La codicia: esa sed ancestral que no se sacia aunque se sea de centro, de izquierda o de derecha

La codicia: esa sed ancestral que no se sacia aunque se sea de centro, de izquierda o de derecha

La codicia ha sido condenada por diferentes religiones y filosofías, pero esta se manifiesta en el capitalismo, así como en el socialismo y el fascismo

Por: Orlando Solano Bárcenas
febrero 09, 2024
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La codicia: esa sed ancestral que no se sacia aunque se sea de centro, de izquierda o de derecha
Fotografía: Canva

Como enfermedad individual o social, la Pleonexía o Codicia ha sido objeto de estudio y casi siempre de condena por diferentes religiones, filosofías y concepciones del mundo. Así fue en el pensamiento grecorromano con la Hybris o Desmesura y la Cupiditas o Avaricia. En las tres religiones monoteístas del judaísmo, el cristianismo y el islam se condena la pleonexía casi siempre desde la óptica de ofensa grave o pecado mortal a la respectiva divinidad (Yahvé, Cristo o Alá). En la sociedad contemporánea la pleonexía se ha desarrollado en todo el espectro de las grandes doctrinas político-económicas: Capitalismo, socialismo y fascismo. ¿Se manifiesta la pleonexía en el capitalismo? Si, como se manifiesta de igual forma en el socialismo y el fascismo.

El Capitalismo, primera aproximación

La fuerza humana produjo la democracia antigua y los imperios teocráticos, en la democracia griega el trabajo de los esclavos les permitió a los hombres libres expresarse políticamente en el ágora y en los imperios teocráticos la esclavitud aseguró el poderío de la autocracia. La fuerza animal produjo el feudalismo, el estado de los príncipes y la monarquía centralizada gracias al poder que le diera al guerrero el caballo con sus aperos, y el buey de tiro al siervo de la gleba. De esta forma se dio el paso al mercado urbano y al naciente capitalismo la doctrina que le permitirá al monarca derrotar y domesticar a los señores feudales.

La fuerza mecánica permitió llegar al gobierno de opinión gracias a la invención de máquinas que reemplazaron la mano del hombre y la fuerza de la bestia y con ellas surgieron los talleres al rededor del molino movido por el viento y más tarde por la máquina de vapor. Fue la Primera Revolución Industrial inglesa, que secretó muchos eventos y avances de todo tipo: -La creación del estado nacional, por el surgimiento de las burguesías comerciante tradicional, comerciante moderna y comerciante industrial; -La aparición de las sociedades mercantiles por acciones; -La formación de un proletariado urbano y un campesinado independiente; -El surgimiento de instituciones deliberantes que resultaron de una transformación de la noción de mandato representativo de derecho público; -Las fuerzas electroquímicas que permitieron que se diera la democracia liberal y la democracia socializante, hechos debidos en gran parte al motor a explosión, la electricidad, la química y el combustible líquido. A la Segunda Revolución Industrial le correspondería el alfabeto morse, la radio, la televisión, los satélites, la Informática.

Las fuerzas automatizadas desataron la tecnocracia, la personalización del poder, el neocesarismo y la monocracia plebiscitaria por obra del ascenso de expertos, consejeros y científicos de la investigación operacional, la cibernética, la automatización, la política despolitizada, el líder que apela al pueblo y opone a la mentalidad "política” la mentalidad “técnica”.

El capitalismo tomará sus bases del liberalismo filosófico, del político y del económico
Este fue el desarrollo de tres formas o aspectos del pensamiento y la ideología liberal que en su esencia cree en la primacía del individuo en el marco del Estado, primacía que le permitirá realizarse en todos o muchos dominios y aspectos. Son las tesis de varios teóricos de lo filosófico, lo político y lo económico; por ejemplo, de Benjamín Constant, Alexis de Tocqueville, Raymond Aron. En lo político y filosófico el liberalismo predica: -La primacía del hombre sobre la sociedad; -El derecho de propiedad como algo sagrado; -La defensa y garantía de las libertades individuales contra cualquier ataque del poder, reducido este -en su forma estatal- a un número limitado de funciones básicas o Estado-gendarme, encargado solamente de ofrecer la policía, la justicia, los asuntos exteriores y la defensa nacional. El liberalismo político filosófico surgió de las revoluciones del siglo XVIII en franca oposición al absolutismo.

En lo económico el liberalismo toma sus bases de la libertad en los intercambios económicos, la minimización de la intervención estatal en el accionar de las empresas (laissez-faire, laissez-passer) siendo sus principales cultores Jeremías Bentham, Adam Smith, David Ricardo y Stuart Mill. Hoy en día existe cierto renacer del llamado Neoliberalismo, que es una doctrina que trata de minimizar aún más la intervención del Estado.

Con sus legistas el absolutismo se alió estratégicamente con la iniciativa privada
Antes de que se sellara esta alianza los defensores del absolutismo monárquico y de la Razón de Estado opusieron sus teorías a las del papa y para esto se aliaron con los mercantilistas, con el propósito de encontrar las formas de enriquecer al rey así fuera justificando la usura porque estaba en juego darle al monarca la posibilidad de pagarse un ejército, ahora “nacional” y no solo de mercenarios. Propendieron igualmente por la colaboración entre el Estado y la iniciativa privada a través de las diferentes compañías y sociedades por acciones, por ejemplo, la Compañía de las Indias Orientales y la Liga Hanseática entes que se encargaron de importar la seda, la apetecida pimienta y en general las especias. Estas compañías producían dividendos, especulaciones, rendimientos, pérdidas, quiebras, suicidios, pánico económico y debacles comerciales con incidencia europea.

El Renacimiento y el protestantismo se aliaron para superar el Feudalismo

El capitalismo comenzó a desarrollarse a finales de la Edad Media en las ciudades comerciales y en las repúblicas italianas de Venecia, Milán, Florencia y Génova. La conjunción del nuevo espíritu del Renacimiento con la teología del protestantismo sirvió para superar el feudalismo, gracias al fenómeno sociopolítico del Estado-nación. Es así como de estos fenómenos saldrá una nueva ideología que conocerá gran fortuna en Europa y resto del mundo, el Capitalismo. El impulso inicial se lo darían a esta doctrina los mercaderes de paños y sedas de Flandes, las ferias y los instrumentos negociables creados en las repúblicas italianas, a saber: La letra de cambio, el seguro, el depósito comercial y los préstamos a interés dentro de técnicas bancarias. De ahora en adelante a los dueños de estos instrumentos se les llamará los “burgueses”, que estaban ya en procura de convertirse en una nueva clase social poderosa.

