La Colombia arruinada que rescataremos del estropicio

La Colombia arruinada que rescataremos del estropicio

Algunas observaciones sobre los temas que conforman el programa de gobierno de la Colombia Humana

Por: Tiberio Gutiérrez Echeverri
noviembre 17, 2020
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
La Colombia arruinada que rescataremos del estropicio
Foto: Leonel Cordero

Con motivo del artículo Una Colombia arruinada que no puede perder la esperanza (Cuarto de Hora, 18-10-2020), es pertinente hacer algunas observaciones sobre los temas principales que conforman el programa de gobierno de la Colombia Humana, que serán los aportes para la construcción colectiva de una hoja de ruta democrática hacia la campaña electoral del 2022.

Además de considerar cómo se manejaron las campañas electorales por parte de la ultraderecha colombiana y cuáles fueron los significados y las consecuencias del voto ciudadano para las presidenciales en el 2018, ahora en medio de la crisis económica y social del modelo de acumulación neoliberal —agravada por la pandemia con las consecuencias de desempleo, recesión, informalidad, pobreza, desigualdad, e inseguridad de amplios sectores vulnerables, excluidos y marginados de la economía, de la política y de la cultura, carentes de las condiciones básicas indispensables para poder vivir con dignidad— viene la pregunta de cómo irán a ser los resultados en las elecciones del 2022.

Además de la visión panorámica de lo que va corrido del año, el articulo también plantea los elementos para la construcción de un programa de gobierno democrático que le permita a Colombia superar la crisis del proyecto neoliberal agravado por el gobierno de Duque-Uribe, al punto que, según datos del Dane sobre los principales indicadores económicos y sociales del país en el 2019 ―precisamente el primer año de gobierno de Duque-Uribe― la clase media regresó a la pobreza, y los sectores pobres de la población bajaron a la indigencia, constituyéndose en una verdadera tragedia nacional como nunca antes se había presentado en la historia reciente del país.

La situación de deterioro económico, social, ambiental y sanitario en ciudades como Bogotá, Cúcuta, Santa Marta, Cali, Barranquilla, Cartagena y Medellín, donde un sector de la ciudadanía hizo uso del voto presidencial sin tener claro el programa que le estaba anunciando el continuismo, el clientelismo, la coacción económica, la compra de votos, los contratos, las promesas de empleo, becas; propaganda de televisión, radio, gran prensa, redes sociales, y demás elementos mentirosos que maneja la clase dominante para conservar los privilegios de la “democracia” colombiana, como el “castrochavismo”, “la impunidad de la JEP para los senadores y representantes de las Farc,” el terror y el miedo contra las capas medias del país frente a “la incertidumbre que traerían los sectores alternativos en el poder.”

En este trance jugaron su papel disuasivo los llamados personeros del “centro político” que ahora vuelven a aparecer como los árbitros salvadores de la “polarización entre la extrema izquierda y la extrema derecha”, ocultando el objetivo de contener por todos los medios el ascenso al poder de los sectores alternativos, como ya ocurrió en las elecciones del 2018.

Los datos del Dane sobre los indicadores económicos del 2019, primer año de gobierno de Duque-Uribe antes de la pandemia, revelan los resultados catastróficos de su gestión: 662.000 personas de la clase media pasan a ser pobres, y 729.000 pasan de la pobreza a la indigencia; en el campo la pobreza pasó del 16% en el 2018 a 19% en el 2019; la mitad de los jóvenes son pobres, y el 78% de las familias con dos o tres hijos ingresan a la pobreza; el 80% del total de la población del país disminuyó sus ingresos; Colombia, el tercer país más desigual del mundo aumentó las injusticias en el 2019.

Si la economía creció el 3.3% en el 2019, ¿por qué aumentó el nivel de pobreza? Sencillo: creció el sector financiero=8,2%; administración pública y defensa=4.2%; comercio minorista=5.9%. Es decir, los dueños de los bancos, del comercio, de las tierras, de los contratos con la administración pública y con las fuerzas armadas fueron los afortunados de la pandemia, mientras la micro, pequeña y mediana empresa, que genera el 90% del empleo nacional, llevaron del bulto con el desempleo, la informalidad, la pobreza, la miseria y la incertidumbre.

¿Qué fue lo que pasó? Se estará preguntando mucha gente de los diez millones que votaron por la “seguridad democrática”, con el apoyo del “centro político” que llamó a votar en blanco como la forma más elegante y diplomática de elegir el proyecto de la ultraderecha fascista, empujados por la propaganda mentirosa de que las Farc se iban a tomar el poder si no votaban por el candidato del presidente eterno.

