“La CIA y el presidente Mariano Ospina Pérez, planearon el asesinato de mi padre Jorge Eliecer Gaitán”

“La CIA y el presidente Mariano Ospina Pérez, planearon el asesinato de mi padre Jorge Eliecer Gaitán”

Gloria Gaitán, hija del caudillo asesinado hace 69 años, se destapa en esta entrevista al periodista español Ricardo Angoso.

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septiembre 03, 2017
“La CIA y el presidente Mariano Ospina Pérez, planearon el asesinato de mi padre Jorge Eliecer Gaitán”

Gloria Gaitán tenía tan sólo diez años cuando mataron a su padre, Jorge Eliécer Gaitán, el líder liberal más carismático y controvertido de la historia de Colombia. Fue un 9 de abril de 1948 y aquel trágico acontecimiento dio paso al Bogotazo, el estallido popular de ira y rabia que tiñó de luto, fuego, dolor, muerte y odio a la capital colombiana, pero también a todo el país. Desde entonces, Colombia cambió para siempre y el país no volvió a ser el mismo. Pero Gloria prefiere que recuerden a su padre por su vida y por su obra que no por lo que significó su muerte. Gloria Gaitán vivió en el Chile de Allende, en Rumania fue embajadora y en España estudió un posgrado, amén de conocer casi toda Latinoamérica.

 

Ricardo Angoso:¿Y quién mato a Jorge Eliécer Gaitán?

Gloria Gaitán: La CIA, de eso ya no queda ninguna duda e incluso tengo las pruebas que lo demuestran. También hay la confesión de un agente de la CIA, John Mepples Espirito, que es pública y la puede consultar en internet sobre la implicación de la CIA en el asesinato de Gaitán; también hay documentales sobre este asunto. Hasta se conocían datos que solamente mi madre y yo conocíamos, como que a mi padre lo habían tratado de sobornar los norteamericanos y Espirito lo contó. El testimonio de este agente es muy exacto y confiable sobre esta cuestión. Fue un atentado claramente organizado por la CIA en connivencia con el gobierno colombiano de entonces.

No olvidemos que las agresiones y las persecuciones contra las gaitanistas comenzaron en 1944, pero se intensificaron bajo el gobierno del genocida y conservador Mariano Ospina Pérez. A partir de ese momento, en 1946, se intensificó y sistematizó la persecución contra los partidarios de Gaitán e incluso se encargó al jefe de la policía de entonces, Virgilio Barco, de contratar sicarios y paramilitares para eliminar físicamente  a los gaitanistas. Y el asesinato de mi padre fue parte de ese plan para asesinar a los gaitanistas. Nuestro movimiento, el gaitanismo, ha tenido varas etapas: primero la calumnia, luego la persecución más tarde el genocidio, el magnicidio de Gaitán y ahora, como colofón, el memoricidio.

R.A.:¿Cuál es el móvil por el que la CIA decide acabar con Gaitán?

G.G.:No les faltaban móviles. Tenían muchos móviles, suficientes motivos para matarle. Mi padre antes de que lo asesinaran estaba haciendo una investigación sobre el petróleo porque quería demostrar cómo la dirigencia colombiana se estaba lucrando de una manera dolosa de este negocio a través de los contratos petroleros con los Estados Unidos. El segundo motivo es que mi padre era socialista y para los norteamericanos, como para la Iglesia católica, socialismo y comunismo son sinónimos, no hacen ninguna diferencia entre ambos movimientos. El tercer motivo es que mi padre defendía un sistema de control sobre el capital financiero, exigiendo, a su vez, la nacionalización de los recursos naturales del país y de los servicios públicos. Es decir, defendía un modelo anticapitalista y era antiimperialista. Por todo ello, ya le digo que no les faltaban motivos para que quisieran asesinarlo, tanto a la oligarquía de Colombia como a la CIA.

R.A.:¿Qué recuerdos le quedan de aquella jornada aciaga del 9 de abril de 1948?

G.G.: Yo siempre prefiero hablar de la vida de mi padre, ya que Gaitán no es importante porque lo mataran ese día sino por todo lo que significó antes y lo que podría haber significado para este país. Pero de ese día tengo el recuerdo del cielo de un fuerte color rojo porque en las nubes se reflejaban los incendios, pero yo pensaba que eran los ángeles recibiendo a mi padre con banderas rojas. Yo tenía diez años y no podía pensar que mi padre no iba a regresar jamás a casa, pensaba que estaba de gira política, como tantas veces, y que volvería pronto  a casa. Nunca pensé que lo hubieran asesinado.

R.A.:¿Y luego la impunidad y el silencio acerca de este magnicidio?

G.G.: La investigación fue un fraude desde sus inicios, puras mentiras para ocultar lo que había ocurrido. Mi madre tuvo en esa jornada una actitud heroica y el clima en los días previos había sido terrible. A mí me hostigaban permanentemente en el colegio, pese a ser una niña, y la víspera de una prima del que luego sería presidente, Ernesto Samper, me gritó que "ojalá asesinen a tu padre". Mi madre la noche antes se soñó lo iban a matar y se mostró muy preocupada por su suerte.