Lutero y Calvino se inclinaron por el préstamo al interés
La Reforma Protestante vio con buenos ojos el préstamo al interés. Los católicos, lo condenaron por considerar que los hombres de negocio que lo practicaban devenían en calculadores, ávidos de riqueza y ganancias, en acumuladores y codiciosos impenitentes. Muy pronto los burgueses adquirieron poder y estatus social y se dieron una nueva tabla de valores: Disciplina, ahorro, reinversión, ganancia, éxito personal, individualismo (y egoísmo), el trabajo que salva en la otra vida, la gracia de ser “elegidos”, el lema “Time is Money” de Benjamín Franklin. En opinión de Max Weber y de otros estudiosos del fenómeno del capitalismo, en la Biblia protestante estaba el mensaje luterano de la proclividad hacia el préstamo al interés, que será avidez mayor en Calvino y en Ginebra, su ciudad-iglesia. Para esta nueva óptica religiosa el trabajo es una vocación que pide redimir el tiempo, glorificar a Dios y lograr la salvación individual. Metas que se vieron respaldadas por el oro, metal que le confirió al papel moneda mayor fuerza y movilidad, flujo en los cambios y pagos más rápidos por medio del billete, una moneda fiduciaria que facilitaría mucho más los intercambios y las operaciones comerciales de los burgueses. Este papel moneda ayudaría a la construcción de máquinas, que dispararon el progreso tecnológico.

El progreso Tecnológico

El desarrollo del capitalismo se acentuó con los grandes inventos: El horno alto, la imprenta, la tipografía de Gutenberg (que popularizó la lectura y el conocimiento), la dupla biela-manivela, la metalurgia, el avance de la minería, la energía hidráulica , instrumentos que permitieron abandonar en gran parte el modo de producción artesanal, limitado hasta por la estructura interna del corporativismo. Desde ese momento la productividad aumentó y diversificó, la mano de obra se especializó. Ahora el capitalista comenzaría a invertir asumiendo los riesgos y, naturalmente, quedándose con los beneficios. Con el adelanto tecnológico se facilitará el desarrollo de la Industria.

La Primera Revolución Industrial

Este fenómeno se afianzó en el siglo XIX trayendo el ansia de obtener beneficios minimizando al máximo el riesgo y las pérdidas. De esta manera, la producción industrial permitió la acumulación de excedentes económicos y abrió el gusto, la avidez y el deseo de seguir aumentando la riqueza con la reinversión de las utilidades. Quedó así consagrado el triunfo de los burgueses sobre la Nobleza. Estos nuevos ricos se caracterizaron desde un comienzo por el cálculo racional, frío y ávido de hacer riqueza mediante la “inversión” y es desde Florencia de donde saldrán los primeros grandes banqueros lombardos a quienes les seguirían los flamencos y los valones de Brujas, Amberes. En los Países Bajos sus nuevos ricos no se quedarían atrás y es así como Ámsterdam, Róterdam y Delft se convierten en ciudades receptoras de los judíos expulsados de España y Portugal, quienes traían la costumbre de dar préstamos al interés tan condenada por el catolicismo. Estas nuevas fuerzas con su riqueza darán a luz una nueva sociedad.

La Revolución Industrial produjo la eclosión de una nueva sociedad

En realidad, ella se había iniciado desde el siglo XVIII, cuando hizo surgir nuevas formas de propiedad privada que hicieron que los medios de producción adquirieran una fuerza inusitada frente al pasado. Fue así como jornales, salarios y el fenómeno del Taller cambiaron las ciudades, las mentalidades y las fuerzas sociales dado que la Fábrica y el Maquinismo comenzaron a succionarle al campo los brazos de los campesinos quienes ahora vendían la fuerza de su trabajo al capitalista. Con la Industria se produjo una concentración de los capitales y surgió con ella el ahora llamado “modo de producción capitalista”, tan diferente del feudal y a cuya instauración cual contribuyó en Inglaterra el cercamiento y la apropiación de las tierras municipales por los nobles desde 1727. Con el cerramiento de las tierras antes comunales comenzaron unos conflictos, desequilibrios y traumatismos sociales de tal impacto que Tomás Moro lanzó las primeras grandes críticas al capitalismo ávido, pleonéxico y despiadado. Mientras tanto en Francia Napoleón Bonaparte hizo aprobar un Código Civil que estableció la igualdad entre los herederos quedando fraccionada la tierra, hecho que impidió la gran concentración del capitalismo agrícola pero no los cercamientos.

Al igual que Tomás Moro, Rousseau se insurgió contra los cercamientos de tierras comunales
El filósofo ginebrino escribió en 1775: “Las cercas fueron una acción criminal que trajo muertos, miserias y horrores”. Lanzó seguidamente una verdadera condena de la pleonexía capitalista: "El primero que, habiendo vallado un terreno, se le ocurrió decir: esto me pertenece, y encontró gentes lo suficientemente simples para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil. Cuántos crímenes, muertos, miserias y horrores no hubieran evitado al género humano el que, arrancando las estacas o rellenando el foso, hubiera gritado a sus semejantes: guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y que la tierra no es de nadie". (Jean-Jacques Rousseau, Discursos sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad en los hombres. Segunda parte. 1755).

Pese a estas críticas se vino una Revolución Agrícola que fomentó el espíritu de lucro y cálculo racional en la producción de bienes con un notable aumento de la productividad. A este respecto dijo Jean Baptiste Say: “Cuando los frutos de todos son y que la tierra no pertenece a nadie, la tierra produce solo brezos y bosques." Con la mayor producción de alimentos agrícolas se impulsó como nunca antes la natalidad, lo que trajo los temores de Thomas Malthus sobre el advenimiento de grandes hambrunas. Siglos después Robert McNamara y Alberto Leras Camargo tendrían igual preocupación en los años de 1960 y el economista colombiano José Consuegra Higgins los tildará de “neomalthusianismo”.

Surge el empresario, un hombre que se procura el lucro calculando el riesgo

A partir del siglo XVI se aceleró el desarrollo del capitalismo, especialmente en Inglaterra. El feudalismo había quedado en el pasado en mucha parte y le correspondió a Adam Smith, el teórico de la Economía de mercado, iniciar la nueva visión de los fenómenos económicos de la Edad Moderna. Iniciados estos indudablemente por las grandes expediciones de los siglos XV y XVI, por el cubrimiento de América y la codicia de su oro que estimularon el desarrollo y expansión del capitalismo. Este, en lo comercial y lo mercantil, aumentó el deseo de acumular riquezas y bienes y de esto saldría el “empresario”, un hombre que arriesgaba un capital con evidente ánimo de lucro a fin de producir bienes por medio de la Industria. Las nuevas formas de riqueza industrial y agrícola del liberalismo “económico” trajeron el liberalismo en su connotación de “político”. Aunque, a decir verdad, sobre quién fue primero si el liberalismo económico o el político-filosófico todavía cruzan espadas los doctores de las diferentes iglesias del pensamiento, afirmando la primacía del factor económico los marxistas (en veces tildados de “marxólogos”) y del factor ideológico los defensores del liberalismo.

El liberalismo político

La prosperidad agrícola e industrial permitió el desarrollo del capitalismo político, doctrina que le exigió al Estado desde un comienzo garantizar el orden social, pero sin intervenir mucho. Le exigió también aprobar leyes de protección de la propiedad privada del capital, estimular el desarrollo del mercado y la libre creación de empresas de todo tipo. Todo esto bajo la regla de oro del Laissez-faire. De esta manera, el Estado debía ser nada o poco intervencionista en economía. Son las tesis de los ideólogos ingleses que contribuyeron a fortalecer la nueva clase de la burguesía. Pero, a esta le saldrá enseguida su oponente: El Proletariado, y es desde ahora la lucha de clases.

