Nací a finales de los años 80 en pleno corazón de la cordillera occidental, alejado de la contaminación citadina y arrullado por el trinar de los pájaros. Crecí entre el aroma de los cafetales florecidos del eje cafetero, jugando con el barro y los juguetes de madera que hacía mi padre. Tuve la experiencia de ver el show de las estrellas en un televisor en blanco y negro, al igual que el León del desaparecido Canal A. No tenía más preocupación que ir a la escuela, ver los súper campeones o las intensas batallas de los Caballeros del Zodiaco.
En aquellos años la revolución tecnológica apenas iniciaba su carrera por devorar el mundo, empezaba filtrarse en los hogares colombianos a través de los televisores a control remoto, el internet y los equipos celulares que llegaban a revolucionar las telecomunicaciones a través de la compañía Nokia.
La globalización, sin lugar a duda, es la culpable de esos cambios tecnológicos que durante los 90 e inicios del siglo XXI han innovado la vida de los Colombianos, por eso no es de extrañar que para los políticos, sea más fácil regalar tabletas en sus campañas, en lugar de libros, o que en el congreso se planeen proyectos para que todos los estudiantes de los colegios públicos tengan uno de esos sofisticados aparatos. La propuesta absurda, solo quieren fomentar el consumismo y reducir el aprendizaje y la investigación a los códigos binarios de un sistema que todavía no está bien desarrollado, ¿Será que el gobierno piensa dotar de redes wifi todos los rincones del país? Yo la verdad no lo creo, lo digo porque las redes inalámbricas que tienen ciudades como Medellín en su programa “Medellín Digital “, solo producen dolores de cabeza, lo único a lo que estas permiten acceder es a los virus de la influenza, que de hecho son muy comunes en los sitios públicos.
Esperemos que estos cambios a los que estamos sometidos, que han permitido tener colombianos más Androides, hagan reflexionar la presidente Santos en el 2015 para que incluya en el salario mínimo un subsidio para el plan de datos, uno que valga la pena, no como actualmente brinda a los estratos 1 y 2 y que tan solo equivale a 4.700 pesos en la facturación de la banda ancha residencial, aporte que no alcanza ni para comprar un día de datos Claro. Es hora que el gobierno tenga conciencia que el PIN del BlackBerry hay que renovarlo mensualmente y que no tenerlo significa la extinción de la comunicación comunitaria, gracias a Dios el pueblo colombiano si es consciente de esto y por eso en cada quincena lo más importante es pagar la facturita del operador móvil, igual para el mercado; Dios proveerá.
Por otro lado, cuando llegué a Medellín me di cuenta de que vivir en una de las ciudades más innovadoras del mundo es una ventaja para no quedarnos atrás, acá lo encontramos todo en tecnología y a muy buenos precios, para eso tenemos a Monterrey, solo es cuestión de estirar un poquito el salario mínimo y en añito y medio se recoge la plata para comprase el último Smartphone y si lo que le da pereza es ahorrar vaya a Flamingo, ¡El almacén que fía, porque en vos confía!, allá pude cambiar el televisor gordito por un plasma o Led y si cuando lo conecte no goza de buena señal no dude en acudir a la TDT, pero si no le alcanzó para el decodificador no se preocupe, los operadores de cable le pueden brindar lo último en señal HD, además aprovecha para ampliar su portafolio de productos con internet 4GLTE.
La tecnología es hermosa, ahora hablamos con los dedos, nos expresamos con emoticones, tenemos el cine en casa, nos vemos a través de la pantalla, guardamos la plata en Flamingo y hasta se puede el programa que acompañó mi infancia, “El show de las estrellas” en tecnología HD, para verle todas las arruguitas a Jorge Barón.
