Los candidatos, muchos de ellos, han repetido una tras otra vez que los temas que le importan a los ciudadanos no son los que se desprenden del Acuerdo con las Farc. Los problemas graves de Colombia, dicen, son la salud, la educación, el desempleo y la pobreza. Claro, esos son los problemas que ningún gobierno ha solucionado y que la burocracia y el exceso de Estado solo han logrado agravar.
Sin embargo, hoy el Acuerdo con las Farc es absolutamente determinante por una razón: La coca. Valga decir que en Colombia parece que no existe un régimen presidencialista, como se lee en el internet. La monarquía, por el contrario, se ajusta bien. Claro, con diferencias de forma. Pero en el fondo, durante el último siglo y los 18 años del nuevo milenio, el país ha sido gobernado por un ciclo interminable de apellidos que regresan al poder inexorablemente como si se tratase de un acuerdo tácito. Unos años los Lleras, otros años los Santos, y otros los Pastrana. Es el frente nacional contemporáneo.
Cocaína es una palabra que siembra ansias en algunos y dolor y llanto en otros. Miles de personas han sido víctimas de la violencia alrededor de la coca y millones de consumidores en todo el mundo hacen rentable el negocio. Pero en Colombia y en México ha causado unos efectos colaterales devastadores. Es un tsunami. Los niños y los jóvenes en los barrios pobres levantan su cabeza cándida hacia sus primos y hermanos y los amigos de estos, que trafican, consumen. Pero también roban, asesinan, y tienen bandas que se disputan el poder con otras bandas conformadas por personas como ellos, con los mismos problemas, con el mismo entorno, el mismo dolor y los mismos vacíos. Los niños crecen imitando y lo hacen bien. Dentro de poco cargan puñales para defenderse y la marihuana se convierte en el hobby del parque.
Unos años más y el prontuario es abrumador. Las “vueltas” son cada vez más arriesgadas, más difíciles, más violentas. Las armas son fáciles de conseguir. $50 000 pesos en el centro con la persona indicada y la noción del bien y el mal ya es una teoría ridícula en los libros de ética de un lejano recuerdo de la primaria. Se trata de sobrevivir. Y ahora, de tener respeto, autoridad, fama en el barrio, en las pandillas. De ser temido.
Lo que hay que vender ya no es marihuana. La marihuana es barata y lo que quieren consumir los que tienen el dinero para comprar drogas es cocaína. O tusi, cocaína de colores, con más químicos y más exclusiva.
Uno que otro logra contactos y por sus hazañas peligrosas, llega a una banda más estructurada. Una de esas que ya cumple a cabalidad con la sigla de Grupo Armado Organizado. Y entonces las operaciones son a gran escala. Cargamentos a Europa, Australia, Japón. Ya casi no Estados Unidos. Las alarmas están encendidas y es más difícil. Además, en Europa se gana mejor. Los consumidores adoran la coca colombiana y pagan lo que sea.
Ya en ese punto el problema se desborda. Urabeños, Clan del Golfo, Los pelusos, la gente del orden, y los carteles mexicanos explorando el terreno. Tom, el Indio, Gavilán, Fritanga. Y todos ellos acompañados de reinas, actrices, famosas, modelos, bailarinas. Es una prueba de la vida de beneficios de los poderosos. Lo que queda es que el poder es real. No es solo para un pequeño grupo de familias de apellidos renombrados. Ellos también pueden tener poder, porque el dinero es poder y entonces el fenómeno es en masa.
Para qué estudiar y trabajar y ser honrado,
si administrando las cuentas de un narco,
el salario es de $12 millones al mes
Para qué estudiar y trabajar y ser honrado, si administrando las cuentas de un narco, el salario es de $12 millones al mes. Y además, el mito se construye. Aquí y en el exterior. El cartel de los Sapos, Sin tetas no hay paraíso, Sin tetas sí hay paraíso, El capo, y Narcos en las grandes ligas. Los chismes corren y las niñas ávidas de una pruebita de esa vida están listas para entregarse. El riesgo, un disparo en la cabeza. Sí, pero no importa. Para entonces la vida ya habrá sido disfrutada con placeres y lujos y entonces la tumba valdrá cada dólar invertido, los relojes de oro, los autos caros, la admiración, el sexo con mujeres desorbitantes, los gemidos comprados, los viajes a Hong Kong y a Miami. Cómo olvidar Ibiza.
Hasta ahora no hay un solo candidato que haya entregado una propuesta seria y comprometida para solucionar el problema de la violencia alrededor del tráfico de drogas que hoy está acabando con el país. Tumaco lo sabe bien. Y la juventud está perdida, no solo en el consumo sino en el deseo de una prueba de la vida fácil. La herencia de Escobar.
La Coca, señores candidatos, hoy se exporta más que el café, ¿para cuándo nos tienen sus propuestas?
@josiasfiesco