La carta de Macron

La carta de Macron

El pasado 13 de enero, el presidente de Francia hizo pública una comunicación dirigida a todos su connacionales a propósito de los últimos hechos ocurridos en el país galo

Por: Juan David Aguilera
enero 18, 2019
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La carta de Macron
Foto: Instagram @emmanuelmacron

La misiva se presenta como la respuesta institucional ante las constantes movilizaciones llevadas a cabo por el movimiento de los Chalecos Amarillos (Gilets Jaunes). No obstante, el tono fraterno y de invitación al diálogo contrasta con los múltiples casos de brutalidad policial registrados hasta hoy desde el inicio del movimiento de indignación ciudadana, en octubre del año pasado.

A continuación se reproduce la traducción de la integridad total de la carta:

Estimadas francesas, estimados franceses, mis queridos compatriotas, en un periodo de interrogantes e incertidumbres como este que atravesamos, debemos recordar quienes somos.

Francia no es un país como los demás.

El sentido de las injusticias está más vivo que en otros lugares. Más fuerte, la obligación de cooperación y solidaridad.

En nuestro país, quienes trabajan financian las pensiones de los jubilados. En nuestro país, un gran número de ciudadanos paga impuesto sobre la renta, a veces pesado, que reduce las desigualdades. En nuestro país, la educación, la salud, la seguridad, la justicia, son accesibles a todos independientemente de la situación y de la riqueza. Las dificultades de la vida, como el desempleo, pueden ser superadas gracias al esfuerzo conjunto.

Es por esto que Francia es, de todas las naciones, una de las más fraternas e igualitarias.

También es una de las más libres, pues cada quien es protegido en sus derechos y en su libertad de expresión, de conciencia, de culto y de filosofía.

Y cada ciudadano tiene el derecho de elegir aquellas y aquellos que lo representarán en el manejo del país, en la elaboración de las leyes y en las grandes decisiones que se deben tomar.

Cada uno comparte el destino de los otros y cada uno es llamado a decidir sobre el destino de todos: es eso la Nación francesa.

¿Cómo no sentir el orgullo de ser francés?

Desde luego, sé que entre nosotros algunos están hoy insatisfechos o molestos porque los impuestos son para ellos demasiado altos, los servicios públicos distantes, porque los salarios son muy bajos para que algunos puedan vivir dignamente del fruto de su trabajo, porque nuestro país no ofrece las mismas oportunidades de prosperar según el lugar o la familia de donde se venga.

Este anhelo yo lo comparto. La sociedad que nosotros queremos es una sociedad en la cual, para tener éxito, no debería haber necesidad de relaciones o de dinero, sino de esfuerzo y de trabajo.

En Francia, así como en Europa y en el mundo, no solo una gran preocupación, sino también un gran desconcierto se han apoderado del ánimo de los ciudadanos. Frente a esto nos corresponde responder con ideas claras.

Pero para lograrlo hay una condición: no aceptar ninguna forma de violencia. No acepto la presión y el insulto, por ejemplo, hacia quienes fueron elegidos por el pueblo; no acepto la acusación general de, entre otros, los medios, los periodistas, las instituciones y los funcionarios. Si todo el mundo agrede a todo el mundo, la sociedad se deshace.

Para asegurar que las esperanzas predominen sobre los miedos, es necesario y legítimo que nos reformulemos juntos las grandes preguntas sobre nuestro porvenir.

Es por esto que propongo y lanzo hoy un gran debate nacional que se desarrollará hasta el próximo 15 de marzo.

Desde hace algunas semanas, los alcaldes abrieron sus alcaldías para que ustedes puedan allí manifestar sus expectativas. Recibí los primeros comentarios que pude tener en cuenta. A partir de ahora, vamos a entrar en una fase más amplia y ustedes podrán participar en debates cerca de sus hogares o expresarse a través de internet para hacer valer sus propuestas e ideas. En El Hexágono, en la Francia de ultramar y junto a los franceses que viven en el exterior. En los pueblos, los caseríos, los barrios, en la iniciativa de los alcaldes, de los representante electos, de los dirigentes de asociaciones o simplemente de los ciudadanos… En las asambleas parlamentarias, como en las regionales o departamentales.

