Desde la casa me imagino cómo la inmensidad del planeta se ha convertido en la aldea global, gracias a los trasatlánticos, las compañías aéreas y los celulares. El espacio en sus dimensiones (largo, ancho, profundo, tiempo) se ha contraído de tal manera que puedo mirar la ciudad como si fuera un corralito y, al mismo tiempo que se establece la desconfianza frente al otro, porque él o yo puede estar infectado
Me imagino a Europa atrapada entre la gran manzana de los Barrios Unidos y el Barrio Chino. En el progreso germina el desatado frenesí de la tecnología y la pesadilla de una guerra más. En el downtown de la ciudadela se erige el distrito financiero. En la city de la aldea global, la manzana sagrada en la cual no hubo este año lavatorio de pies sino lávese bien las manos en la resignación. Y la pandemia señala el límite del populismo que sostiene que el arrabal de los Barrios Unidos es el first, mientras el pesebre que me imagino padece la crisis médica, la crisis económica y la peor de las crisis que es la de salud mental, dado que el virus llega con aislamiento pánico y miedo.
Mas en la ciudad hay el muro del Tercer Mundo que se ha construido por la expansión colonial. Desde hace varios siglos vivían comunidades locales relativamente aisladas y autosuficientes y desde que se elevó la expansión conurbana se destruyó el modo de vida tradicional. Atravesar el muro no es nada fácil pues la verdadera amenaza no es la inmigración hacia los estratos altos sino los cambios económicos que han demolido las condiciones de vida de los desposeídos. Así, el otro lado del muro, conforme a un estudio del Departamento de Administración y Planeación, está compuesto por una parte del pesebre en el cual hay refinamientos de espacios verdes y de arborización. Hay la endeudada Argentina, el Chile reprimido, líderes asesinados en Colombia. Y los barrios latinoamericanos desunidos, gobernados por los pitucos que no piensan en otra cosa que en la fragmentación. Arrabales de disensión supuestamente por ser de izquierda y de derecha, mientras las deudas crecen para beneficio del FMI.
Extramuros, los reportajes bosquejan suburbios violentos que parecen no ser parte de la realidad, ejemplo de los cuales puede ser Haití o Burundi. No solo de pan viven los barrios del norte también de la pobreza y miseria que acarrean las transnacionales. Pero ya alguien pensó: el virus avanza sin tener en cuenta quien sea, como una ironía democrática. Ataca sin permiso a las barriadas nacionalistas, a los de arriba, a los informales, a los sin techo. Hay barrios que extraen petróleo, caucho, carbón a precio de huevo… pero que son considerados fuera de la civilización porque lo que sucede allí está incluido en la pesadilla.