A partir de estos fenómenos tan complejos la burguesía devendrá en una nueva clase social que posee nuevos valores ideológicos: Individualismo, mística por el trabajo, plena valoración del mercado, el sentido del progreso y, con esta nueva axiología, reemplazará los valores del Antiguo Régimen: Tradición, honor, estamentos, prestigio y fama para la Nobleza; pobreza, obediencia y castidad para el Clero. El proceso de afianzamiento de nuevos propietarios se dará un poco por toda Europa mediante la aprobación de leyes que van a favorecer el mercado y a liberar la mano de obra para que emigre hacia las grandes urbes donde terminará haciéndose obrera. De esta manera, las teorías de Adam Smith, Thomas Malthus y David Ricardo se han ido imponiendo planetariamente y la fuerza de trabajo ahora es vendida a cambio de un salario generalmente muy bajo.

El liberalismo económico pide libertad y mínimos controles

En lo económico, el liberalismo se basará en la libertad de los intercambios, la minimización de la intervención estatal en el accionar de las empresas (laissez-faire, laissez-passer). En esta nueva economía liberal egoísmo, avaricia y ánimo de lucrarse son ahora el motor que mueve lo que Adam Smith llamó la “mano invisible”, un motor que viene de Dios o de la herencia evolutiva. Pero que en todo caso con su operación crecerá de tal manera que todo el mundo será beneficiario de este egoísmo y avaricia. Naturalmente en esta teoría el altruismo y el interés por el bienestar de los demás podrán jugar un rol por fuera de la esfera del mercado, pero siempre y cuando permita que el ánimo de lucro juegue su rol bienhechor dentro del área familiar, entre los amigos y en relación con temas de importancia social.

Con el avance arrollador de la doctrina liberal de la economía, la mano invisible llegó a asociarse con la idea secular de Darwin de la evolución y de la supervivencia del que mejor se adapte idea con la que se llegó a pensar que el “interés propio” es el verdadero motor de la evolución, así como el motor del éxito económico y de los resultados de ganancia que terminen promoviendo el bienestar de la sociedad entera. Con la introducción de la idea de “provecho individual” se permitió, en opinión de algunos, la emergencia de un racionalismo en la producción como fuente principal de la productividad. Para proteger o aupar el provecho individual el capitalismo estableció una legislación permisiva a sus propósitos, dirigida a proveer de cierta tranquilidad al orden social así como cierta neutralidad, debilidad o complacencia del Estado.

Histórico de las leyes pro liberalismo político-económico

Francia comenzó a expedirlas desde las revoluciones sociales de 1789: -Primero contra la propiedad de la nobleza y del Antiguo Régimen, lo que permitió a la burguesía sacar provecho y hacer suya la defensa de la propiedad privada al declararla derecho inalienable; -Luego vino la expedición de la ley Le Chapelier de 1791 por la cual se creó el mercado, se ordenó la liberación de los capitales y prohibió toda libertad de asociación en las corporaciones, asociaciones y coaliciones; -Todo esto fue puesto bajo el amparo de la diosa Razón y la protección del Ser supremo. Por su lado, la burguesía de colonos de los Estados Unidos hizo expedir las leyes de 1862 que facilitarían a los inmigrantes el acceso a la propiedad bajo la 13ª enmienda, que ordenó en 1865 abolir la esclavitud.

Un mercado de trabajo desde ahora capitalista

En Gran Bretaña los economistas de finales del siglo XVIII y de principios de siglo XIX concentraron sus críticas en las leyes existentes por considerarlas pocas amigas del mercado y propugnaron por la aprobación de leyes que lo favorecieran. Según algunos la codicia llevó a hacer derogar las llamadas “leyes de pobres” que venían del siglo XVII y por la cuales se les ofrecía a estos a través de las parroquias asistencia en los casos de indigencia, trabajo en las casas de trabajo, algunas limosnas y algunos productos necesarios para su supervivencia. Según esta crítica los grandes clásicos de la economía en actitud de pleonexía -Adam Smith, Thomas Malthus y David Ricardo- se ensañaron contra un sistema que según ellos impedía la movilidad de los trabajadores. Para 1834 estas leyes ya no existían lo que obligó a los pobres a irse a la ciudad para evitar el hambre, forzándolos a vender su fuerza de trabajo para poder subsistir.

El éxodo campesino hizo crecer o surgir nuevas ciudades

Por obra del capitalismo industrial europeo los campos se vaciaron de sus pobladore, lo que transformaría la sociedad tradicional -rural y agrícola- en una sociedad urbana e industrial. Los suburbios de las grandes ciudades industriales aumentaron por cierto crecimiento de la natalidad sin controles y la miseria se hizo galopante. Pero, reunidos en el Taller, los ahora obreros tomaron conciencia del número y del potencial de su fuerza. Poco a poco la conciencia de clase se fue transformando en ellos en conciencia de “proletariado explotado” en largas horas junto al horno, y fue así como se incubó la idea de lo que posteriormente será el sindicalismo en sus diferentes modalidades.

Las leyes y los dogmas del mercado autorregulado se fueron imponiendo en la economía y en el mercado laboral, pero a cada deflación le seguiría una reducción proporcional de los salarios nominales so pretexto de que se afectaban también los beneficios del capital. La miseria de la clase obrera la sojuzga y solo le quedará plegarse para poder sobrevivir.

Las máquinas desplazan a los obreros y estos comienzan a odiarlas

Por cada máquina aumentaba el número de obreros cesantes, lo desató la rabia contra ellas y contra un trabajo que degradaba y embrutecía por la repetición durante horas de los mismos movimientos de bielas, piñones y rodillos. Hasta el propio Adam Smith desde 1776 comienza a darse cuenta de los males del maquinismo. En 1811 Ned Ludd pide a sus compañeros obreros destruir las odiadas máquinas. En 1831 los obreros del textil de Lyon se rebelan y rompen algunas. La respuesta de los capitalistas fue en veces de contratar niños a quienes se les pagaba menos y protestaban poco. La toma de conciencia o el miedo a la destrucción de sus máquinas obligó a los industriales a plegarse a algunas de las peticiones de sus obreros en aras de mejorarles las condiciones de vida reduciendo las agotadoras jornadas de hasta 16 horas, aumentando la edad mínima para trabajar (“solo” nueve horas de trabajo para los niños en 1833), estableciendo primeros auxilios en caso de accidentes de trabajo, teniendo en cuenta la edad y el tiempo de servicio para la jubilación. Los obreros siguieron organizándose para exigir lo que será más tarde la economía social, también crearon las mutuales para cubrir los gastos de entierros, conformaron fondos para financiar la huelga y aumentar los servicios de salud.