Los alcaldes tendrán un papel fundamental pues son ellos sus representantes públicos y, por lo tanto, el intermediario legítimo de la expresión de los ciudadanos.

Para mí no hay preguntas prohibidas. No estaremos de acuerdo en todo, es normal, esa es la democracia. Pero al menos mostraremos que somos un pueblo que no tiene miedo de hablar, de discutir, de debatir.

Y posiblemente descubriremos que podemos ponernos de acuerdo, mayoritariamente, más allá de nuestras preferencias, más a menudo de lo que creemos.

No he olvidado que fui elegido por un proyecto, por grandes orientaciones a las cuales permanezco fiel. Aún pienso que se debe devolver a Francia su prosperidad para que pueda ser generosa, pues lo uno va con lo otro. Aún creo que la lucha contra el desempleo debe ser nuestra gran prioridad, y que, antes que nada, el empleo se genera en las empresas, por lo tanto es necesario darles los medios para desarrollarse. Aún pienso que debemos reconstruir una soberanía industrial, digital y agrícola, y para ello, invertir en el conocimiento y la investigación. Aún considero que debemos reconstruir una escuela de la confianza, un sistema social renovado para proteger mejor a los franceses y reducir las desigualdades. Aún creo que el agotamiento de los recursos naturales y el cambio climático nos obligan a reformular nuestro modelo de desarrollo. Debemos inventar un nuevo proyecto productivo, social, educativo, ambiental y europeo, más justo y más eficaz. En estas grandes orientaciones mi determinación no ha cambiado.

Pero también pienso que de este debate puede salir una clarificación de nuestro proyecto nacional y europeo, nuevas maneras de afrontar el porvenir, nuevas ideas.

Deseo que en este debate, la mayoría de los franceses, la mayoría de ustedes, puedan participar.

Este debate deberá responder a preguntas esenciales que han surgido estas últimas semanas. Por esta razón, con el gobierno, hemos seleccionado cuatro grandes temas que abarcan en gran medida los retos de la Nación: los impuestos y los gastos públicos, la organización del Estado y los servicios públicos, la transición ecológica, la democracia y la ciudadanía. En torno a cada uno de estos temas, propuestas y preguntas son expresadas de ahora en adelante. Quiero formular algunas de estas que no desgastan el debate, mas me parecen vitales en nuestras preguntas.

El primer tema trata sobre nuestros impuestos, nuestros gastos y políticas públicas.

El impuesto está en el fundamento de nuestra solidaridad nacional. Es quien financia nuestros servicios públicos. El impuesto provee el salario de los profesores, los bomberos, los policías, los militares, los magistrados, las enfermeras y todos los funcionarios que trabajan a su disposición. Permite destinar prestaciones sociales a los más frágiles así como financiar grandes proyectos para el futuro, nuestra investigación, nuestra cultura, o el mantenimiento de nuestra infraestructura. Es también el impuesto el que permite regular los intereses de la importante deuda que nuestro país ha adquirido con el tiempo.

Pero los impuestos, cuando son demasiado altos, privan a nuestra economía de los recursos que podrían invertirse útilmente en las empresas, creando así empleo y crecimiento. Y privan a los trabajadores del fruto de sus esfuerzos. No cambiaremos las medidas que tomamos para corregir esto con el fin de estimular la inversión y hacer que el trabajo produzca más. Estas acaban de ser votadas y apenas comienzan a mostrar sus efectos. El parlamento las evaluará de manera transparente y con la perspectiva apropiada. Al mismo tiempo nosotros debemos interrogarnos para ir más lejos.

