bachillerato, inició su militancia, en la Juventud Comunista”.
“He vivido los seguimientos y persecución de la fuerza pública y paramilitar en carne propia; no solo contra mi sino contra mi familia; mis padres fueron desplazados de cuatro lugares distintos. La primera vez, atacados con ametrallamientos y desembarco de la fuerza del ejército que los obligó a ellos y mis hermanos menores a salir en huida escasamente con lo que tenían puesto. Dos meses después, quisieron volver y encontraron su parcela posesionada por las personas que los paramilitares de Fidel y Carlos Castaño habían ubicado, tanto en la finca de sus padres como en las de muchos campesinos en toda esa zona de Tierralta, Córdoba”.
Explicó que “con sus compañeros, en temporada de vacaciones, viajaban a las comunidades campesinas a labores de alfabetización, contribución en la organización de juntas comunales, comités de trabajo, cívicas, femeninas, juveniles, deportivas y culturales entre muchas actividades”.
“Fue la estigmatización y persecución la que la llevó a ingresar a las filas de las FARC-EP, al comprender que las vías de la lucha política se habían cerrado. No había de otroa”.
El 16 de agosto de 2014, al escuchar al primer grupo de víctimas en la Audiencia de La Habana, dice que “no pudo evitar que su pecho se apretara y que sus ojos se humedecieran ante el relato del hijo del líder de la Unión Patriótica, José Antequera, asesinado en el aeropuerto El Dorado”. Fue una experiencia impactante para ella como fue para todo el equipo negociador de las Farc: “aquellas narraciones trajeron a su memoria el terror y la estigmatización vivida por ella misma en los años 80 y que les costó la vida a muchos de sus compañeros y compañeras de militancia, dirigentes populares, sindicalistas de base y muchos hombres y mujeres inocentes de pueblo, o pequeños finqueros cuyas tierras eran apetecidas por grandes latifundistas y se negaban a venderlas”.
Los relatos de las víctimas, explicó, no sólo “la conmovieron a ella, sino a todos los integrantes de la Mesa de las FARC-EP, y reconoce, es el reflejo de la solidaridad, en el dolor que la gran mayoría de colombianos y colombianas llevan en sus corazones; son las perdidas, aniquilamientos, persecuciones, asesinatos, desplazamientos, padecidos en ese país por más de 60 años de guerra, en un conflicto interno social y armado que según, afirma, ha producido más de 7 millones de víctimas. Las víctimas conminaron a las partes a no levantarse de La Mesa hasta no alcanzar un acuerdo definitivo que ponga fin a la guerra.
También lo fue, según ella, “la instalación de la Comisión Histórica del conflicto y sus víctimas, porque es la posibilidad real de que por primera vez en la historia de Colombia se explique lo sucedido, se le dé un porque, para comprender el contexto, el objetivo, los responsables de lo que pasó, es decir, acceder a la verdad, que será un paso importante para comenzar a resarcir a las víctimas”.
Por último explicó, que “ella fue conocida en Colombia por la propaganda que hacia el ejército de ella y que ponía alto precio a su cabeza, al lado de otros comandantes de la región central del país, donde trabajó directamente con el comandante Alfonso Cano, en actividades relacionadas con la prensa.”. Desde hace dos años y medio se ha visto en el Palacio de las Convenciones de La Habana, formando parte de la delegación de las FARC-EP y participando en los diálogos de paz con el Gobierno. Es la voz femenina que más se oye en la delegación.
(*) Politólogo, periodista y analista internacional cubano.