Las luchas sociales también se dan en el campo

Unas veces entre los granjeros capitalistas y los campesinos a su servicio como en el Sur agrícola, librecambista y esclavista de los Estados Unidos; y en otras entre este y el Norte industrializado y proteccionista. El conflicto los condujo a la sangrienta Guerra de Secesión, donde triunfará el Norte abolicionista que pasará a instaurar un proteccionismo que le permitió el despegue raudo de la industria por medio de una mano de obra cada vez más especializada que les garantizaba el crecimiento económico; también el avance de cada uno según el esfuerzo y mérito propio, el ideal democrático. Este fenómeno fue estudiado por los socialistas, que llegaron a la conclusión de que en el capitalismo solo se imponen los intereses de una clase dominante y belicista.

Frente a la explotación laboral se insurgieron algunos filántropos

El primero de ellos fue Robert Owen, quien puso en marcha en su fábrica los principios del cooperativismo: Clases nocturnas, guarderías infantiles, formas de ahorro, higiene, salubridad. Por su lado, Henry Ford entre 1945-1970 inició estrategias contra las prácticas de trabajo del Taylorismo: Mejorar la productividad mediante mejores salarios, evitar la rotación del personal y estimular la idea de compromiso con la empresa. También colaboraron la filantropía escocesa de los clubes de caballeros, Thomas Coram, William Wllberforce, Lord Shaftesbury; Henri Dunant y A. Carnegie.

Entre el Estado y el capitalismo también se instaló la confrontación entre lo público y lo privado

Desde el ministro Colbert el Estado había procurado controlar la acumulación del capital material a fin de evitar que este se hiciera más fuerte que él mismo. En efecto, las formas de poder privado han sido vistas con desconfianza por el ente estatal y prueba de esto es la tardanza del Parlamento inglés en darles solo en 1825 los avales para la creación de sociedades y solo en 1856 liberalizó la creación de sociedades anónimas. En Estados Unidos se dieron igualmente pronto los enfrentamientos entre el poder político y las grandes empresas capitalistas para evitar que se constituyeran en grandes monopolios. En otras áreas del mundo la colaboración de los poderes políticos y los poderes privados ha sido también difícil por el tema de las nacionalizaciones de los bienes materiales de las grandes empresas transnacionales: Chile en 1973, derrocamiento de Allende; la nacionalización del Canal de Suez por Nasser terminó en guerra con Francia, Israel, Inglaterra.

La pleonexía de ciertas tendencias del capitalismo y la cuestión social

Entrado el siglo XIX se fue incubando cada vez más el tema de la llamada Cuestión social, agitada por el socialismo frente al auge de la burguesía capitalista, el surgimiento del mundo obrero, y el conflicto social entre patrones y trabajadores. Diferentes ataques se iniciaron contra el capitalismo tachado de “manchesteriano”, un movimiento social y político librecambista y antiimperialista nacido en una ciudad que favorecía el capitalismo de laissez faire a ultranza: Un libre cambio sin condiciones y una libertad económica ilimitada porque el interés individual es el motor de cooperación social. A esta doctrina le surgieron diversos contradictores individuales y escuelas de pensamiento contrario.

Después del socialismo, se destacó la llamada Doctrina Social de la Iglesia católica por medio de la encíclica Rerum Novarum de León XIII un verdadero hito inicial de un catolicismo muy preocupado por muchos aspectos de la modernidad: Las libertades políticas, de prensa, de cultos y de enseñanza, así como la democracia moderna y sus libertades, el régimen democrático o republicano frente a los cuales se planteó si eran un mal en sí o si podrían ser incluso hasta beneficiosas para la propia Iglesia católica y la comprensión y aplicación del evangelio.

En lo económico surgió la corriente del liberalismo frente a los retos de la “cuestión social”, frente a los cambios de todo tipo que introdujo la revolución industrial. Por ejemplo, cambio de las estructuras de la sociedad medieval y agraria, surgimiento de muchos problemas sociales nuevos como los de la industrialización, la urbanización y la proletarización de grandes sectores de la población, el surgimiento de los obreros asalariados y del sindicalismo, y sobre todo el nacimiento del socialismo y el comunismo. La primera propuesta fue la de la “caridad cristiana”, luego vino la de promover medidas legislativas en favor de los trabajadores y la asistencia social y no faltó la de crear un “socialismo cristiano”. También se propuso apoyar la legislación social y reformar las estructuras de la sociedad con la instauración de un régimen Corporativista con asociaciones “mixtas” de patronos y obreros al estilo de los gremios y corporaciones medievales, la organización corporativa de la sociedad, y una mayor intervención del Estado en la economía. De esta propuesta surgieron matices y escuelas en materia económica, unas más liberales y otras más intervencionistas y/o corporativistas.

Durante el siglo XX la doctrina social católica en lo relativo a la democracia, los derechos humanos y las relaciones entre la iglesia y el Estado aceptó la tesis de la sana democracia como camino a la reconstrucción de una Europa devastada por la guerra y para lograr el mejor estar de la clase obrera. El Concilio Vaticano (1963) II modernizó aún más su posición frente al problema social y la defensa de la dignidad humana (1965) siguiendo a Juan XXIII quien pidió a la Iglesia embarcarse en la defensa de los derechos del hombre. Es así como en 1991 se optó claramente por los regímenes democráticos de gobierno, la división de poderes y la defensa de los derechos humanos.

Las doctrinas socialistas atacan la pleonexía del liberalismo económico

El abate Gabriel Bonnot de Mably (1709-1785), contemporáneo de Rousseau, propuso una legislación que proviniera del propio pueblo y se fundamentara en la ley de la Mayoría. Precursor del socialismo utópico, Mably hizo la crítica moralizante de la sociedad del Antiguo Régimen de la que denunciaba la desigualdad y la propiedad privada como causa de los males de la sociedad: Esclavitud, impuestos indirectos, herencia, arrendamientos de tierras de cultivo.

Carlos Marx insistió tal vez demasiado en el “economicismo”, sin embargo, en carta que le dirigiera el 21 de septiembre de 1890 a Joseph Bloch expuso que: Los diversos elementos de la superestructura (las formas políticas, las Constituciones, las formas jurídicas; las teorías políticas, jurídicas, filosóficas y religiosas) ejercen (al igual que la situación económica) su acción sobre el curso de las luchas históricas y, en muchos casos, de manera preponderante. Esta posición de feedback ha sido olvidada por el cientismo de hoy en día, incluido el marxismo ortodoxo, que proclama con mucha ligereza un supuesto “declinar de las ideologías”; es decir, un marchitamiento de las influencias que ejercen sobre la colectividad las representaciones intelectuales ideales. Un intelectual puro como lo fuera Carlos Marx será un anti-ideólogo furibundo cuando afirma que la ideología no tiene existencia sino en tanto que justificación o crítica de algo, porque ella no es sino el producto de “una conciencia falsa”; o, peor, el disfraz de un simple y puro interés de clase, es decir, el disfraz de una superestructura que aspira a imponerse a toda la comunidad. Finalmente, Marx remata diciendo que la ideología es una utopía.