¿Cómo se podría volver más justo y más eficaz nuestro sistema fiscal?, para ustedes ¿qué impuestos habría que disminuir?

Nosotros no podemos continuar con la disminución de impuestos, cualquiera que sea, sin bajar el nivel global de nuestro gasto público.

¿Cuáles son las economías que les parece primordial llevar a cabo?

¿Es necesario eliminar algunos servicios públicos que estarían rebasados o serían demasiado costosos en relación con su utilidad? En contraste, ¿ven ustedes nuevas necesidades de servicios públicos?, ¿cómo financiarlos?

Nuestro modelo social también está en tela de juicio. Algunos lo consideran insuficiente, otros, demasiado costoso debido a las contribuciones que pagan. La eficacia de la formación, así como de las oficinas de empleo es frecuentemente criticada. El gobierno ha comenzado a responder a esto, luego de largas concertaciones, a través de una estrategia para mejorar nuestro sistema de salud, para luchar contra la pobreza y el desempleo.

¿Cómo organizar de una mejor manera nuestro pacto social?, ¿qué objetivos definir en primer lugar?

El segundo tema frente al cual debemos tomar decisiones es la organización del Estado y de las entidades públicas.

Los servicios públicos tienen un costo, sin embargo son vitales: escuela, policía, ejército, hospitales y tribunales son indispensables para nuestra cohesión social.

¿Hay demasiadas escalas administrativas o niveles en las entidades locales? ¿Es necesario descentralizar y dar más poder de decisión y de acción cercana a los ciudadanos?, ¿en qué niveles y para cuáles servicios?

¿Cómo quisiera usted que el Estado esté organizado y cómo puede mejorar su accionar? ¿Debemos hacer una revisión del funcionamiento de la administración?, ¿cómo hacerlo?

¿Cómo pueden mejorarse el Estado y las autoridades locales para responder más eficientemente a los desafíos de nuestros territorios más vulnerables?, ¿qué se propone?

La transición ecológica es el tercer tema esencial para nuestro porvenir.

Me comprometí con objetivos de preservación de la biodiversidad, de lucha contra el calentamiento global y contaminación del aire. Hoy, nadie discute la imperiosa necesidad de actuar rápido. Entre más tardemos en hacerle frente, más dolorosas serán estas transformaciones.

Hacer la transición ecológica permite reducir los gastos correspondientes al combustible, a la calefacción, a la gestión de residuos y al transporte. Pero para lograr esta transición, es necesario invertir masivamente y acompañar a nuestros conciudadanos de más bajos recursos.

Es necesaria una solidaridad nacional para que todos los franceses puedan alcanzar esto.

¿Cómo se financia la transición ecológica?, ¿con impuestos y contribuciones?, ¿cuál debería considerarse prioritariamente?

¿Cómo hacemos accesibles a todos las soluciones concretas, por ejemplo, para cambiar la vieja olla o el carro antiguo? ¿Cuáles son las soluciones más simples y más admisibles en el plano financiero?

¿Cuáles son las soluciones de transporte, vivienda, calefacción y alimentación que deben ser concebidas mejor a nivel local que nacional? ¿Qué propuestas concretas harían para acelerar nuestra transición ambiental?

La pregunta sobre la biodiversidad también ante todos nosotros.

¿Cómo debemos garantizar científicamente las decisiones que tenemos que tomar en cuanto a esto? ¿Cómo comunicar estas decisiones en la esfera europea e internacional para que nuestros agricultores y empresarios no se vean afectados respecto a sus competidores extranjeros?

En conclusión, es evidente que el periodo que nuestro país atraviesa, muestra que necesitamos volver a dar más fuerza a la democracia y a la ciudadanía.

Ser ciudadano, es contribuir en las decisiones acerca del futuro del país por medio de la elección de representantes a nivel local, nacional o europeo. Este sistema de representación es la base de nuestra República, pero debe ser mejorada ya que muchos no se sienten representados luego de las elecciones.

