Aunque ni el señor director de la Policía Nacional, el pintiparado General Vargas, ni mucho menos el señor ministro de Defensa hayan querido admitirlo, cada vez resulta más difícil esconder la verdad de que el descubrimiento de la célula nazi en la Escuela de Policía de Tuluá ha tenido consecuencias internacionales imprevisibles y actitudes locales que empiezan a sonar muy malucas y siembran terror. No fueron solo las durísimas cartas de los embajadores de Estados Unidos, Alemania e Israel que se perdieron en el coro griego, pero muy destemplado del presidente, la vicepresidenta canciller, el ministro de la Defensa y el omnipotentemente uniformado general Vargas. El hecho de que el pasado 4 de diciembre la revista Semana haya publicado una edición especial, de 164 páginas y sin ningún aviso, titulada Atlas del nazismo en América del Sur, demuestra que los grandes capitalistas judíos de Wall Street y de la City de Londres, que sostienen la memoria del holocausto, también han puesto el grito en el cielo y saben que lo de la célula nazi en Tuluá es fruto de raíces y comportamientos peligrosos. Como tal, han considerado que siendo Semana una revista propiedad de los judíos Gilinski, es desde ese balcón que debe recordársele a un país que no vivió la II Guerra Mundial ni el Holocausto, cuales fueron los crímenes de los nazis y así ayudar velozmente a corregir los tentáculos que haya podido haber dejado la célula aparentemente histórica o ridícula de la Escuela de Policía de Tuluá.
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Para el coro destemplado de la Casa de Nariño, Mindefensa y la Policía no es sospechoso que desde enero hayan cambiado la metodología de los homicidios en Tuluá
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Por supuesto, el coro destemplado de la Casa de Nariño, Mindefensa y la Policía ni siquiera han considerado esa posibilidad. Para ellos no es sospechoso que desde enero hayan cambiado la metodología de los homicidios en Tuluá y en lo que va del año ya registren cuatro cabezas cortadas, tiradas a la calle (el lunes fue la última).Ni para ellos, ni para la Fiscalía, tampoco resulta motivo de investigación que de cada 10 asesinatos en Tuluá, dentro de este mismo período, 8 de ellos correspondan a estratos sociales muy definidos y que habitaban zonas donde ha sobrevivido por años la criminalidad. Por supuesto como ese tema no lo asumen. Como tampoco van a transformar de verdad el régimen de las escuelas de policía para que los futuros policías no sean adiestrados en el recuerdo de los prusianos o de los nazis. Como mucho menos van a poner coto a la verdad de puño que todo policía que salga graduado de esas escuelas tengan pignorado sus sueldos por los primeros 100 meses, porque las cooperativas les prestan para suplir los pagos de los implementos que piden a cada uno para ser policías. Obviamente tampoco relacionarán entonces esas obligaciones monetarias con ninguna actitud de los nuevos policías cuando salen a la calle a prestar servicio. Parece un gobierno de gatos: nadie advierte que la estructura es la podrida. Todos están afanados en tapar su propio popó.