El desprecio tanto de Napoleón como de Marx por las ideologías hizo carrera, un hecho que se manifiesta a través de la opinión común que se tiene sobre ellas la de ser algo que produce desconfianza, desfavor, agrias polémicas y vana ensoñación; las ideologías, añaden sus críticos, no son sino instrumentos o medios de acción utilizados para realizar acciones vanas, para estimular nacionalismos extremos, o para adoptar etéreas poses de intelectuales vacuos y alejados de la realidad. Sin embargo, las ideologías existen, existirán y son necesarias; por ejemplo, la humanidad sin la ideología liberal democrática estaría perdida.

La democracia socialista francesa, Jean Jaurès

Esta corriente tuvo sus principales representantes en Jaurès y en León Blum. Ambos harán la síntesis de los socialismos franceses, tendencias que van desde el Guedismo (marxista y comunista) hasta la síntesis hecha por Jean Jaurès: -Nada de marxismo, sí al revisionismo democrático; -Nada de economicismo bruto porque el hombre es también pasión, ideas, infinita diversidad, sentido y espíritu, alma y fuerzas misteriosas, espíritu libre; -Nada de materialismo histórico porque el hombre es el producto de una evolución cerebral de la humanidad que trata de sobreponerse a la animalidad, el hombre es el producto de una profundización de la Idea, que es lo que dirige la evolución económica en lugar de ser su producto; -Nada de pauperización creciente de las clases para llamar a la revolución de los pobres; -Nada de catastrofismos revolucionarios porque el capitalismo tiene armas suficientes para superar sus propias crisis; -Nada de necesidad y de implacabilidad de la lucha de clases porque los propios capitalistas tomarán conciencia de la injusticia y de lo inoportuno de acumular desmedida y pleonéxicamente sus riquezas; -Nada de bipolarización excluyente en dos clases porque la sociedad admite y posee otras fuerzas y otros polos sociales; -Nada de simplismos en el análisis porque toda gran acción democrática es una transacción; -Nada de evoluciones hacia una dictadura del proletariado porque el socialismo se impondrá por la transformación progresiva del régimen capitalista en régimen socialista, sin violencias innecesarias; -Nada de vías violentas para acceder al poder porque bastarán la tribuna, las urnas y el impuesto, primer signo de colectivización; -Nada de solo propiedad colectivizada porque debe haber una propiedad de Estado que se oponga al monopolio privado; y -Nada de aislamiento revolucionario pero sí actuación dentro del Parlamentarismo y con un partido unificado, ágil, actuante y defensor del principio de la representación proporcional.

La democracia socialista francesa, Léon Blum
Con Léon Blum se le planteó al socialismo democrático el problema del ejercicio del poder a través de su conquista, ejercicio, participación y sostenimiento. Lo primero que preconizaría fue el rechazo al “ministerialismo” de Millerand, Viviani y Briand: Jaurès que lo había defendido en 1924, lo volverá un problema de doctrina porque la tendencia leninista pide, en unión del partido comunista, volver a la vía revolucionaria. Blum no rechazará a priori la idea revolucionaria de la dictadura del proletariado, pero sí rechazará que ella se pueda determinar por adelantado; sí ve en dicha dictadura la posibilidad de que sea la dictadura de un partido o de una a clase, pero no la de algunos individuos; en todo caso, esa dictadura deberá ser provisional y no a la manera soviética. Según Blum, la conquista del poder debe ser de preferencia legal, previa capacitación del proletariado; la participación en el poder no la considera conveniente, por haber dislocado al partido en el pasado. No queda, entonces, sino la tarea de educar y de reclutar a los trabajadores en un partido internacional de clase.

La democracia del neosocialismo liberal
Frente a los excesos del marxismo puro y duro, Marcel Déat (1894-1955) propuso una especie de neosocialismo que pedirá renovar la doctrina trasladando la lucha de clases del plano económico al plano ético, como lo hicieran Henri de Man (1885-1953) y Barthélemy de Montagnon (1889-1969) de ir más allá del marxismo duro para arribar a un capitalismo que se socializa a sí mismo bajo nuevas formas colectivas no tan economicistas. Carlo Roselli (1899-1937) iniciará una lucha por una “Democracia revolucionaria” que supere el determinismo marxista y se constituya en un socialismo liberal que reconozca la evolución del movimiento obrero hacia la libertad para oponerse a la evolución del liberalismo burgués hacia la reacción dictatorial.

La democracia del socialismo constructor
Los defensores de esta doctrina fueron P. Boivin, S. y M. Deixonne, J. Godard, M. Grignon, J. Itard, I. Cohen, E. y G. Lefranc, L. Strauss y R. Marjolin quienes colocarán la realidad del progreso socialista en el combate cotidiano, en la lucha sindical, en lo corporativo y en el plano municipal, dándole al Partido la inmensa tarea de preparar sus cuadros y los espíritus. Del socialismo francés revisionista surgirán dos tendencias: La tendencia de Derecha (“Orden, Autoridad, Acción”) y la de Izquierda (retorno al Utopismo). La prioridad otorgada por el movimiento al fin, a los objetivos conducirá a un socialismo humanista que se reclamará del pensamiento de Léon Blum: El fin de liberar a la persona humana de las servidumbres que la oprimen y el medio la conquista del poder público por y para todos los trabajadores. La evolución del revisionismo democrático llegará a la democracia radical y su énfasis recaerá sobre las preocupaciones morales.

El Solidarismo de Léon Bourgeois (1851-1925)
La evolución del revisionismo democrático llegará a la democracia radical y su énfasis recaerá sobre las preocupaciones morales. Con Léon Bourgeois se produce el nacimiento de esta doctrina basada en una máxima de Charles Secrétan: “Actúa como parte libre de un todo solidario”; “somos libres y, al mismo tiempo, hacemos parte de un todo”. Léon Bourgeois reemplazará el tercer término de la divisa de la Tercera República, la “Fraternidad”, por el término de “Solidaridad”, que lo precisa. En el seno de su propio partido, Bourgeois tratará de conciliar las contradicciones del liberalismo con las del socialismo. “Solidaridad”, afirma, viene del latín “solidum”, que fue considerado por Pothier como “solidité”; es decir, que con él se designa la obligación que pesa sobre deudores múltiples estando uno de ellos obligado a la totalidad.

En la sociedad, cada uno se beneficia de la civilización y goza del patrimonio que es común, este estado de cosas obliga a los participantes beneficiarios a contribuir al sostenimiento o pago de las cargas colectivas, a tomar su parte del respectivo intercambio de servicios, a proveer su respectiva contribución al progreso, y su parte en la división del trabajo industrial y urbano. El hecho social engendra una acreencia social, en la que cada uno es a la vez participante beneficiario y asociado obligado al pago de su respectiva parte en las deudas. Esto es así porque no todas las obligaciones son contractuales, algunas nacen de la naturaleza de las cosas, es decir, de la utilidad y la equidad, sin dejar de obligar. Es como si proviniesen de un contrato o quasi ex contractu.

