La tensión entre tía y sobrina, ambas socias de El Colombiano llegó al culmen con la decisión de la actual directora Martha Ortiz de vetar a la veterana periodista y exdirectora durante 20 años del matutino antioqueño. La columna que no le gustó a Ortiz, cuestionaba decisiones de la dirección frente al equipo editorial del periódico y muy específicamente se quejaba del despido de dos periodistas de su entraña y con trayectoria en el periódico: el foto-reportero Henry Agudelo (carta de renuncia) y la editora internacional Diana Carolina Jiménez, a quien se le acusó de plagio.
Martha Ortiz, heredera de las acciones de su madre María Teresa Gómez, regresó a vivir a Colombia en el 2011, después de haberse divorciado en Estados Unidos. Como su profesión no era de periodista sino de diseñadora gráfica, se decidió encomendarle el rediseño del periódico que pasaría a formato tabloide. Esa fue su entrada al negocio familiar dirigido en ese momento por su tía Ana Mercedes. Una vez relanzado el tabloide, Ana Mercedes anunció su retiró de la dirección el 6 de febrero del 2012 con ocasión de los 100 años de El Colombiano, pero con la aspiración de poder permanecer como asesora. La junta directiva en junio de ese año formalizó el nombramiento de Martha Ortiz como su sucesora. Desde el primer día, la nueva directora dio señales de llegar con ímpetu de cambio. La permanencia de su tía no estaba entre sus planes. Es más, quería mantener distancia y marcar diferencia con la línea editorial comprometida a fondo con Álvaro Uribe. .
A la hora de conformar las listas para el senado el expresidente reconoció la incondicionalidad de Ana Mercedes durante los ochos años de su gobierno y no dudó en darle el cuarto renglón de la lista y convertirla en congresista, aunque no dudó más de un año con la curul. Libre de compromiso político retomó la columna como espacio de opinión, sin ocultar las diferencias con el rumbo que su sobrina le ha dado al periódico. La tensión llegó a un voltaje tan alto que la directora no dudó en censurarla con lo cual la apartó definitivamente del periódico, decisión que a decir de la columna ya estaba en los planes de Ana Mercedes. Esta fue su despedida:
Desde el asfalto
La gota que rebosó mi copa
Ana Mercedes Gómez Martínez
Una vida sin sueños no es vida. Siempre lo he dicho: Los sueños, más que los pensamientos, son el motor de realidades nuevas. Ahora me ha llegado el momento de hacer realidad muchos que había aplazado: escribir sobre la Ética periodística, crónicas de tantas cosas que me ha tocado vivir en tantos años de existencia que el Señor me ha regalado. Muchas de ellas, duras, muy duras. Otras muchas, amables, muy amables. Todas: inolvidables. Cómo no recordar el caminar con unos papás que dejaron en mí una huella imborrable. Él, con su serenidad imperturbable, su responsabilidad social, su amor por la docencia, el periodismo y la política limpia y austera, la tolerancia con las ideas distintas y distantes. Recuerdo que decía siempre, pero con mucho énfasis en la época llamada La Violencia, cuando yo era una niñita que ni siquiera había empezado kínder: “Matarse por política es un absurdo”. Ella, con su alegría de todas las horas, su humor, su don de gentes. Ambos, con su espiritualidad, su respeto mutuo, la vida austera, la solidaridad, la vocación de servicio, la sencillez, el consejo oportuno y desinteresado y el trato amable con todos: encumbrados personajes o los seres del asfalto. Con una generosidad que les llevaba a compartir lo que eran, sabían y tenían con quien necesitara su dulce compañía, sus conocimientos o su apoyo económico. Y todo en silencio para que, como dice el Evangelio: “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha”.
De ellos y de los Calixtos, esos amigos de siempre que tanto me ayudaron: El Padre Gustavo Vélez Vásquez y Beatriz Restrepo de Echavarría, aprendí que todos nos equivocamos y que lo importante es aprender del error para no volverlo a cometer. También, que a quienes uno dirige y se equivocan, se les hace ver su yerro en privado y se les da la oportunidad de enmendarlo. Que si vuelven a fallar se les aplica una sanción proporcional a la falta. Y que si hay que prescindir de alguien, se hace en silencio para no destrozar ni su vida personal ni profesional.
Como no estoy de acuerdo con el modo como han sacado a tantas personas maravillosas del diario que dirigí por más de veinte años, José Samuel Arango y Luis Fernando Ospina, entre ellos, prefiero salir yo también a hacer realidad mis sueños. Quizá vuelva, si llega el momento propicio. El tiempo lo dirá.
La gota que rebosó mi copa fue el escándalo que hicieron con el error único cometido por la excelente periodista Diana Carolina Jiménez y el mensaje de despedida del que considero el mejor fotógrafo de Colombia, Henry Agudelo, ganador del World Press Photo, el Nobel de los reporteros gráficos y muchos otros premios internacionales y nacionales. Llevaba 17 años en El Colombiano, después de haberse formado en El Mundo y El Tiempo.
El error de Diana Carolina fue sobredimensionado, es decir, le dieron una dimensión que no merecía. Ella lo reconoció y, ante el escándalo público que le montaron, renunció. Pero como si fuera poco, fue objeto de un editorial y dos comentarios del Defensor del Lector, publicados en tres domingos consecutivos. Yo contraté a Diana Carolina, después le hice el seguimiento al postgrado que cursó en Ciencia Política en EAFIT, bajo la dirección del doctor Juan David Escobar Valencia.
Fue, entonces, cuando surgió una vacante y la promoví al cargo de Editora Internacional. Con sus conocimientos y dominio del inglés, supo usar las nuevas tecnologías comunicacionales para hacer entrevistas con personas en cualquier lugar del mundo, convertido en “la aldea global”, como lo predijo Marshall McLuhan. Mencionaré unas pocas, advirtiendo que muchas de ellas son las únicas que ha hecho un diario colombiano: Ban Ki Moon, Secretario General de la ONU; Park Geun-hye, Presidenta de Corea del Sur; Albie Sachs, líder contra el apartheid en Suráfrica, Magistrada de la Corte Constitucional en el gobierno de Mandela y símbolo de la paz y reconciliación mundiales; Yara Khalil, quien escapó de la muerte por parte del Estado Islámico y está refugiada en Turquía; Aldo Cívico, de la Universidad de Rutgers, Estados Unidos, experto en resolución de conflictos; Alejandro Merkt, soldado hitleriano que hoy vive en Envigado; y muchos más. Estados Unidos la invitó a conocer de cerca sus instituciones; son pocos los invitados.