La carta publicada en diferentes medios informativos expresa el deseo de Luis Gustavo Moreno de ser perdonado por sus familiares, amigos, personas cercanas y en última instancia por el resto de la ciudadanía. En este documento, Moreno, detenido por recibir de Alejandro Lyons, otro funcionario corrupto, la suma de 10.000, busca justificar lo que él llama su caída.
En el primer párrafo se hace alusión al autoexamen que debe hacer quien pide perdón, señalando que es una tarea difícil cuyo propósito es comprender el error que se ha cometido. Sin embrago, si lo pensamos un poco, en este caso la tarea no fue tan complicada para Moreno. Seguro al preguntarse cuál fue el error, una voz en su mente le responde, ¡hombre, es que le pediste dinero a un funcionario investigado por múltiples delitos! Esa decisión, que seguro se produjo pocas semanas antes de ser capturado, no implica una gran deliberación. Es posible que Moreno, en su carta, con estas palabras no haga referencia a su acto de corrupción, sino al error que llevó a que lo capturaran. Tal vez ese error si lo tienen reconstruyendo sus pasos.
El segundo párrafo de su misiva corresponde con una breve descripción de una exitosa carrera académica y profesional como abogado. Tal vez, piensa Moreno, que al hacer alusión a su época dorada se atenúan sus faltas, pero no es así. El conocimiento acumulado a través del estudio y la experiencia profesional parecen haberle sido de utilidad al ex funcionario para incurrir en un acto de corrupción. Pues gracias a su conocimiento del derecho y a las relaciones políticas adquiridas en su trayectoria profesional pudo llegar a un cargo tan importante como el que ostentaba en la Fiscalía y, desde allí, intentar desviar las investigaciones contra Lyons.
En el siguiente párrafo, vuelve a disculparse, en esta ocasión exculpando al Fiscal General Nestor Humberto Martínez, quien todavía no da respuestas a las dudas que se han generado en torno a este caso. Como, cuál fue el trato que hizo con el exgobernador de Córdoba, o quiénes recomendaron a Moreno. También, en ese mismo párrafo, Moreno trata de minimizar su falta, mostrándola como una equivocación en la que él simplemente cayó. En apartados como estos vemos la poca sinceridad de la carta, pues un autoexamen riguroso como el que se enuncia en el primer párrafo no puede concluir que un soborno en una simple equivocación. Una equivocación se produce cuando pensamos que algo es verdadero o correcto, pero erramos porque eso que pensamos no lo es. En este caso resulta poco probable que alguien con la formación y experiencia de Moreno hayan pensado que un soborno es algo correcto o que no se hacía un daño grave a la Institución en la que trabajaba al incurrir en él.
Antes de concluir ese apartado de su carta Moreno dice algo que, tal vez es lo único verdadero en su escrito. “Hoy sé que a cualquiera de nosotros le puede pasar”. La dinámica de la política colombiana nos muestra que esto es cierto, pues nuestros funcionarios tienen el país en la quiebra por actos de corrupción. Casos como el de Moreno los vemos a menudo en la prensa, carteles de jueces que cambian sus decisiones para ayudar a los criminales; alcaldes, gobernadores, senadores, concejales involucrados en casos de malversación de dineros, carruseles de contratación, y demás; políticos que cambian votos por puestos de trabajo, etc. En Colombia la corrupción parece estar enquistada en cada una de las instituciones públicas. Pero el sector privado y el ciudadano de a pie no se quedan atrás, los casos de Saludcoop, La triple A, Odebrecht, son ejemplos de lo primero, y la minicorrupción del día a día, en la que un vecino cualquiera busca evitar el pago de una infracción de tránsito dando dinero directamente al policía de turno ilustran lo segundo.
Finalmente, después de afirmar que va a colaborar con la justicia tanto la de EE. UU. como la colombiana, Moreno señala que las propiedades que ha tenido a su nombre, según Caracol.com son 12 entre apartamentos y garajes en Bogotá, son todas fruto de su trabajo durante 10 años. Sin embargo, esto resulta difícil de creer viniendo de su puño y letra, pues después los recientes acontecimientos por él protagonizados, su palabra pierde credibilidad. Por ello tendrán que ser las instituciones que lo investigarán las que digan si es o no cierto lo que afirma sobre sus propiedades.
Esta carta, como lo hemos visto no solo expresa, por parte de Moreno, el hipócrita deseo de ser perdonado, pues su arrepentimiento no es más que el intento de minimizar sus faltas, sino que también adquiriere un carácter indignante, pues al leerla se genera un gran enfado que agrava aún más la ofensa realizada por el funcionario corrupto. Este documento es tal vez comparable con el que escribió Rafael Uribe Noguera, quien en aquella ocasión buscó culpar de lo sucedido a las drogas y al alcohol, como si los actos por él realizados fueran algo normal entre adictos.