De parecida naturaleza es la relación establecida entre el individuo y la totalidad de los hombres reunidos en sociedad, así como lo es la relación que se establece con aquellos que tienen la carga de gobernar (jefes elegidos, jefes tradicionales y hasta jefes usurpadores). La autoridad es una gestión de negocio, como lo es aquella que está prevista en los artículos 1372 a 1375 del Código Civil francés: Uno puede, sin mandato alguno, hacer algo en interés de otro. El que actúa o gerencia tiene, entonces, derecho a un reembolso de parte del gerente o del dueño cuyo negocio haya sido bien administrado; en caso de rechazo de la obligación al pago, podrá hacer jugar en su provecho la acción “de in rem verso”. Los gobernantes que gerencian o actúan con o sin mandato la empresa social, por cuenta de la colectividad, tienen no solo un derecho moral al reconocimiento y al respeto, sino que poseen también un verdadero crédito exigible a nombre de la sociedad; todo esto en razón a la obligación natural que existe para cada uno de ellos de concurrir a las cargas de la asociación, asegurándole su continuidad.

A la idea (racional) de contrato social del tipo J-J. Rousseau, le es sustituida la noción de quasi-contrato social sin convenio previo, que pudo haberse dado si los hombres hubiesen sido consultados. La deuda social nace del quasi contrato de asociación, como si se tratase de un contrato retroactivamente consentido; ella podrá y aún deberá legítimamente ser sancionada y se constituirá como una especie de hipoteca sobre la propiedad de aquellos que detenten los bienes. Los límites de la libertad son los derechos de los demás, así como los propios beneficios que conceden el medio social y la civilización; son estos beneficios los que hacen que el usufructo no sea gratuito: Una obligación natural le nace a cada uno del hecho del quasi contrato de sociedad; vínculo que obliga recíprocamente a todos los asociados; el pago de la deuda quasi contractual es causada jurídicamente y consecuencialmente puede ser sancionado.

El Solidarismo de Celestin Bouglé (1870-1940)
El solidarismo es importante, porque dio a conocer la doble faz de la solidaridad. Políticamente, sobre todo con Celestin Bouglé, le dio su pensamiento o su ideario a la Tercera República francesa plasmado en los preámbulos de la Constitución de 1946 y los de la de 1958, de los cuales surgieron las medidas intervencionistas: Función social de la propiedad, el impuesto progresivo, la enseñanza gratuita, la seguridad social generalizada, las leyes de protección obrera, femenina e infantil. Igual efecto tuvo sobre el derecho internacional (Conferencia de La Haya, Sociedad de Naciones, Georges Scelle y su visión solidarista del derecho). Influyó también el solidarismo sobre Pierre Mendes-France (al comienzo) y sobre J.J. Servan-Schreiber y su partido el Radical renovado (“rechazar el dogma del liberalismo y sustituirle un objetivo político de igualdad y solidaridad”).

Las doctrinas sociales de la Iglesia fueron cuestionadas por el socialismo
Enfilaron sus ataques hacia la encíclica Rerum Novarum por considerar que seguía siendo una posición favorable al liberalismo, al decir ella que: “Para solucionar este mal, los socialistas, atizando el odio de los indigentes contra los ricos, tratan de acabar con la propiedad privada de los bienes, estimando mejor que, en su lugar, todos los bienes sean comunes y administrados por las personas que rigen el municipio o gobiernan la nación”. Luego de esta crítica, la encíclica desarrolla toda una defensa de la propiedad privada como un derecho anclado en la misma naturaleza humana -sobre la línea tomista- y alienta la “difusión de la propiedad” como remedio a los males de la cuestión social. Sin embargo, frente al liberalismo extremo en ella se insiste en los derechos de los trabajadores con un papel muy activo de las “asociaciones” como el canal más adecuado para salvaguardar los derechos de los obreros y solo justificando la intervención de la autoridad pública “si las circunstancias lo pidieren”. Estas aclaraciones no fueron para nada del agrado de diversos matices del socialismo.

Un capitalismo matizado, el neoliberalismo
Benjamín Constant (1767-1830) prefirió la libertad de los Modernos sobre la de los Antiguos, por ser mucho más individualista que liberal: Lo ideal es asegurarle al hombre su propia expansión, permitirle que se escude en la fortaleza de su derecho, fortaleza que puede ser oponible al Estado. Es la tesis del “Estado Minimalista”: El individuo solo debe concederle al Estado el mínimo que necesite para existir y subsistir, el Estado debe ser reducido a una esfera que le sea propia y bien reducida al mínimo, delimitada con mucha claridad mas no por la sola ley sino y sobre todo, por esa parte de la persona humana que exige o necesita permanecer individual e independiente; el objeto de las instituciones debe ser la libertad y esta solo puede ser garantizada por aquella forma de gobierno que garantice que nadie es soberano y en la cual todo esté reglado por una Constitución, puesto que no hay libertad sin Constitución y, recíprocamente, no hay Constitución sin libertades. Las preferencias de Constant van hacia la monarquía constitucional, única capaz de ofrecer un “poder neutro”; sin embargo, también admite una república que sea constitucional, representativa y censitaria.

Existe hoy un renacer del llamado Neoliberalismo, doctrina que minimiza aún más la intervención del Estado. La lucha del capitalismo contra el Estado es necesario situarla en la historia porque, a menos Estado -dicen algunos- más Pleonexía. En todo caso, la introducción de la idea de provecho individual permitió la emergencia del racionalismo en la producción, la fuente principal de la productividad. Para proteger o aupar el provecho individual el capitalismo estableció una legislación permisiva a sus propósitos tendientes a proveer de cierta tranquilidad al orden social, así como una cierta neutralidad, debilidad o complacencia del Estado. Hoy en día en la Argentina de Javier Milei el liberalismo libertario se encuentra en franca lucha con el peronismo cepalino y estatizador, como si hubiese en curso un retorno a los enfrentamientos de los años ochenta entre Thatcher-Reagan-Köln-Chicago’s Boys versus Cepal-Socialismos-Populismo de izquierda en América Latina.

La excesiva concentración del ingreso en América Latina
Para esa época de los 80’s era tal vez la más alta del mundo, lo que trajo y sigue trayendo a la región graves problemas políticos, aumentados en ese entonces por las políticas y los programas de ajuste que le fueron impuestos al subcontinente por el llamado “Consenso de Washington”: Economía de mercado libre, abierto al exterior, con Estado mínimo, neoliberalismo; todo esto trajo un alto costo social y político al darse, según los críticos, un aumento en el número de pobres y una mayor concentración de la riqueza. El desempleo, por ende, se disparó y con él, el malestar hacia la política y los políticos. En términos generales, la pobreza se constituyó durante el período 1992-1996 en la mayor amenaza a la estabilidad política y a la cohesión social. Fue la crítica hecha en Colombia, al Gobierno Gaviria.

Las privatizaciones en América Latina trajeron muchos conflictos
Conflictos que fueron muy serios en Argentina, Uruguay, Colombia y otros países. Lo que obligó a los estados a controlar las empresas para que no acaparasen un poder excesivo, esto con miras a poner en marcha una cierta economía planificada. Por los lados de los Estados Unidos se puso de manifiesto un creciente temor frente al complejo industrial-militar por su tendencia, en opinión de algunos, a fomentar guerras en el extranjero para vender su armamento con franca vocación imperialista y militarista. El temor también surgió ante el peligro de que las empresas fomentaran en demasía un consumismo excesivo mediante la publicidad engañosa. Frente a todo esto hubo reacciones.

