Luigi Echeverri, el exgerente de la campaña de Iván Duque y cuyo padre fue el gran dirigente empresarial Fabio Echeverri Correa, el 7 de noviembre publicó una carta que alerta al sector privado del posible arribo de la izquierda al poder. No hace mucho, también por medio de una misiva, cuestionó la entrevista que El País de España le hizo al senador Iván Cepeda. En está ocasión, teniendo muy en cuenta la contienda electoral del 2022, arremetió contra la oposición que quiere tumbar al presidente, acusándola de querer promover el fracasado modelo económico que hoy tiene en la bancarrota a Venezuela y a los países que han optado por él. Hace un llamado para que el empresariado y los medios de comunicación se unan en la defensa de una democracia que, según mi modo de ver las cosas, necesita ser limpiada cuanto antes.
Si le pide al 5% que se queda con la riqueza de los colombianos la creación de un frente común, no es por otra cosa que por un simple miedo o porque se comprende que las cosas ya no pintan igual para el que fue el rey del voto popular en el país: Álvaro Uribe Vélez. Las cartas que escribe, si se analiza bien su discurso, dejan ver la preocupación de una colectividad que en el fondo se siente derrotada. Pero cómo no sentirse así con todo lo que está padeciendo: un presidente débil e incompetente, la cabeza visible del partido sufriendo los embates de la justicia y la desconfianza de un pueblo inconforme. Por todo esto resulta normal que hoy se inste a la oligarquía a defender sus viejos intereses, y que sea el hijo de un exdirigente de la Andi el que alerte el peligroso discurso socialista que hoy se hace fuerte en algunos sectores de la realidad nacional.
Creo que Luigi Echeverri no exagera cuando habla del populismo que se quiere imponer en la futura presidencia, puesto que esa es la visión política que está absorbiendo la insatisfacción de una clase obrera maltratada: un malestar social que como buen patricio no alcanza a dimensionar o a explicar con un discurso menos oligarca. Quizá por eso desconoce que los que marchan pacíficamente están cansados de tanta corrupción gubernamental, como también de uno salarios indignos y de un sistema social en donde el 2% de la población logra progresar. En una sociedad tan desigual es común que haya inconformidad, y que alguien bien zorro se convierta en el intérprete de ese enojo colectivo que hoy no confía en la gente que democráticamente se ha hecho con el poder.
Dice Echeverri que “el problema no es la jaula, sino los pájaros”. Hay que recordarle que si los pájaros se revelaron no es por otra cosa que por el mal gobierno y por la desazón de vivir en un país de ladrones de cuello blanco. Simplemente no que quiere aceptar que el bobo ya despertó, y que el vivo quiere que siga siendo bobo para seguir explotándolo. Su misiva representa el afán de una clase dirigente que no está a favor del cambio, porque lo único que le interesa es mantenerse en la cumbre del poder para no perder sus privilegios, los cuales recuerdan a las viejas sociedades feudales que dominaron al mundo medieval. Sabe que en el 2022 posiblemente sea otro el que mande, y que esta vez no hay artimaña que pueda impedir la voluntad de un pueblo que no está dispuesto a dejarse robar.