Pero a pesar de las consecuencias que dejó el guayabo de semejante embriaguez apenas ahora están saliendo de la pandemia las derivaciones positivas del desastre: en Bolivia gana la presidencia Evo Morales con su candidato Luis Arce con un 55% en la primera vuelta presidencial, repudiando el golpe de estado de hace un año; en Chile ganan los que apoyaron una nueva constitución con la abrumadora mayoría de un 80% contra el 20% de los que defendieron la constitución del dictador Pinochet; en los EE. UU., gana Joe Biden con unos resultados indiscutibles que aún hoy en día algunos sectores republicanos se niegan a reconocer.

Todo indica que en las grandes capitales del Brasil los resultados de las elecciones locales del 15 de noviembre arrojan como perdedores a los candidatos del presidente Bolsonaro, de tal manera que estaremos pendientes de las elecciones de Venezuela el próximo seis de diciembre y de las de Ecuador del 7 de febrero del 2021, para poder tener un mapa más completo de las tendencias progresistas que se empiezan a mover de nuevo en América Latina, junto con los desarrollos políticos del Perú que ha tenido tres presidentes en una semana, elementos que seguramente van a incidir en las elecciones presidenciales de Colombia en el 2022.

Es en este nuevo ambiente político internacional y regional donde adquiere vigor no solo la propuesta programática de la Colombia Humana, sino también la Plataforma de Emergencia de la Unión Patriótica, del Pliego Petitorio de la Minga Indígena, del “Memorial de Agravios” del Comando Nacional de Paro, la Propuesta de Programa para el 23 Congreso del PCC; y los planteamientos programáticos de las demás fuerzas alternativas, políticas y sociales, que servirán como insumos para la construcción de una carta de navegación hacia un gobierno de convergencia nacional por la paz, la vida y la democracia.

Veamos lo que dice el senador Gustavo Petro:

“Cuando se proponen energías limpias basadas en el sol, cuando se propone hacer saltar el sistema de educación superior para cubrir la totalidad de la juventud, cuando se propone proteger la producción nacional de las importaciones poniendo una tasa por emisión de gases efecto invernadero, cuando se propone subsidiar con rentas mínimas laborales de la pequeña y mediana empresa, lo que se está proponiendo es la construcción de riqueza a partir del trabajo humano”.

“Por eso es tan importante mirar los programas. Cuando se propone que la emisión del Banco de la República vaya al Estado para pagar una renta mínima vital, se está enfrentando el empobrecimiento de los más débiles, cuando se propone que el Estado subsidie la nómina laboral de la pequeña y mediana empresa se construye una realidad social completamente diferente a la que produce Duque, cuando dijimos que había que privilegiar la producción, que es la industria y la agricultura y dejar de depender de la extracción de carbón y de petróleo, no nos equivocamos. El desplome del precio del petróleo y del carbón que es lo que está detrás del desastre social del año 2019 demostró la pertinencia del programa de Colombia Humana”.

Marx estudió que una sociedad poscapitalista solo surgiría de un capitalismo muy avanzado, y Colombia dista mucho de ser capitalista; las mismas cifras que mostramos aquí, muestran el raquitismo del capitalismo en Colombia, lo que tenemos es una economía de rentas, que es funcional al capitalismo mundial, porque le entrega petróleo, carbón y cocaína, pero en nuestro país no se desarrollan relaciones sociales de producción capitalistas.

En Colombia se encuentra más feudalismo que capitalismo. Encontramos relaciones de producción muy anquilosadas en la pequeña y mediana empresa, en algún sector rural con economía de plantación, como la caña de azúcar, el banano o la palma, algo en grandes cafetales y algo en el arroz y la papa y pare de contar. Hay algo muy pequeño de industria capitalista en las confecciones, los cueros, la agroindustria

No tenemos un sector capitalista de producción de medios de producción, es decir, no hacemos máquinas.

La explotación del trabajo ajeno y asalariado en la producción es muy pequeña en Colombia, y eso, precisamente, es lo que define la forma de producir capitalista. La mayoría de la población en Colombia no es ni siquiera asalariada y vive del rebusque y de la población asalariada que existe.

Cada vez son menos los que generan riqueza en sectores productivos. El trabajo asalariado queda en el Estado, en pequeñísimas empresas, en el comercio que captura rentas.

A la Colombia Humana le corresponde desarrollar el capitalismo a partir del apoya a la pequeña y mediana empresa urbana y rural, a la Colombia Humana le corresponde desarrollar una sociedad del conocimiento que es la única manera de tener un capitalismo avanzado, y a la Colombia Humana le corresponde impedir que ese capitalismo destruya la naturaleza y el ser humano, a partir de un nuevo trato verde que mitigue el cambio climático, que es producto del capitalismo, a la Colombia Humana le corresponde proyectar hacia el futuro formas cada vez más asociativas de producción basadas en el conocimiento y la libertad del trabajo.

Lo que proponemos es un proyecto que le conviene al campesinado, a los obreros, a las mujeres que son las que más se empobrecen, a los jóvenes, a los obreros industriales, a la pequeña y mediana empresa, al incipiente capitalismo de Colombia. Quién lo dijera en la prensa, pero la Colombia Humana le conviene al capitalismo nacional”.

