El pasado 28 de noviembre se corrió entre Bogotá, Guatavita y Guasca, el evento llamado L’étape Colombia by Tour de France. Esta es una prueba de ciclismo aficionado que se realiza a nivel mundial, y que en Colombia ya se ha corrido anteriormente por rutas antioqueñas con buena participación.
Este año, para el recorrido en Cundinamarca se inscribieron más de 1.800 ciclistas aficionados para disfrutar de una carrera como si estuvieran en una gran vuelta; para ello, dependiendo de la fecha en la que se hubiesen inscrito, pagaron hasta medio millón de pesos.
Dada la calidad y el reconocimiento de esta competición, cientos de atletas de otras regiones viajaron con su bicicleta para hacer parte de este pequeño tour; corredores aficionados de la costa atlántica, Antioquia, Valle y Boyacá, entre otros, querían disfrutar de las carreteras y los paisajes de la sabana bogotana de forma segura y sintiéndose corredores world tour por un día, es decir, con acompañamiento mecánico y con la vía cerrada para automotores (ya fuese en la distancia de 126, 96 o 55 kilómetros, todas con salida y llegada en Bogotá).
Sin embargo, todo fue decepción para los competidores. Apenas un día antes del evento, la organización —por medio de sus redes sociales— informó a los inscritos que la ruta sería modificada por “circunstancias relacionadas con el orden público y factores adversos ligados a esta situación”, mediante un comunicado firmado por Yves Milliere, organizador de L’etape Colombia.
Nunca quedó en claro a qué se referían específicamente con estas “circunstancias” y no se explicaba qué parte del trazado se vería afectado. Además, la apertura de La feria, o como los organizadores la llaman “Le village”, donde se hacía entrega de los kits de carrera, estaba anunciada a partir del viernes 26, por ello, algunos ciclistas de otras regiones adelantaron su viaje para esa fecha.
No obstante, se llevaron la ingrata sorpresa de que la feria no estaría abierta ese día, sino desde el sábado 27. Esto se comunicó recién el mismo viernes 26 en redes sociales, y en la página web (guía de información para muchos participantes) no hubo actualización de dicha información.
Finalmente, el recorrido fue recortado a 76 km (la mitad de lo planeado), pasando por las mismas locaciones que se habían planteado desde el comienzo, lo que hacía menos transparentes las razones para haber cambiado la distancia y dejar el trazado en consecuencia solo “de ida” con final en el Alto de la cuchilla, un páramo a 12 kilómetros del municipio de Guasca y a más de 50 kilómetros de Bogotá (los organizadores prometieron entonces buses y transporte de bicicletas para el retorno a Bogotá de los corredores).
Ya en competencia las desafortunadas sorpresas continuaron: La carretera no estuvo cerrada en su totalidad y por tramos se vieron carros y motos invadiendo la ruta y poniendo en riesgo a los competidores. Los que tuvieron averías mecánicas se quejaron de la falta de acompañamiento, la hidratación fue pobre, solo había productos del patrocinador, pero no se contaba con agua; tampoco había hidratación en la llegada y solamente se recibía a los deportistas con un pequeño bocadillo, única alimentación recibida en toda la carrera.
En la meta, los atletas que ya cansados del ascenso querían volver a Bogotá, fueron informados que tendrían que hacer el descenso de 15 kilómetros hasta la glorieta Guasca-Guatavita donde encontrarían los buses.
La siguiente fue lo peor de todo: adolescentes con chaquetas naranjas del operador logístico, ubicados en tal glorieta, anunciaban que ya no había cupo en buses ni camiones para hacer el traslado de vuelta a Bogotá, por lo que muchos ciclistas tuvieron que llamar a familiares o amigos para rescatarlos del agotamiento lejos de la ciudad, o tomar una flota con bicicleta al hombro, para emprender el retorno.
Los que tuvieron la suerte de tener cupo en los poquísimos buses, vieron cómo apilaban sus valiosas bicicletas dentro de un furgón sin ninguna adaptación para el transporte de los velocípedos.
Para rematar, la empresa encargada de tomar y cargar las fotografías en su plataforma no ha dado pie con bola, o más bien, pie con pedal, y luego de anunciar que las fotos ya estaban listas para descargar, han presentado múltiples fallas que suma otra frustración.
La organización de la carrera no ha dado más explicaciones de por qué hubo tantos fallos en logística, operación y comunicación, y recién el martes, casi escondido dentro de un comunicado de agradecimiento, lamentaron tímidamente los “impases presentados”, mientras concentraron sus esfuerzos en borrar todos los comentarios negativos, quejas y reclamos que los participantes hacían en cada una de sus publicaciones en redes sociales.
Al final quedó la sensación de haber pagado medio millón de pesos por una camiseta y una caramañola, un total fraude.