Ayer, en redes sociales, más exactamente a través del Facebook de Canal CNC Cartagena, se realizó una publicación de un hombre dicharachero que narraba como un grupo de individuos, en algún rincón del Caribe, mudaban una casa de palma.
Esto me hizo recordar que cuando una casa así se va de muda, no es algo de ahora, sino que viene de tiempos ancestrales cuando los cabildos indígenas, en su mayoría nómadas, se trasladaban de un sitio a otro en aras de sobrevivir ante los impases de un mundo que poco a poco cambiaba.
Luego de ver el video, muy divertido, por cierto, si acaso solo se le podían ver los pies a los hombres atlas que hacían esta travesía de aquella casa que decidió irse de muda. Según lo relatado, la suma ascendió a 60 hombres, o más bien, 60 pies, ya que lo que se alcanza a ver de estos desfiles típicos son precisamente "los pies de la casa".
Jamás deja de sorprender como un gran bohío de palma amarga puede ser transportado por calles o tramos principales y reubicarse entero. Por ende, la relocalización de este tipo de edificaciones es bastante literal, justa y completa, ya que todos quienes viven en la casa adquieren una nueva posición de área.
La mudanza es ardua. Halar cabuya, sacar fuerzas al son de guapirreo y recorrer con casa a cuestas unos 2 o 3 kilómetros, no es algo pa' todo mundo. De manera que cualquiera no está calificado para ser 'mudancero'.
La casa que se fue de muda, la de este video que ví, caminaba acompañada, y en cada tramo, esperaba un nuevo destino, uno ya preparado y demarcado por agujeros de considerable tamaño para alzar sus vigas y continuar siendo tal, en un área nueva.
Pese a tanto (y a una pandemia mundial), la tierra sigue siendo generosa con todas aquellas casas que salen de muda para vivir mejor, por si mismas y por todos a quiénes refugia.
La mudanza de una casa de palma tal como fue construida, es una tradición del Caribe, cuyas evidencias se han visibilizado en Sucre, Córdoba y Cesar, resultante de las comunidades indígenas Zenú y Yukpas.
En Becerril (Cesar), por ejemplo, es magnífico ver como anualmente una casa se va de muda dentro del marco del festival de La Paletilla, conmemorando así las costumbres de éste último grupo ancestral.
Sus habitantes, se esmeran junto a sus familias, en un recorrido casero de muda que abarca toda la vía principal e invita a locales y visitantes a disfrutar cómo es posible celebrar el movimiento, el trayecto y el impulso de tener sobre sí una casa de palma para una familia que finalmente la espera en otro sitio y la necesita finalmente.
Con la casa al hombro, el corazón se pone contento, sin importar el sopor, sofocación y el rubor producido por la multitud, el peso, el calor del sol y la alegría de compartir todos el mismo 'peso'. Para eso, el contrapeso se da con chicha, masato de arroz y si hay festín, aguardiente. Antes del recorrido, el barro se extrae de las paredes y las vigas se desarman. Los contrayentes del recorrido se reúnen, asumen el compromiso e inician marcha al canto de un 'vamos guepaje'.
La casa que se va de muda es sinónimo de enseñanza, en especial, a los más pequeños, porque el invaluable impacto de servir a todos en la comunidad es lo que importa y mas vale.
Los niños, también arrancan, por supuesto, con techos más pequeños y paradas más extensas. Para ellos, la bebida del adulto, es solamente la del adulto.
Finalmente, este video de ayer, aparte que fue bello verlo, me hizo confirmar más que sin estigmas ni estereotipos, le debemos mucho a nuestros ancestros indígenas en la capacidad de cimentar sentidos patrimoniales y de brindar reconocimiento cultural de estas actuaciones tradicionales frente a las huestes modernas del olvido. Como dicen por ahí, una mera estrategia del caracol.