¿Es necesario reconocer el voto en blanco?

¿Es necesario volver obligatorio el voto?

¿Cuál es la proporción correcta en las elecciones legislativas para una representación más justa de todos los proyectos políticos?

¿Se debe, y en qué proporción, limitar el número de parlamentarios u otras categorías de funcionarios públicos?

¿Qué papel deben desempeñar nuestras asambleas, entre las cuales: el Senado y el Consejo Económico, Social y Ambiental, para representar a nuestros territorios y a la sociedad civil?

¿Hay que transformarlos?, ¿cómo?

Asimismo, una gran democracia como Francia debe estar en condiciones de escuchar más a menudo la voz de sus ciudadanos.

¿Qué cambios desean para hacer la participación ciudadana más activa, la democracia más participativa?

¿Es necesario vincular más, y directamente, a los ciudadanos no electos, por ejemplo seleccionados por sorteo, en las decisiones públicas?

¿Se debe incrementar el apoyo a los referéndums? y ¿quién tiene que tener la iniciativa?

¿La ciudadanía es también el hecho de vivir juntos?

Nuestro país siempre ha sabido acoger a aquellos que huyen de la guerra, de la persecución y buscaron refugio en nuestro territorio: es el derecho al asilo, el cual no debería ponerse en tela de juicio. De la misma manera nuestra comunidad nacional siempre ha estado abierta a quienes, nacidos en otro lugar, eligieron a Francia en búsqueda de un mejor futuro: también es así como se ha construido. No obstante, esta tradición se encuentra hoy fustigada por tensiones y dudas concernientes a la inmigración y a las fallas de nuestro sistema de integración.

¿Qué proponen para mejorar la integración de nuestra nación? En materia de inmigración, una vez nuestras obligaciones de asilo completadas, ¿desean que podamos fijarnos objetivos anuales definidos por el Parlamento?, ¿qué proponen para responder a este desafío que va a permanecer?

El tema de la laicidad es aún en Francia tema de importantes debates. La laicidad es el valor primordial para que puedan vivir juntas, con buenas relaciones y armonía, las diferentes convicciones, religiosas o filosóficas. Es sinónimo de libertad pues permite a cada uno vivir según su criterio.

¿Cómo reforzar los principios de la laicidad francesa en la relación entre el Estado y las religiones de nuestro país? ¿Cómo garantizar el respeto de todos hacia la comprensión recíproca y los valores intangibles de la República?

En las semanas que vienen, los invito a debatir para responder estas preguntas determinantes para el futuro de nuestra nación. También deseo que ustedes puedan, más allá de estos temas que les propongo, mencionar cualquier asunto concreto del cual tengan la impresión que podría mejorar nuestro diario vivir.

Este debate es una iniciativa inédita, de la cual tengo la firme voluntad de sacar todas las conclusiones. No es una elección, ni un referendo. Es su punto de vista, que corresponde a su historia, a sus opiniones, a sus prioridades, lo que de esto se espera, sin distinción de edad ni de condición social. Considero que consultar de esta manera a los ciudadanos, es un gran paso hacia adelante para nuestra República. Para garantizar la libertad de expresión, quiero que esta consulta sea organizada con total independencia, y esté enmarcada en todas las garantías legales y de transparencia. Es de esta manera que espero transformar con ustedes los enojos en soluciones.

Por lo tanto, sus propuestas permitirán construir un nuevo acuerdo para la nación, estructurar la acción del gobierno y del parlamento, así como la position de Francia a nivel europeo e internacional. Yo, directamente, les daré cuenta de esto, el mes siguiente al fin del debate.

Estimadas francesas, estimados franceses, mis queridos compatriotas, deseo que la mayor parte de ustedes pueda participar en este gran debate con el fin de contribuir al futuro de nuestro país.

 

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