Francisco Uribe Noguera, actuó con la frialdad de un abogado cuando tomó la decisión de trasladar a su hermano Rafael Uribe la clínica psiquiátrica Monserrat, una vez constató la desaparición de la pequeña Yuliana Samboní en el apartamento donde vivía. Independiente de la condición física de su hermano, es un recurso manido entre los asesores legales para proteger a sus clientes mientras se resuelve cualquier lio penal complicado.
Actuó con diligencia. A 7 pm llegó a la clínica Monserrate con su hermano, según él en un estado físico alterado. Varios columnistas, médicos y hasta la misma Fiscalía han considerado probable que el propio Federico le aconsejara a su hermano, mientras aún estaban en su apartamento en el edificio Equus 66, estimularse con droga y alcohol –cocaína y aguardiente- para poder argumentar demencia temporal a la hora de cometer el atroz crimen.
Los tres hermanos Uribe Noguera –Rafael, Francisco y Catalina- salieron del edificio donde había quedado el cadáver de Yuliana, a pie a buscar un taxi en la calle. No se entiende por qué no tomaron el automóvil de Francisco que estaba en el garaje. El primer destino fue la clínica siquiátrica Monserrate donde además tratan drogadicción. Los médicos que valoraron a Rafael Uribe, no lo aceptaron por considerar que no atravesaba por ningún episodio sicótico.
Francisco, el abogado, tenía claro que debía encontrar una centros asistencial dispuesto a recibir a su hermano. Recurrió a un centro hospitalario pequeño especializado en temas cardiovascular: la Clínica Navarra. No se sabe porque optó por esa opción, a donde llegaron en otro taxi y no en ambulancia, pero lo cierto es que Rafael fue admitido. En este segundo trayecto hacia la Navarra, Rafael le confesó a su hermano que había matado a Yuliana Samboní.
Rafael llegó de nuevo a pie y no desplomado en una camilla. Es más, según quedó registrado en las cámaras de seguridad, según El Espectador, tuvo tiempo y tranquilidad para introducir una moneda en la ranura de una máquina y comprar una bebida. Sin embargo el parte médico con el que Rafael fue remitido a la Unidad de Cuidados Intensivos fue “Isquemia cardiaca por el consumo excesivo de drogas”. Según varios especialistas en caso de isquemia cardiaca los protocolos no recomiendan UCI, ni cateterismos, como el que le aplicaron a Uribe Noguera, sino un simple estudio cardiológico.
En un tiempo record en un país en donde cientos de pacientes mueren en las salas de espera de las EPS, a Rafael Uribe Noguera se le hizo un estudio inmediato, el especialistas le ordenó hacer un cateterismo para “concretar todas las dudas sobre enfermedad coronaria”. Aunque los estudios no arrojaron resultados concluyentes, lo internaron en la UCI por si las dudas. Lo que está claro es que si Uribe Noguera hubiera tenido ese dolor de preinfarto no hubiera podido salir caminado del Equus 66. El paciente, y eso queda claro en las cámaras de seguridad, no llegó sudando, ni estaba asfixiado, síntomas típicos del infarto. No, lo único que hizo fue sacar una gaseosa, con toda la tranquilidad del caso, de una máquina de bebidas.
Ahí pasó la noche. Mientras tanto el cuerpo de la niña no aparecía y, al parecer, Francisco Uribe Noguera movía sus influencias para que los medios se mantuvieran callados.
La Clínica Navarra apareció cuando los medios ya habían reventado la noticia, al mediodía le mostró a los medios el historial médico con el que había llegado: “Refiere consumo de alcaloide perico, refiere que fueron tres bolsas y alcohol una botella y media de aguardiente”. Los médicos –contraviniendo lo que se ve en las cámaras de seguridad- aseguran que estaba agitado pero consciente “Refieren que se encontraba desorientado con elevación de tensión arterial y taticardia”.
Apenas dos días después de haber estado en la UCI, Rafael Uribe Noguera salió de la Clínica Navarra escoltado por el Esmad que evitó un linchamiento público. Han sido contados los casos en los que un paciente, después de estar interno en la Unidad de Cuidados Intensivos, sale campante de la clínica.
El columnista Julio César Londoño, fue el primer en plantearse los interrogantes sobre el rol que pudo tener, más allá de lo curativo, la Clínica Navarra en este dramático episodio que acabó con la vida de una niña. Esto dijo Julio César: “La clínica incurrió en una práctica criminal de complicidad por encubrimiento al proporcionarle al asesino excusas conducentes a impedir su captura y coartadas para atenuar su responsabilidad”. Los directivos lo increparon, pero solo la justicia despejará las dudas.