La inseguridad en la ciudad se volvió normal, y sálvese quien pueda parece ser la máxima ciudadana, o, hacer justicia por mano propia como ha ocurrido ante el desespero ciudadano y la negligencia de la autoridad.
La clase política concentra su trabajo en políticas que le reporten votos y la seguridad no los da. El circo de la señora alcaldesa para conquistar los votos de los jóvenes es lo que interesa.
En mi memoria quedó registrada una noticia que causó conmoción pero a los pocos días se olvidó. El ingeniero que fue emburundangado, atracado, llevado al hospital y este en estado de inconsciencia se escapa y, al pasar por la calle es atropellado por un carro muriendo al instante. Peor suerte que la de este ingeniero no puede haber. La ciudad lo tenía condenado a matarlo.
Los robos a casas, aptos, autos, los atracos a la indefensa gente, los fraudes bancarios, los paseos millonarios, y toda clase de conductas delictivas son desdichas menores mientras sigamos con salud y vida y, no correr la suerte del ingeniero al que la ciudad no sólo mato sino que ya olvidó.
Ni nuestro nobel había vislumbrado tamaño hecho surrealista.
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