Cuentan fuentes políticas cercanas a la Casa de Nariño que tras la arrasada de Cambio Radical en las elecciones locales y regionales de 2015 solo un hecho sacó a flote el ya consabido mal genio de Germán Vargas Lleras: la estruendosa derrota de su pupilo Harold Guerrero y de su fórmula, Gustavo Núñez, en el pulso por la alcaldía de Pasto.
La ira del entonces ‘vice’ solo era comparable con la colosal paliza que acumularon sus ahijados políticos en las urnas de la capital de Nariño. Allí un catedrático salido de las aulas y entrañas de la universidad pública del departamento les había arrebatado el poder con 123 mil votos, casi 95 mil más que Gustavo Núñez, quien terminó quemándose con poco más de 28 mil sufragios.
Aunque el ocaso en Nariño para nada diezmaba las aspiraciones de Vargas Lleras que, con sus promocionadas victorias en ciudades como Barranquilla y buena parte de la región Caribe, cumplía su primer objetivo: alinear sus alfiles y barones electorales en las regiones de cara a su ambición por la Presidencia (que destaparía oficialmente en marzo de este año) lo de Pasto le dejaba clavada una espina en una región donde los últimos dignatarios de peso los han puesto sectores alternativos.
La desazón del hombre con ego presidencial también se exacerbó por una razón no menor. A la alcaldía de Pasto, con Harold Guerrero en ese entonces, se le habían desembolsado jugosos recursos mostrados como gestión desde carteras como la del Ministerio de Vivienda, joya de la corona de Cambio Radical y ahora del ‘charismo’, también de la entraña de Germán.
La más sonada de esas ayudas fue la de los cerca de 15 mil millones que direccionó esa cartera a la Empresa de Obras Sanitarias de Pasto, Empopasto, a fin de sacar adelante el pago de los pasivos laborales a extrabajadores incluidos dentro de un plan de retiro en, donde, se premiaron silencios con recursos.
En aquel momento Guerrero, y su mano derecha Fernando Vargas (también cercano a Cambio Radical y hoy viceministro (e) de Agua), habían dejado todo listo para que Empopasto, la única empresa pública de los pastusos, iniciara un plan de modernización que representaba un viraje sustancial en su componente administrativo y financiero que se constituía, en otras palabras y a juicio de expertos de la ciudad, en el primer paso hacia la privatización.
Aunque Harold Guerrero brincó de emisora en emisora, de barrio en barrio, de reunión en reunión para mostrar las ventajas de esa reestructuración, su discurso se diluía en medio de una opinión pública que asumió la defensa de Empopasto como empresa pública y que veía en su retórica un entuerto con acento español. Al final, esa ola de indignación le terminó no solo constando la alcaldía con su exsecretario Núñez sino que lo dejó relativamente minado, en Pasto, frente a su aspiración actual de pisar el Congreso.
La espina de Vargas y de Cambio Radical (a los que se les esfumó la alcaldía) quedó al descubierto con la andanada de solicitudes del Viceministerio de Agua (a cargo de Fernando Vargas, quien fue gerente de Empopasto), para que la empresa, que hace parte de la alcaldía, reintegre los 15 mil millones de pesos al Gobierno Nacional.
Esa sinsalida financiera llevó hace apenas unos días al alcalde Pedro Vicente Obando, al actual gerente de Empopasto y a parte de la bancada parlamentaria del departamento a la Comisión Quinta del Senado para exigirle al Ministerio de Vivienda que reverse la determinación pues, de lo contrario, la empresa se vería obligada a adelantar una eventual emisión de acciones u emprender otro camino tortuoso que la dejaría al borde de la privatización.
Mientras esta dirigencia libraba una pelea leonina en el capitolio con el Ministerio de Vivienda para defender su patrimonio público, Germán Vargas lanzaba su movimiento de firmas a la presidencia en la Plaza de Nariño, pleno corazón de Pasto, la misma donde en varias oportunidades su fórmula en ese departamento, Harold Guerrero, les echó un cuento pastuso a los ciudadanos sobre Empopasto.