Los grandes avances que han beneficiado a la humanidad se han logrado con ciencia y tecnología de alta complejidad. Pero también, gracias a cerebros de mujeres como Margaret Hamilton, quien desarrolló el programa informático para que llegáramos a la Luna, como Valentina Tereshkova que se convirtió en la primera mujer que viajó al espacio, o como Katie Bauman, quien hizo posible captar una fotografía tomada a 50 millones de años luz de la Tierra, con la que se vio por primera vez un hoyo negro.
Las mujeres siempre han estado ahí, en todas las ciencias y en todos los niveles. Sin embargo, la historia se ha encargado de esconder sus contribuciones, les ha tocado vivir a la sombra de sus colegas y relegadas por las élites intelectuales. Lamentablemente la situación no ha cambiado mucho. El machismo sigue incrustado en todos los campos, incluso en los de la ciencia, la tecnología, ingeniería y matemática.
De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), solo 3 de cada 10 trabajadores en el área de matemáticas y ciencias de computación en América Latina y el Caribe son mujeres. En Bolivia solo 1 de cada 10, y en Ecuador y Paraguay la cifra es cercana a 2. La participación de las mujeres es desproporcionadamente baja en términos de nominaciones, premios científicos, citaciones y en su remuneración salarial, donde mujeres con los mismos méritos y con las mismas capacidades productivas que sus pares hombres son peor pagas.
Abrirse camino en la ciencia no ha sido fácil, según Unesco, a nivel mundial las mujeres constituyen solo 28% de los investigadores existentes en el mundo y para el caso colombiano, solo 37% son mujeres según el Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología (OCyT). Dentro de las razones que explican la ausencia de mujeres y su subestimación en la ciencia se encuentran prejuicios sobre los roles de género, bajo la falsa idea de que existen “oficios de hombres que no son para mujeres”, el absurdo de que las mujeres deben escoger entre “la familia o la profesión”, sumado al poco o nulo apoyo que se les da a las niñas durante los años escolares y el hecho de que sean las mujeres quienes en su mayoría siguen cargando el peso de las labores domésticas y del cuidado. Esto tiene graves consecuencias sociales, como por ejemplo que solo el 7% de las niñas en el mundo se vean como científicas en el futuro.
Sin embargo, para cerrar estas brechas de desigualdad existen soluciones: voluntad política y políticas públicas. Holanda, por ejemplo, empezó a trabajar para cerrar estas brechas en el campo científico y por eso la Universidad Técnica de Eindhoven ha decidido por los próximos años solo contratar mujeres, porque existen obstáculos estructurales que impiden que ocupen puestos científicos. Se han dado cuenta de que los costos de la discriminación y el machismo son muy altos y necesitan soluciones contundentes, aplicando el lema de que “la fuerza de trabajo diversa da mejores resultados, es más creativa y facilita la innovación”.
Preguntémonos entonces, si las mujeres somos la mitad del mundo, ¿cuántas Marie Curie tenemos que perder para darnos cuenta que las necesitamos para el progreso y desarrollo? #HazCienciaComoNiña.