La ciudad de los suicidas
Opinión

La ciudad de los suicidas

Padecer y gozar a Sincelejo es un acto de locura que saboreamos a diario, cual dulce mamoncillo que se vende en sus esquinas

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enero 06, 2017
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Cuando usted vive “apilonado” en un territorio que le ofrece pocas garantías para que su naturaleza entre nómada y sedentaria (la memoria del cuerpo recuerda la libertad de la tribu) le permita convivir con el espacio, seguramente los efectos en su psiquis serán evidentes.

La locura que produce en las personas el caos urbano para quien añora su ruralidad de boñiga es palpable. En este sentido, vivir en una ciudad pequeña con visos de intermedia y con sueños de emergente; es todo un desafío a la cordura, en medio de un Caribe inmenso y misterioso que no alcanza a disipar la paranoia y la confusión en la mente de sus vivientes parlantes.

Digamos entonces que padecer y gozar a Sincelejo —como a quizá otra ciudad de sus mismas proporciones caóticas— es un acto de locura que saboreamos a diario, cual dulce mamoncillo que se vende en sus esquinas.

¿Por qué nos encanta el desorden en nuestros espacios urbanos comunes? ¿Somos de verdad indolentes con lo público o nos han enseñado a serlo? ¿Hay algo en nuestro cerebro de primate suramericano que incita a la confusión y a la desobediencia?  Otros acuden a la resistencia, pero en el fondo es el mismo primate violento que no reconoce al otro en sus diferencias.

Cada acto de fe que la autoridad de turno erige en el espacio urbano de una ciudad caótica, es avasallado por el primate motorizado (incluye a los conductores de autos, no solo moto taxistas), por el peatón indolente con sus sobras de toda naturaleza y por la plena convivencia entre la inmundicia, el desorden y la cloaca extendida de sus consciencias de basura.

Una ciudad que no se quiere mucho menos se deja querer. Todos, juntos, contribuimos a su colapso gradual y sufrido como un cáncer linfático que se extiende entre dolores y silencios, entre gritos y algarabías románticas de una muchedumbre de arrochelados que se sostienen en la incomodidad y el delirio.

Nadie. Casi nadie hace por ella. Los Ulises que se atreven cada día a defenderla o a conquistarla, deben sufrir con los encantamientos que asolan los caminos y mares. Un retorno al Ítaca de la civilidad cuesta en Sincelejo. Es una pelea perdida contra la insensatez, el indecoro urbano y la falta de eso que llaman cultura ciudadana que tanto se nombra y poco se le hace sombra.

Los que anhelamos un cambio de actitud de parte de las autoridades nos rendimos por su impotencia y falta de creatividad. Los que sufrimos con el mal comportamiento ajeno “tiramos la toalla” y claudicamos silentes; soñando con una ciudad distinta, atrevida en su humanidad y reconfortada con su propia naturaleza de urbe conquistada y amable para el conquistador.

En lo que va del año 2016 van 23 suicidios en todo Sucre
y de ellos, 9 en Sincelejo

Quizá muchos ciudadanos de otras ciudades caóticas también están viviendo las mismas angustias de nosotros. No somos los únicos a los cuales los males del desgobierno en contubernio con las miserias humanas y la indiferencia de las bestias erguidas que posan de primates conversadores; han construido alrededor del espacio público una ciudad fea, llena de pesares, de angustias en cada habitante y de desechos confundidos con los otros desechos humanos al que su propio olor de sudores malignos y mala fe, han convertido en una mezcla perversa de orines y perfumes que se respira por todos lados y en todo momento.

¿Por qué nos cuesta tanto trabajo el orden en el espacio de la ciudad? Posamos en “selfies” incesantes con nuestras posesiones de la casa; el orden, el lujo de la decoración hogareña, la biblioteca, el jardín en la terraza, el cuarto de televisión y sonido, la sala de visitas y la última grifería del baño. Sin embargo, esos mismos exhibicionistas producen “basura a la lata” con el consumo desaforado, son unos patanes en la calle, no respetan las cebras en el tráfico cuando van aislados en sus burbujas de lujo y confort, atropellando peatones y moto taxis y jamás saldrán a defender a la ciudad a la que pertenecen y donde tienen su mayor coro de aduladores.

Les exigimos orden y control a las autoridades de turno, pero nos olvidamos con la memoria de pollo que cargamos, que fuimos los mismos que ayudamos a engalanarlos con la democracia del cemento y el cinc, el pastel y el billetico extraño. El mínimo de dignidad que cargamos a cuesta se evapora con el calor de la fiesta.

Coda: En los últimos cinco años (2010-2015) hubo 190 suicidios en todo el departamento de Sucre, de ellos 77 (41 %) fueron en Sincelejo (Datos CEPSCA, 2016). En lo que va del año 2016 van 23 suicidios en todo Sucre y de ellos, 9 en Sincelejo, eso es un 43 % más que el año anterior. ¿Somos una ciudad de suicidas? Esto ya es un tema de salud pública.

Publicada originalmente el 24 de junio de 2016

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