Para corroborar sobre la caracterización del capitalismo deformado y contrahecho que han impuesto los organismos internacionales de crédito como el FMI, el BM, el BID y la Ocde, traemos los indicadores económicos y sociales del Dane sobre los resultados del año 2019, antes de la pandemia.

De acuerdo con este informe del Dane sobre pobreza monetaria presentado el 3 de octubre del 2020, correspondiente al 2019, 17.4 millones de personas eran pobres, según la metodología de la línea de pobreza.

Es decir, el 35.7% no tiene ingresos suficientes para comprar una canasta mínima de bienes alimentarios y no alimentarios. Adicionalmente 4.7 millones de colombianos son pobres extremos: el 9.6% de los colombianos no tiene ingresos suficientes para adquirir una canasta básica de alimentos. Aquí tenemos la radiografía de nuestro Estado social de derecho, la república participativa y pluralista, la constitución garantista de los derechos humanos.

Se considera que una familia de 4 personas que obtenga un ingreso inferior a $1.310.000 es pobre y si gana un peso por encima de esta línea deja de serlo. Un ingreso de $1.300.000 para una familia de 4 personas es fijar la calidad de vida en un nivel miserable.

Si fijamos la canasta básica en el doble, es decir en 2.600.000 $ mensuales, que todavía es precaria, la pobreza de los colombianos se incrementaría en cerca del 70% de la población.

La situación de la pobreza en las zonas rurales es mucho peor: el 32.3 % en las cabeceras rurales y el 47.5 % en centros poblados y rural disperso.

El Dane no solo presenta una información sobre la pobreza sino también sobre el ingreso que nos sirve para la ubicación socioeconómica y para estructura de clases en el país: con este criterio tendríamos 4 clases sociales:

Clase alta: 1.2 millones de personas, el 2.6 % del total de la población, los ricos capitalistas y sus servidores de alto nivel que concentran la propiedad, la riqueza y los ingresos.

La clase media: el 30.4 % de la población: trabajadores asalariados de ingresos medios y altos, o trabajadores por cuenta propia o pequeños empresarios. Están un poco por encima de los vulnerables y de los pobres, son beneficiarios del sistema, tienen mayores oportunidades de educación, conservadores en su mayoría, y favorables al actual régimen sociopolítico-

El resto es la clase baja: 67 % de la población, conformada por vulnerables: el 30 % y Pobres conformada por el 36% de la población. Los vulnerables están un poco por encima de los pobres, pero siempre en riesgo de caer en la pobreza (Semanario Voz Nº 3052-28-oct-3-nov).

De conformidad con las reflexiones y conclusiones de Luis Jorge Garay y Jorge Enrique Espitia Z (Revista Sur-octubre 19-2020) tenemos:

“En estas circunstancias resultaría claro que los programas gubernamentales de transferencias monetarias, Familias en Acción, Jóvenes en Acción, Adulto Mayor, Devolución del IVA, e Ingreso Solidario no solo resultan claramente insuficientes en términos de su monto porque equivaldría a menos de un 12 % de la línea de pobreza de un hogar con cuatro personas, sino que su cobertura neta en términos de hogares no habría cubierto en la práctica ni siquiera el equivalente a la totalidad de los hogares en pobreza, sin haber podido cubrir en la práctica a los hogares en vulnerabilidad.

Razones suficientes por las cuales habría de reformularse el monto y la cobertura de las transferencias monetarias gubernamentales para hogares o personas en pobreza y vulnerabilidad en el país, con el propósito de aliviar su situación crítica de ingresos y garantizar su derecho a un mínimo vital para una gran mayoría de la población colombiana, sin perder de vista la situación especial de colectivos como las mueres, los jóvenes menores de 25 años y trabajadores por cuenta propia.

Una medida de política social idónea para ese propósito sería la de implementar una renta básica de transición, sustituta o complementaria a los programas de transferencias existentes, que por razones operativas en la práctica a otorgar por hogar-preferiblemente a las mujeres tanto madres como responsables del hogar-por un monto mensual equivalente o cercano a la línea de pobreza monetaria y durante un período de tiempo determinado en correspondencia con la duración de la severidad de las diferentes etapas de la pandemia (ver: Una nota reflexiva sobre la situación social según ingresos en Colombia en 2019-2020 y ¿Dónde está la clase media de Colombia?).

Con estos datos sobre la estructura socioeconómica de las clases sociales en Colombia, podemos empezar a cuadrar el estudio de los temas fundamentales para la construcción colectiva del programa de gobierno de la convergencia democrática y pluralista para las elecciones del 2022, en próximos escritos alusivos a los elementos estructurales de un programa de convergencia para la salida democrática y popular a la crisis nacional.

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