La centroizquierda se refuerza en Chile. Tras años de malos resultados, las consecuencias de las protestas de 2019 en el país suramericano siguen reforzando a este espectro político. Fue el gran ganador de las elecciones constituyentes del pasado mayo y también de la segunda vuelta de las regionales de este pasado domingo, ganando 10 de las 16 regiones del país.
En ellas, los votantes auparon a la coalición Unidad Constituyente al gobierno de la capital, Santiago. La coalición está formada por el Partido Socialista (PS), el Demócrata Cristiano (DC) y otros partidos de izquierda tradicional, que bajo distintas denominaciones se ha repartido el poder con la derecha desde hace 30 años y que, sin embargo, no obtuvo un buen resultado en mayo.
"Quiero convocar a las personas que no votaron por nosotros para que se sumen a nuestro proyecto, un proyecto de justicia urbana y territorial para la región entera", aclamó Claudio Orrego, nuevo gobernador de la capital por el partido Demócrata Cristiano, que se impuso por solo un 52,7% a Karina Oliva, del Frente Amplio (FA).
La derecha de Chile Vamos solo obtuvo el triunfo en una región, la Araucanía, dejando al presidente Sebastián Piñera en una debilitada posición para el resto de su mandato. La clave de la victoria de Orrego en la capital se debe, según la jefa de la carrera de Ciencia Política de la Universidad de Chile, Claudia Heiss, al apoyo de parte de la derecha oficialista, que veía en su figura un “mal menor”.
La victoria de la Unidad Constituyente se da en unas elecciones que para muchos representan un cambio histórico hacia un modelo más descentralizado en Chile. En la lucha por el dominio político del país que emerja de la nueva Constitución, la batalla por la capital cobra especial relevancia en estos momentos. Orrego gobernará ahora sobre más de un tercio de los ciudadanos del país.
Anteriormente este cargo era designado por el presidente, igual que los otros gobernadores, pero ahora el gobernador de la capital, con renovadas atribuciones, puede suponer un contrapeso importante a la figura presidencial. Orrego, y otros en el futuro, pueden hacer de Santiago un bastión para saltar a la carrera presidencial.
"La tesis de que las fuerzas de centro izquierda son una opción presidencial adquiere un espacio que hasta antes de esta elección no se apreciaba y dibuja un escenario menos polarizado que el de ahora", explicó a EFE el director de la Escuela de Gobierno de la Universidad San Sebastián, Jaime Abedrapo.
Pese a la victoria de la centroizquierda, nadie pierde de vista en Chile que estas elecciones han sido las de menor participación desde la vuelta de la democracia en 1990. Tan solo un 19,6% de los electores acudieron a las urnas. Solo 2,5 de los 13 millones de personas convocadas a las urnas. Muy por debajo del mínimo de 34,9% de las municipales de 2016.
Chile viene arrastrando el problema de la abstención desde que el voto dejó de ser obligatorio en 2012. Desde entonces, y salvo el plebiscito del pasado octubre, ninguna elección ha superado el 50% de participación. En medio de tan pocos votos, cinco candidatos independientes lograron también ganar una gobernación.
Dos de ellos son independientes que se presentaron por su cuenta y tres iban como independientes bajo las siglas de un partido. Elecciones que se entienden por el voto de castigo a las élites políticas del país.
De entre ellos, destacan Krist Naranjo y Rodrigo Mundaca, ambos ecologistas y futuros gobernadores de Coquimbo y Valparaíso, respectivamente.
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