Hace unos días me encontraba en Usaquén cenando en un lugar lleno de jóvenes llamado Crepe Express. Al estar ahí tuve la oportunidad de escuchar algo que en el vaivén de estudiante mis ojos veían pero mis oídos no escuchaban: la discriminación a los no sólo privilegiados sino también beneficiados del programa 'Ser Pilo Paga', en la universidad de los Andes y la universidad de la Sabana.
La euforia de la conversación, entre gritos y aplausos fraternales, me hizo parar oído -como bien hacemos los chismosos- y entender que estos jóvenes, de mentes brillantes, han sido discriminados por su status social y/o económico. A la mañana siguiente, entenderán ustedes la tristeza que me apacigua en las jornadas académicas al pensar que centenares de jóvenes del norte, sur, occidente y oriente de nuestro país son rechazados y subvalorados por una manera de vida que ellos no decidieron.
Pero déjenme decirles que estos jóvenes, los cuales deberían ser valorados y no rechazados, son la verdadera semilla de una nación que se ha forjado entre lágrimas que las páginas de la historia nos rememoran. Jóvenes que no nacieron en las grandes capitales, pequeños hombres y mujeres que, como todos, fueron niños y sin miedo alguno soñaron. Anhelaron salir adelante y estudiar, conocer y viajar, ilusionados por la semilla de la esperanza que nunca los abandonó. ¡Y con el tiempo lo lograron, lo hicieron!
Y fue así como las páginas de los diarios nacionales y regionales se llenaron de historias que nos conmovían, que nos hacían escuchar nuestros rápidos pálpitos llenos de solidaridad. No obstante, estos jóvenes llegaron a la universidad con un sueño y se han ido yendo de ella con una frustración. Pero he de comentarle al que me lea y al que no que ellos han caminado por el reducido pasillo que los subestima, que no han conocido los grandes edificios que los enaltece y desea conocer.
A ti, pilo y pila, no pierdas la fe y esperanza en tu país que te ha visto crecer. Tú, pilaso y pilasa, eres lo que muchos sueñan ser: un luchador. Tú, amigo brillante, eres lo que yo no pude ser, un joven de la raíz pura colombiana becado por sus conocimientos tan amplios y diversos.
Y leído esto llega éste momento de pensar ¿qué país somos? Y ¿Qué país queremos?. Desde la independencia las montañas, valles y ríos nos han separado. El poder se ha centralizado y poco a poco se ha olvidado de algunos municipios del país que han sufrido las consecuencias de las inferencias, odios y segregaciones. Niños, jóvenes y adultos que han visto cosas que otros no hemos visto -la nación a pesar de sí misma- están a nuestro lado esperando ser escuchados.
Y entonces, bajo estas premisas, es así como empiezan los movimientos que buscan nuestro espíritu para forjar un mejor país, uno soñado por todos. Uno donde se creé lo que no ha
sido creado, se forjelo que no ha sido forjado y se escriba lo que la historia todavía no ha escrito! Que no olvidemos que en éste país cada uno es colombiano y que cada acto empieza por uno, entonces empecemos a ser mejores!
Llegada la noche que me abrió los ojos, cuando Menchy cerraba las puertas del restaurante, tácitamente todos se se miraban los unos a los otros con esa chispa de esperanza. La misma, diría yo, que acompañaba a esos pilos al principio de semestre. Una chispa de esperanza que buscaba decirles a todos los jóvenes del país, beneficiados por el programa de 'ser pilo paga', que no se rindan. Porque cuando miren a sus horizontes encontrarán a un joven como yo, esperando conocerlos, esperando enaltecerlos, esperando sentir esa chispa que ustedes sintieron, ese sabor y espíritu colombiano. Esa oportunidad, única y hermosa, de poder ayudar.
