Son $ 2 mil millones enterrados en una construcción de 700 metros2 que se cae en pedazos a donde ni siquiera su ex esposa y dueña, Martha Dereix, quiere acercarse.
La casa está en el barrio La Castellana de Monteria la ocupó Salvatore Mancuso y su esposa Martha Dereix en 1998. Ya en esa época Ralito, Palmira y Tierralta estaban libres de guerrilla. Sus años de motocrocista habían quedado atrás. Tampoco quedaban vestigios de las clases de Inglés que el “Mono”, como lo han llamado en familia y entre amigos en Monteria, había vivido en Pittsburg, Estados Unidos a donde los mandó don Luis Dereix a mediados de los noventa, cuando la guerra de las Farc arreciaba en Córdoba.
Los Dereix, una familia de origen francés cuyos antepasados habían llegado al Sinu en el siglo XIX atraídos por el negocio de la madera preciosa, eran conocidos de los Mancuso. Hicieron su fortuna devastando bosques de cedro amarillo, caoba, ceiba veteada y carrero, palos finos que salían de las selvas del Sinu y tomaban rumbo Europa, desde Cartagena. Abrieron una finca de 2000 hectáreas que bautizaron Martha Magdalena, que sembraron en cacao y terminaron vendiéndosela al general Pedro Nel Ospina en los años XX, antes de que el líder conservador llegara a la Presidencia. Los Dereix fueron los primeros en llevar a la ciudad el auto, la luz eléctrica y hasta fundaron el primer banco.
La riqueza acumulada se diversificó en varias fincas, que también abrieron a punta de hacha y una de éstas fue El Torno, donde nació Martha Dereix el 16 de febrero de 1964 y pasó sus primeros años hasta que su papá la llevó a la casa esquinera de Costa de Oro en donde conocería a Salvatore. Se casaron a los 18 años y Martha aceptó desde el principio el discreto rol que asumían las mujeres en una Córdoba donde el poder se lograba con el ganado o con los votos: la discreción alrededor de la casa y la crianza de los hijos, tres en el caso de la naciente familia: Jean Louis, Gianluigi y Jean Paul, pero la elegancia y la ostentación la desplegaban en las actividades sociales en el club de Tiro y posteriormente en el Campestre de Montería.
Después de su periplo por Estados Unidos, los Mancuso regresaron en 1995 a la ciudad y al Torno, donde se dio un cambio de vida radical. Ya nunca volvería a ser el mismo. Con la ayuda de su amigo de infancia, el mayor Walter Fratini Lobaccio, discípulo del general Yanine Diaz quien promovió en el Magdalena Medio un modelo paramilitar que no sólo replegó a las Farc sino que entronizó las nacientes autodefensas con sus prácticas violentas. Mancuso comenzó a ser un visitante fluido de depósitos de la Brigada XI de Montería, que convirtió en su segunda casa. Allí recibía entrenamiento y afilaba su puntería en el polígono donde además encontró las razones para armarse y salir a perseguir la guerrilla de las Farc que asolaba a Córdoba.
En 1997 era ya un hombre vestido de camuflado a ciertas horas del dia y el más social de los cordobeses cuando tenía que hacerlo. Atendía junto a su esposa Martha Dereix desde su recién inaugurada casa de 700 metros en el barrio La Castellana. Pero el peso de las relaciones sociales la llevó siempre ella, sobre todo en las ausencias de Salvatore que empezaba a asumir tareas clandestinas lejos de casa.
La casa es el resumen de la vida de los Mancuso, en las buenas y las malas. Allí se destruyó el matrimonio y le cambió la vida a todos. Los vecinos alcanzaban a escuchar los gritos confundidos con el motor de las cuatrimotos con el que alguno de los tres hijos de la pareja exacerbaba los nervios de los vecinos que no se atrevían ni a comentar. Con Salvatore Mancuso nadie se metía porque además eran una especie de héroe que había sacado a plomo a la guerrilla de las fincas en las goteras de la ciudad. Tal era la admiración que bautizaron con su nombre un parque al frente de la gran casa. Pero todo esto forma parte de un pasado que Martha Dereix no quiere recordar porque de allí salió esposada por agentes del CTI el 30 de julio de 2014, rumbo a la cárcel para nunca más volver.
Una casa que vale mucho pero que nadie quiere. La estructura está a punto de caerse y desde que Martha Dereix la abandonó hace ya cinco años, en julio del 2014 cuando la sacaron esposada agentes del CTI que allanaron la residencia, nunca quiso volver. Su casa querida entró a formar parte de los 300 inmuebles de los paramilitares que no han podido ser vendidas. Su valor alcanzaría los $2.000 millones y el dinero estaría destinado a la reparación de las víctimas que dejó la ruta de violencia de Mancuso por la costa norte de Colombia y hasta el Catatumbo.
La casa tuvo una oportunidad única de encontrar un nuevo destino. El 7 de marzo del 2015 el entonces presidente de la República Juan Manuel Santos le entregó las llaves del inmueble a Alba Durango Villadiego, rectora de la Universidad de Córdoba para que le dieran un buen uso. La institución educativa había llegado a estar controlada por el propio Mancuso quien quitaba y ponía rectores, manejaba los recursos de las matriculas a su antojo y fueron asesinados 16 maestros entre 1998 y 2005; además de los once que huyeron del país amenazados y los ocho estudiantes desaparecidos y sobrevivió, pero como una universidad satanizada.
La Universidad conservó la casa durante un año. Allí funcionó un centro de servicios destinado a la formación y capacitación con énfasis especial en las víctimas, además del archivo de memoria histórica la casa, pero los gastos de mantenimiento la ahogaron y obligaron a la rectora a devolverla en agosto del 2016.
La casa terminó habitada por familiares cercanos a testaferros de Mancuso pero hoy está abandonada y su verdadera dueña Martha Dereix no quiere saber nada de ésta. Por el momento ella quiere salvar su pellejo y por esto acudió a la JEP para aportar verdad y aclarar la relación de su exmarido con Emilse Lopez La Gata y conocer la verdadera dimensión de su fortuna. Ha preferido casi que el ostracismo personal, refugiada en un hotel en Montería, donde rumia su pasado y se prepara para decir la verdad y quitarse un pesado peso de encima.