EXISTEN PROPUESTAS DE DIFÍCIL CUMPLIMIENTO; son promesas que hacen parte del ideario que se ventila al calor de una fulgurante campaña o son parte de un serio y estudiado programa de gobierno. A la hora de entrar a gobernar el favorecido por el voto popular, se encuentra con decenas de variables, que hacen que su promesa se convierta en algo inviable o técnicamente imposible de cumplir. Se cumple la sentencia que reza: "La campaña se hace en poesía y se gobierna en prosa".
En este momento, a 45 días de haber comenzado su mandato de cuatro años, le está ocurriendo exactamente lo mismo al presidente Gustavo Petro. El pedido colectivo era acabar con la polarización, que deliberadamente acentúan sectores de derecha como el escenario ideal para su supervivencia y manipulación política. Es un modus vivendi prefabricado, pensando en establecer el ansiado estado de opinión y con el aspirar a remplazar los valores que rigen como pilares de toda democracia.
Como respuesta a lo anterior, siempre se ha pensado en "la unidad nacional", una figura que funciona como llave de desfogue, en los casos en que la histórica violencia llega a su punto de inflexión; así sucedió en el pasado con el nefasto Frente Nacional: una antidemocrática alternatividad en el poder, ejercido por el bipartidismo conservador y liberal, que empezó en 1958 con Alberto Lleras Camargo y terminó en 1974 con Misael Pastrana Borrero. Dieciséis años repartiéndose equitativamente el poder.
Juan Manuel Santos también invocó la figura de la Unidad Nacional y convocó a los partidos tradicionales. Estos le ayudaron a lograr la gobernabilidad en el Legislativo. Santos lo logró y sacó el proceso de paz adelante, aunque a posteriori haya existido toda suerte de palos en la rueda para malograr la implementación.
Petro ya elegido, lo primero que hizo fue invocar la Unidad Nacional para sacar adelante su caudal de reformas propuestas. Si por unidad se entiende lograr la gobernabilidad efectivamente lo ha logrado, teniendo a su favor los partidos declarados de gobierno en un 70 % del Congreso. Ostensiblemente es una unidad alrededor de unos intereses predeterminados y pegados con babas, pero al final es el fruto de su liderazgo en la paz total y el cambio climático. De otro lado, una oposición debilitada y sin ninguna autoridad moral en su gran mayoría.
Indudablemente, el capitán del barco, por más experimentado y bueno que sea, debe contar con la ayuda y empatía de un poder superior para llevar la nave a un feliz puerto. El incremento a la gasolina y su justificación se encuentra sobrediagnosticada; es algo que si no se hace junto con la reforma tributaria, el gobierno Petro tendría dificultades para cumplir con gran parte de lo prometido en campaña.
Existe algo más audaz que conspira a favor de las dificultades en prosa: se llama la inflación. En la actual coyuntura mundial es la inflación la que actúa como un gran conspirador y dinamizador del desprestigio gubernamental. La inflación posiblemente va a menoscabar rápidamente los grandes propósitos de un gobierno bien intencionado como el actual. Nada fácil explicarle a la gente estas complejidades exógenas que golpearan la billetera y el estómago de los desfavorecidos.
Es imposible contar con una mayor oposición al gobierno y una fuerza que lo desprestigie más, que esa terrible y diabólica fuerza inflacionaria, qué además de enriquecer más a los ricos y empobrecer más a los pobres actúa de manera inclemente. Y mientras tanto... la derecha ríe maliciosa porque encontró al diablo que hará su trabajo... Así es la vida.
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