El espectáculo mediático que hizo Enrique Peñalosa con los técnicos del Teatro Jorge Eliécer Gaitán y la vendedora ambulante Ana Isabel Hernández, contiene su concepción neoliberal de la caridad. No es gratuito que las vallas, los paraderos de bus, estudiantes y todas las instituciones estén en estos días pintadas de color azul, el mismo que evoca al dios con nosotros, la única verdad y por supuesto una alegoría a los partidos conservadores y a la ultraderecha mundial. Por ende, me atrevo a aseverar que Peñalosa le da un tratamiento a la pobreza desde una ética protestante muy cercana a la promulgada por Martín Lutero, sin dejar atrás el cristianismo romano tardío. Claramente Bogotá sufre un revés histórico en lo concerniente al respeto por los derechos humanos.
Debemos recordar que en febrero Peñalosa inauguró su alcaldía desalojando a cientos de vendedores ambulantes, -una muestra de su poderío ante la ciudad que juró recuperar- en esa revuelta la señora Ana Isabel Hernández lo abordó en el centro de la ciudad para reclamarle por los atropellos de la policía y el ESMAD. Además, le pidió explicaciones sobre el futuro laboral de los vendedores. El mandatario intentó balbucear una frase sin sentido, pero no encontró mejor respuesta que ignorarla. En pocas horas el escándalo alcanzó medidas épicas. De allí, que el equipo de Peñalosa se diera a la búsqueda desesperada de la vendedora, para ofrecerle prebendas, con el ánimo de cambiar la percepción de la opinión pública sobre su desalmada actuación. Peñalosa no se disculpó, al contrario, por medio de una vil extorsión obligó a Ana Isabel, para que ella fuese quien suplicara perdón, se tomaron fotos, se dieron abrazos y santo remedio, los medios de comunicación oficiales mostraron al alcalde como la víctima. Por supuesto que los regalos prometidos nunca llegaron, la señora se arrepintió de prestarse para semejante show y como resultado fue excluida por sus colegas y amenazada de muerte. Obviamente la alcaldía no hizo nada para protegerla y es el momento que no se sabe nada de ella.
Por otro lado, desde hace un mes se inició una presión por parte de actores de televisión y artistas de la ciudad, para que Peñalosa no echara del puesto de trabajo a los técnicos del teatro Jorge Eliécer Gaitán, por pertenecer a la planta temporal nombrada por Gustavo Petro. Dichas acciones de resistencia tuvieron un efecto positivo y Peñalosa se comprometió a contratarlos en la planta permanente del Distrito. Sin duda alguna, un gran logro para la cultura de la ciudad, para las familias de estas personas y sus amigos, ojalá que lo cumpla y no ocurra lo mismo que con la señora Hernández. Empero, en contraprestación a este gesto caritativo, la alcaldía realizó un vídeo reivindicativo, donde estos trabajadores agradecen al filo del llanto, por el favor que el nuevo alcalde les va hacer tras permitirles estar en sus cargos.
Dos casos emblemáticos que al parecer no tienen conexión alguna, pero que mirando analíticamente, son radiografías humanas de la masacre laboral que comete Enrique Peñalosa; toda una violentación a un derecho fundamental humano, me refiero al del trabajo. Más allá de la argumentación técnica de la alcaldía frente a la finalización de los contratos y de la impertinencia de la planta temporal, se esconde una cacería de brujas, como lo denunciaron algunos desempleados en Caracol Noticias, al llegar el final de los contratos los trabajadores fueron reunidos por los coordinadores y directores del gabinete de Peñalosa y argumentaron que su salida: “se debe a que esos cargos son cuota política del anterior gobierno”. Además, en las distintas instituciones se han nombrado asesores que se dedican a revisar minuciosamente las hojas de vida, las redes sociales y toda información que conduzca a desenmascarar algún vinculo ideológico o político de los actuales contratistas con el petrismo.