Las reacciones al monitoreo del FMI
¿Cuánta pobreza resiste la democracia? Fue la angustiante pregunta del período mencionado. Las reacciones de los gobiernos y de los electores frente a los programas de ajuste y de monitoreo del FMI, fueron diversas: En Perú y Argentina hubo premiación con reelección; hubo apoyo a las respectivas tecnocracias en Brasil y Bolivia; en otros países fueron castigados los gobiernos neoliberales de Honduras, Costa Rica y Uruguay; en algunos pocos países, fueron premiados políticos provenientes del sector empresarial; en Haití y Venezuela, el FMI y el neoliberalismo fueron rechazados para luego ser acogidos por gobernantes ya instalados en el poder; en Colombia, Chile, Costa Rica, Honduras y Uruguay, se puso más “sensibilidad social” en los programas. La revuelta de Chiapas hizo aterrizar a México en su creencia de ser ya un país del Primer Mundo; las protestas de Santiago del Estero sacudieron a Menem. La respuesta a los desajustes económicos con viabilidad democrática, fue -nuevamente- la de la “reformitis” (para que todo siga igual de modo lampedusiano) y/o la del aumento oportunista y con fines electoreros del gasto público. La fatiga de reformas también fue electoral.

El neoliberalismo chileno
Siguiendo el modelo de militar-fuerte-garante-del capitalismo, llegó al poder Augusto Pinochet (1915-2006) con posiciones bonapartistas basadas no tanto en el carisma personal, como sí en la mano de hierro y el plebiscito. Se vino abajo una de las tradiciones más respetables de estabilidad política del subcontinente latinoamericano al ponerle fin en septiembre de 1973 al primer experimento de llegada al poder de la izquierda por la vía democrático-eleccionaria; en efecto, el golpe de Estado de Pinochet contra Salvador Allende no hizo sino, además de excluir de la vida política a los partidos de izquierda, traer una modernización capitalista de corte neoliberal. Pinochet, visto por sus seguidores como el “salvador” de las clases media y media alta chilenas, no solo le alienó al pueblo la participación política durante 17 años de dictadura, sino que también levantó el “milagro chileno” sobre un pedestal de represión y oprobio, en opinión de sus críticos de la izquierda estatizadora. La ingeniería del neoliberalismo pasa, es sabido, por la reducción del Estado al mínimo, por embarcar a los países en estrictos programas de privatización que llevan en forma directa a la llamada “Globalización”. El Estado “mínimo”, es el principal aporte del neoliberalismo y en Argentina se está dando nuevamente el combate entre un país arruinado por el paternalismo carnetizador de Estado y la liberación de las fuerzas del mercado.

El neoliberalismo peruano
Oponiéndose a la línea neoliberal de Mario Vargas Llosa al principio y aplicándola después, llegó al poder en Perú el ingeniero Alberto Fujimori (1938- ), hombre fuerte, líder sin partido y autonombrado salvador de su pueblo. Autoritario, maquiavélico (guerra en el exterior contra Ecuador), represivo (toma a sangre y fuego de la embajada japonesa), tutelar (clausura del Congreso y de la Corte Suprema) y manipulador de los medios, vio su deseo de reeleccionismo ilimitado cuestionado por su propio pueblo, ávido de nuevas formas de participación ciudadana no dirigida. La caída de Fujimori le desveló a la gran nación inca no solo los “Vladivideos”, sino también una dictadura de tipo oriental encaminada a fortalecer las tradicionales técnicas de mando de los “shogunes”, que son formas y técnicas represivas, fuertes y caudillistas, a la manera del período feudal japonés. Como todo régimen autoritario de derecha o de izquierda, la meta es la de infantilizar al pueblo para aplicarle los castigos propios del padre autoritario y los premios, a la escondida, de las madres que “suavizan” el rigor, una técnica típica de los caudillismos plebiscitarios tercermundistas.

Contra el capitalismo denominado “salvaje” se han establecido mecanismos regulatorios
En particular después del Gran Crack de los años de 1930, yendo a la cabeza la doctrina del Keynesianismo de John Maynard Keynes (1883-1946) que preconiza la intervención pública para regular las disfunciones de un sistema económico que este célebre economista cualificaba de imperfecto y fundamentalmente inestable. Por otro lado, en los países de capitalismo avanzado el Estado de Bienestar tomó bajo control por el Estado las grandes empresas industriales, comerciales y bancaria. Esta “toma” regulatoria hizo salir de su seno la creación de empresas de economía mixta, en las que coexisten el Estado y el capitalismo privado sobre todo en asuntos de energía y petróleo. A este aumento de la regulación en la década de los 80´s contribuyó la reacción frente a las políticas liberales privatizadoras de la economía de mercado libre. En realidad, otro cuestionamiento al capitalismo económico.

Las críticas actuales al capitalismo
Vienen desde diferentes ángulos y ópticas, políticos y filosóficos. En especial de las doctrinas anarquista, socialista, marxista, nacionalista y hasta religiosas (papa Francisco: los estragos del culto al dinero). Para derrocarlo algunos se van por la vía de la revolución, otros por la de las reformas políticas tendientes a mayor regulación por los gobiernos como lo pide el movimiento o escuela del mercado social.

Las críticas principales recaen esencialmente sobre los supuestos efectos negativos sobre la sociedad
Por el capital explotador; alienante (desde F. Engels); inestable; insostenible, glotón de riquezas (monopoliza tierra, dinero, aranceles y patentes); generador de creciente desigualdad económica y social (desde Ch. Fourier, R. Owen, K. Marx, P-J. Proudhon); por acumulador desmedido de plusvalía; el estancamiento de la economía mundial; el desencanto y desconfianza en economistas, financieros, políticos o inversores gestores de recurrentes crisis económicas y depresiones; el desempleo y los bajos salarios que imposibilitan el ahorro; los mercados inmobiliarios bajo ciclos de bonanza y burbujas económicas (crisis financiera de 2007-2008); la crisis de sobreproducción; las minorías cada vez más pobres; una desigualdad que puede propagarse a través de la herencia y la política económica; la inestabilidad social que trae más impuestos, recortes de puestos y de programas sociales, amén de un ejército de mano de obra de reserva.

Las críticas al capitalismo también recaen sobre la afectación de la democracia
Porque mercantiliza las personas y las hace esclavas del salario, deshumanizándolas; por el darwinismo social; por la lesión de los derechos humanos al priorizar el lucro sobre el bien social; por el abuso de la especulación práctica; por la antidemocracia; por no subordinar la economía a la ética social (E. Burke); por no distribuir la riqueza; por priorizar la jerarquía sobre la igualdad; por la inatajable concentración de capital; por el monopsonios tramposo; por el empleo y poder en cabeza de una despiadada élite del poder; por la tendencia hacia el monopolio u oligopolio de mercado y el gobierno de una oligarquía; por la distribución injusta de la riqueza y el poder; por no permitir una democracia directa; por secretar el imperialismo, la etapa más alta del capitalismo así como el belicismo genocida; por las interferencias de las grandes corporaciones internacionales en los asuntos internos de los estados a través de cabildeo legal, ilegal o corruptor.

