Ocurre a menudo que la realidad política termina pareciéndose a la ficción más absurda. Hay una película norteamericana de 2010, protagonizada por Steve Carell, que es muestra de ello. Es un remake de una comedia francesa del 98, en la cual un grupo de millonarios tiene un concurso anual, donde cada uno debe llevar a la persona más idiota que haya conocido y sentarla junto a las demás en una cena en donde se deja que demuestre su estrafalaria habilidad. Quien haya llevado al participante más tonto, ganará una gran suma y el respeto del círculo de magnates. Obviamente, el filme se llama La cena de los idiotas.
Hoy que los millonarios han impuesto gobiernos corporativos en donde son los grupos económicos, los banqueros y los grandes industriales los que ponen o sacan del camino gobernantes, y además han logrado manipular con sus grandes medios de comunicación mucha de la opinión pública, nos topamos con una época de dirigentes absurdos: Trump, Duque, Bolsonaro, Guaidó y hasta el mismo Maduro, impuesto por Chávez. Antes nos sorprendían personajes como el díscolo expresidente italiano Berlusconi o el charlatán Abdalá Bucaram en Ecuador. Pero tantos juntos, nunca nos había ocurrido.
Ellos están allí cumpliendo su función de enriquecer a sus patrocinadores y hacer monerías para distraer al mundo de su real peligrosidad. Así mismo, han socavado la figura presidencial... es evidente, cualquiera puede ser presidente, dicen en las calles. Sin embargo, son idiotas útiles que tienen la característica de ser manipulables, cumplir órdenes a ciegas, asumir la responsabilidad histórica de la debacle de los países, pero son pragmáticos y saben que, de otra forma, no hubieran soñado jamás con llegar a ese cargo. Si fueran líderes reales, con capacidad crítica, inteligencia y sagacidad, jamás serían elegidos por sus patrocinadores, más bien serían un factor de incertidumbre para sus intereses.
Acudimos a este show mundial que lleva al mundo a un punto sin retorno y a la apuesta de los poderosos de ser quienes comercializarán los últimos recursos de este planeta. Suicidas, nuestra cena de los idiotas real es una tragedia realmente peligrosa... es tanto el poder del marketing, que, a pesar de sus peculiares características, estos sujetos tienen millones de seguidores.