Pero hubo más cosas. Gaitán llega a la clínica esperando a que llegue a ese lugar su médico personal, que era un refugiado político español, Antonio Frías, y nadie se dio cuenta de que no lo estaban dejando entrar para atender a mi padre. Luego un médico militar examinó la autopsia y aseguró al verla que a mi padre lo matan en el quirófano porque le fue taponado el craneo para que la sangre le entrara en el cerebro. No lo mataron las balas que le propinaron, sino la forma en que atendieron y le provocaron la muerte en la clínica.

Horas más tarde de estos acontecimientos, mi madre, una vez que había aceptado la muerte de su marido con dificultad, se fue a la oficina de mi padre a buscar un archivo que tenía sobre el asunto de la explotación petrolera y cuando llegó estaba la secretaría, a la que mi madre no le tenía ninguna confianza, pero el archivo ya había desaparecido. Después mi  madre fue a la embajada de Venezuela a ver a Rómulo Betancourt, al que le demandó ayuda, que se la denegó y le mandó a su casa sin más. Entonces, mi madre regresó a la clínica, mandó embalsar a su marido y se lo llevó hasta la casa, de donde dijo que no lo sacaría hasta que cayera el presidente Ospina Pérez. Así duraron hasta el 16 de abril sin saber qué hacer o qué decisión tomar.

Entonces, las autoridades del momento declararon monumento nacional a la casa para poder entrar en la misma y hacer lo que quisieran sin contar con nosotros, la familia. Así las cosas, el ejército entró en la casa, nos trasladó por la fuerza a mi madre y a mí al segundo piso, para a renglón seguido improvisar una tumba en el saló de la casa y depositar el cadáver de una forma clandestina sin la presencia de nadie. Luego, el gobierno organizó un simulacro de entierro y ni siquiera, en aquellas circunstancias, se le permitió a mi madre subir a la tribuna para denunciar lo que estaba pasando.

EL ASESINATO Y SU SIGNIFICADO HISTÓRICO

R.A.:¿Hubo alguien del círculo cercano de Gaitán implicado en el asesinato?

G.G.: Claro que sí: Plinio Mendoza Neira hizo exactamente el papel de Judas señalando al asesino quien era Gaitán. Agarró del brazo a Gaitán con la intención de que el asesino lo identificara y supiera a quien tenía que disparar. Incluso salió corriendo antes de que el asesino sacara el revolver. Estaba claramente en la trama confabulado con el asesino que mató a mi padre. Más tarde, dio unas declaraciones en las que erróneamente explicaba cómo habían matado a mi padre, pero no se ajustaban a la realidad porque él salió de la escena del crimen mucho antes de que se produjeran los disparos. Plinio fue el Judas de la trama pero no estaba cuando se efectuaron los disparos. Y lo hizo a las órdenes del que había sido presidente liberal Alfonso Gómez Pumarejo, porque también hubo algunos liberales implicados en el magnicidio y que eran enemigos declarados de Gaitán. Este asesinato no sólo fue un complot de la CIA y los conservadores, sino que también estaban implicados algunos líderes del liberalismo a los que mi padre había derrotado en las urnas.

R.A.:¿Qué significado tiene Gaitán en la historia de Colombia?

G.G.: No sólo me quiero referir al que pudo tener, sino también al que tendrá en el futuro. No olvidemos que el gaitanismo nace mucho antes de la desaparición de mi padre y que puede observar que hay muchos grupos que tienen como bandera a Gaitán, movimientos tanto de izquierda como de derecha. Los de derecha porque saben que mi padre es de un gran atractivo popular y los de izquierda porque Gaitán, en términos ideológicos, representaba una línea política claramente diferenciada del comunismo y de las directrices que en aquella época imponía Moscú. Compartía muchas cosas de los comunistas, como la justicia social y la defensa del proletariado, pero no era un partidario del determinismo marxista. Tampoco aceptaba el materialismo histórico, lo que le alejaba de los comunistas. Pero hoy en día, sin embargo, las cosas han cambiado y muchos dirigentes comunistas no ocultan su admiración por Gaitán. Finalmente, hay otros líderes que por puro electoralismo u oportunismo político se declaran gaitanistas sin realmente serlo. Su figura ya es parte de la historia de Colombia, por mucho que algunos traten de negarlo.

¿Quién era Gaitán realmente? Creo que, en primer lugar, era un gran científico que se graduó como penalista en la Universidad Real de Roma con cum laude y que podría haber seguido su brillante carrera académica de no haber sido porque decidió ponerse al frente de un gran movimiento popular. Y los paradigmas que él aportó al derecho penal los trasladó a la ciencia política, diseñando una suerte de socialismo científico bien diferenciado del marxista. Mi padre no era, desde luego, anticomunista pero no era marxista. Su modelo político era muy visionario porque consideraba que lo que había que controlar era el capital financiero. Tampoco era un creyente de la democracia representativa porque consideraba que el ciudadano no podía delegar su potestad legislativa en otros, planteando una democracia directa que pasaba por la transformación de los ciudadanos y la sociedad en general. Había que dar un nuevo enfoque a la visión del mundo y dar a los hombres un nuevo concepto cultural más amplio. Esos elementos fueron muy novedosos en aquella época. No bastaba con hacer una reforma constitucional, sino que había que ser más ambiciosos y hacer un cambio cultural en la sociedad y en los individuos. Hoy en día puede ser una idea aceptada por todos, pero en aquella época era un concepto innovador y novedoso, hablando de cambiar el sistema y no sólo a  los gobernantes.

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