Las críticas al capitalismo sobre el daño al Medio Ambiente
Porque destruye los recursos naturales y el medio ambiente; por la explotación de las grandes llanuras norteamericanas y las matanzas de bisontes en detrimento de los indígenas; por la excesiva producción de basura como efecto del consumismo desaforado; por la obsolescencia programada para ser derrochadora; por el desorden del cambio climático (denunciado por el papa Francisco en su encíclica “Laudato si”); por el capitalismo corporativo globalizador y depredador del medio ambiente, al ser un capitalismo que requiere un crecimiento económico continuo que inevitablemente agotará los recursos naturales finitos de la Tierra y provocará extinciones masivas de vida animal y vegetal; por un neoliberalismo columna vertebral ideológica del capitalismo globalizado contemporáneo que ha aumentado el comercio mundial destruyendo las formas de vida tradicionales, exacerbando la desigualdad y aumentando la pobreza mundial de tal forma que los indicadores ambientales indican una degradación ambiental masiva desde finales de la década de 1970; por un capitalismo que desarrolla una economía ambiental que no toma en consideración la preservación de los recursos naturales, lo que crea tres problemas ecológicos: crecimiento desmedido (por la acumulación de capital), tecnologías ambientales expansivas y depredadoras, y consumo desordenado con acumulación excesiva de capital de mercancías y de desperdicios que acarrea una profunda afectación de la huella ecológica; por la promoción de un consumo y producción ambientalmente irresponsables; por la cabalgante desruralización con grave afectación del medio ambiente, sometido a una explotación insostenible; por el creciente calentamiento global y la extinción acelerada de especies; por los impactos ambientales que trae el crecimiento económico perpetuo sin reemplazo eficiente del uso de combustibles fósiles; y, entre otros más, por las tasas de consumo que siempre superan las tasas de crecimiento de la población.

La crítica histórica más frecuente al capitalismo versa sobre el afán de lucro
Recae ella sobre el aumento y fomento del egoísmo y la codicia, en lugar de servir al bien público o de crear necesariamente un aumento en la riqueza neta. Según esto, las empresas capitalistas ignoran la moral o la seguridad pública en su búsqueda de ganancias. A esto los economistas de libre mercado responden que el afán de lucro -junto con la competencia- en realidad reduce el precio final de un artículo de consumo, en lugar de aumentarlo. Agregan que las empresas se benefician vendiendo un bien a un precio más bajo y en un volumen mayor que la competencia. Sobre estas críticas, Milton Friedman ha argumentado que la codicia y el interés propio son rasgos humanos universales porque "El mundo funciona con individuos que persiguen sus intereses separados" y es solo en los países capitalistas, donde los individuos pueden perseguir sus propios intereses y donde la gente ha podido escapar de la "pobreza absoluta". El capitalismo, dice la Escuela Austriaca, puede organizarse en un sistema complejo sin una guía externa o un mecanismo de planificación central porque, como dice Friedrich Hayek, el fenómeno de la autoorganización es la base del capitalismo en atención a que las actividades de millones de personas se coordinan al buscar cada uno su propio interés, de esta manera, toda la propiedad es de propiedad privada y es función del Estado capitalista asegurar primero, la policía para combatir a los criminales"; segundo, organizar las fuerzas armadas para proteger a los nacionales de la invasión extranjera; y tercero, establecer tribunales de justicia que resuelvan los conflictos en aplicación estricta de la ley.

La democracia constitucional liberal es la única que garantiza verdaderamente la libertad
El liberalismo simplemente político ha sido considerado deficiente, por ser visto como alejado de la economía y por carecer de una doctrina ordenada. En efecto, en veces se consagró solo en estudiar teóricamente la soberanía nacional o la separación de poderes y en otras se extasió con la teoría pura del derecho. Cupo a los ingleses profundizar, sistematizar y divulgar la democracia constitucional en el resto de los países de occidente donde se produjeron avances muy importantes como: El parlamentarismo inglés, el democratismo norteamericano, el derecho público de los legistas franceses, y el régimen representativo en lo eleccionario.

La democracia constitucional, fue impulsada por Benjamin Constant cuando dijo que era necesario establecer una soberanía del pueblo limitada por reglas precisas, tanto en la extensión como en el funcionamiento: “Ninguna autoridad sobre la tierra es ilimitada...” ni siquiera la autoridad de la ley. En consecuencia, la soberanía del pueblo debe ser cantonada por medio de límites justos y razonables, los mismos que solo una Constitución puede trazarle; pero, para alcanzar la democracia constitucional no basta con solo constitucionalizar el régimen, es necesario además que el régimen esté sometido a un sistema interno de frenos y contrapesos que limiten la arbitrariedad de los gobernantes pleonéxicos. También que tenga en cuenta la opinión sobre los asuntos que afectan a la comunidad para lograr su asentimiento, mas no del consentimiento plebiscitario de las autocracias sino el que nace del reconocimiento del pluralismo doctrinal, de los partidos, y de la diversidad.

En realidad, solo los regímenes democráticos admiten la competición libre entre opiniones diversas a través de la deliberación y esta no le otorga al Estado ningún criterio ético para condenar o negarle a una opinión lícita la posibilidad de expresarse; tampoco para darle exclusividad a una determinada opinión, eliminando las otras. Expresadas libremente las diferentes opiniones se escoge la que sea más conveniente para la acción a través del procedimiento democrático de la regla de la mayoría o ley del mayor número, la piedra angular del gobierno democrático que descarta cualquier dictadura mayoritaria que se escude en la soberanía nacional porque, como dijo Aristóteles: “Ni siquiera la ley puede destruir el Estado”, algo que tampoco podría hacer cualquier partido que llegue al poder.

El derecho constitucional, una técnica de libertad
El derecho constitucional es una técnica de libertad que tiene en cuenta que su principal función es la de permitir el juego espontáneo de opiniones políticas iguales y libres, llevando a que la más numerosa sea la que asuma, por el bien de todos, las responsabilidades del poder; de esta manera, de los demás se espera que se conformen con lo que decida la opinión mayoritaria. La democracia constitucional y el liberalismo filosófico rechazan el absolutismo doctrinario porque este pretende imponer arbitrariamente una creencia irrespetando el principio de tolerancia y neutralidad.

Los gobernantes representan a los gobernados mediante una relación que es jurídica y da lugar a otorgar la investidura de un poder que deberá ser ejercido con carácter autónomo dentro de los límites de su competencia, entonces, la nación no se gobierna, es gobernada. Sin embargo, el gobernado tiene un poder de resistencia frente a sus gobernantes y a estos puede exigirles no caer en el vicio de la pleonexía, como desmesura del afán de riqueza que traspase las líneas del derecho positivo y, en esto fueron estrictos tanto los fundadores del liberalismo filosófico, como los propios fundamentos y prohibiciones de la moral social.

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