En este punto me pregunto ¿será que las miles de víctimas de Peñalosa, se robaron la plata de sus contratos? ¿Será que no iban a trabajar? ¿o eran pésimos en su desempeño? Claro que no, es gente de a pie, que deben trabajar para subsistir, en su mayoría gente joven y preparada que vencieron el flagelo de la pobreza. Sin embargo se ven arrollados por el despotismo y la exclusión social. Haciendo una mirada externa, los resultados saltan a la vista. Las medidas severas que tomó el actual alcalde tienen a Bogotá con la tasa más alta de desempleo vista en los últimos tres años. Según el DANE, la cifra asciende a 479 mil bogotanos afectados y se espera que desde este mes hasta el final del año las contradicciones se profundicen, ya que de manera escalonada, en los meses de agosto, noviembre y diciembre saldrán otros miles de trabajadores. Para enero de 2017 tendremos un panorama completo de la afectación causada por Peñalosa, en su afán de eliminar o convertir a su doctrina a los supuestos enemigos internos.
Volviendo al tema, los actos de caridad de Enrique Peñalosa son similares a los tratos que recibían los pobres en la época de la patrística en Roma, ya que el alcalde encarna el papel de señor pudiente o de un obispo cristiano que requiere tener clientela de pobres, para que le supliquen por sus derechos –al trabajo- y le rindan pleitesía -los contratistas agónicos- y cuándo llegue el momento apoyen las ambiciones políticas de su benefactor – fotos y vídeos de desagravio o votos electorales-.
En un segundo momento, identificó similitudes con el sistema de valores de la Reforma, dónde se fundamenta la idea de la predestinación. La prosperidad económica es símbolo de redención y la pobreza de desagrado divino. En este caso Peñalosa se presenta como dios mismo, definiendo quién se salva y a quién se castiga, en consecuencia encontramos afirmaciones tan rapaces como: “Bogotá no es para los que quieran vivir en ella sino para los que puedan” en este sentido el desplazamiento forzado y todo el fenómeno del pos acuerdo no cabría en la capital colombiana, peor aún las 785.000 habitantes que están en pobreza extrema deben abandonar la ciudad, eso sin contar los no censados o el 75% de los bogotanos que son de clase media baja, más cercana a la baja que a la medía y tienen serias dificultades para sobrevivir.
Es así, como la providencia peñalosista y su plan de desarrollo -que es más cercano a un plan maestro de ventas- busca acabar los programas sociales -con los que se ha favorecido a miles de bogotanos en condición de vulnerabilidad, -descartando la seguridad social como parte de los deberes gubernamentales-. Y qué decir de los habitantes de la calle del Bronx que están en condición de desplazamiento interno, para los cuales la alcaldía encontró la solución en la represión, desechando programas preventivos como el CAMAD y olvidando que estamos frente a una enfermedad pública, que ha sido provocada por la corrupción del Estado en manos de policías, militares, políticos, narcotraficantes y paramilitares. Los cabecillas de estas organizaciones criminales ya están huyendo y seguramente no se utilizara a la firma de relaciones públicas y comunicaciones estratégicas The Rendon Group para perseguir y desarticular estas estructuras, como sí lo hizo -utilizando recursos públicos- para recrear su show mediático durante el último mes y cediendo estos terrenos para proyectos de urbanización. Habrá que ver quiénes serán los verdaderos favorecidos de este cañazo.
Para rematar, cada vez que se cuestionan sus decisiones sobre la venta de bienes públicos, Peñalosa responde cínicamente que no le importa las críticas ni la opinión de la ciudadanía, porque él, como dios impoluto y templo de la sabiduría, tiene la capacidad de conocer todos los recovecos de los sectores sociales y de la administración de las secretarías e institutos de la alcaldía, en pocas palabras es omnisciente y por eso tiene en sus manos y su corto criterio el futuro de los más de nueve millones de bogotanos. Craso error del personalismo característico de la política tradicional y grave peligro para la población que se hunde entre de la desigualdad, el desempleo y la pobreza.
Ojalá que este texto llegue a manos de Peñalosa y le cause alguna reflexión o por lo menos escozor. Pero más importante aún, es que los bogotanos no permitamos que el miedo nos gobierne, evitando que nuestra ciudad termine como la vida de la señora Rubiela Chivara, en la autopista norte el pasado 19 de enero y lamentablemente recoja nuestros restos primero el ESMAD que una ambulancia o el CTI. Hagamos valer nuestro derecho a la ciudad, la alerta se encendió