Años atrás estuve interesada en conocer algunas facetas del suicidio. Una de las cosas que descubrí después de leer algunos estudios y artículos sobre el tema, es que los hombres, más que las mujeres, acaban con su vida. Es posible, según algunos, que una de las causas de este mal sea la cultura machista.
Cuando estudié la tragedia de Columbine, en la que murieron 15 adolescentes, 13 a manos de dos jóvenes que luego acabaron con su propia vida volándose los sesos, apareció como una de las causas de la tragedia las presiones sociales. Y dentro de ellas, se destacaba la lucha de uno de los jóvenes asesinos contra los estereotipos sobre la masculinidad que lo envolvieron al punto de querer desaparecer del mundo por no cumplir con lo que se esperaba de él como hombre.
Su depresión era profunda, pero nadie cercano logró detectarla a tiempo. Tuvo la mala suerte de que en este proceso se enredó con otro joven bastante enfermo y disfuncional que pudo manipular a su amigo para acabar con la vida de 13 de sus compañeros de clase y luego con su vida. Su principal objetivo.
En los Estados Unidos el suicidio es la tercera causa de muerte entre los jóvenes de entre los 10 y los 14 años de edad, y la segunda entre los que tienen 15 y 34.
En Canadá, al suicidio se le conoce como la epidemia silenciosa pues es una de las principales causas de muerte entre los hombres adolescentes y los que están atravesando por la media de la vida.
Los hombres, más que las mujeres deciden terminar con su existencia y lo llevan a cabo con más efectividad. A pesar de que las mujeres lo intentan con más frecuencia, el porcentaje de hombres que lo logran es más alto.
Como en el caso de Dylan Klebold, uno de los asesinos de Columbine, este mal está relacionado con la depresión, las fallidas interacciones sociales, la falta de ajuste a los cambios, las presiones de grupo y la soledad, entre otros.
Una de estas causas, o varias de ellas combinadas pueden crear un estado mental perfecto para convencer a quien sea de que la mejor solución a los problemas es la finalización de la vida.
Sin embargo, de acuerdo a un reciente documento de estudio escrito por Ban Blisker y Jennifer White para BC Medical Journal, aún es difícil determinar con seguridad las causas de un suicidio.
No es fácil identificar que hace que un ser humano, cuyo instinto de supervivencia es mucho mayor al de cualquier otra especie, llegue a la conclusión de acabar con su bien más preciado. La vida.
Las mujeres usan métodos que en muchas ocasiones tienen un alto porcentaje de falla.
Como si en su inconsciente dejaran un espacio
para un margen de error
Este estudio en particular, habla por ejemplo de que los hombres, cuando toman la decisión de suicidarse escogen armas de fuego. Las mujeres usan otros métodos que en muchas ocasiones tienen un alto porcentaje de falla. Como si en su inconsciente dejaran un espacio para un margen de error que les permita sobrevivir incluso después de intentar morir. Como si sintieran que a pesar de su deseo no son lo suficientemente fuertes para terminar con su vida.
Sabemos que en nuestra cultura a ellos se les enseña a ser y mantenerse fuertes, a no mostrar sentimientos. A probarse y a no dejar que otros vean ningún tipo de vulnerabilidad.
Por eso también la imposibilidad de algunos a expresarse. A compartir sentimientos o incluso a identificarlos. Algo que puede ayudar en el desarrollo de una depresión.
Una persona deprimida es un persona profundamente resentida y brava que sufre porque no se puede comunicar con su mundo externo. Algunos estudios sugieren que los hombres, más que las mujeres, tienden a aislarse con más facilidad por todas estas razones.
El suicidio entonces, podría ser otro de los efectos de la marcada diferencia entre sexos.
La equidad de género es de doble vía y esta epidemia silenciosa en hombres es otra de las razones por las cuales necesitamos seguir trabajando por ella.