El 9 de marzo de 2015, durante la administración de Barack Obama, siendo Joe Biden vicepresidente de Estados Unidos se declaró una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y a la política externa causada por la situación de Venezuela. Eso sin contar con el agravamiento catastrófico que ha sufrido el pueblo del vecino país después de más de 5 años, con 6 millones de refugiados y el 96% de la población en la pobreza. Así pues, Nicolás Maduro, principal causante de todas las calamidades que sufre la nación vecina, no debería ser tan desvergonzado pidiendo diálogos con Biden, ni hacerse ilusiones con el próximo inquilino de la Casa Blanca.
Históricamente, los gobiernos del Partido Demócrata se han caracterizado por hacer énfasis en los derechos humanos, por lo tanto esperar un acercamiento entre Washington y Caracas, sin que haya cambio de gobierno en Venezuela, es algo absolutamente imposible; máxime ante las acusaciones de la ONU, al señalar que las fuerzas de seguridad venezolanas han cometido violaciones sistemáticas de los derechos humanos, en donde se indican los delitos cometidos por el régimen como de lesa humanidad y se responsabiliza directamente a Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Néstor Reverol (ministro del Interior) y Vladimir Padrino (ministro de Defensa), incluyendo además a los jefes de los servicios de inteligencia, junto a otros 45 funcionarios de la camarilla comunista venezolana.
A lo anterior se debe agregar que hace muy pocos días la fiscal de la Corte Penal Internacional afirmó que cree que en Venezuela se han cometido crímenes de lesa humanidad, considerando esa entidad una segunda fase para la apertura de un juicio. Lo anterior en vista de que hay fundamentos que violan el Estatuto de Roma, y dichos delitos son de competencia de la CPI. Sin embargo, de ninguna manera se puede pasar por alto que el gobierno cubano que tiene a Venezuela como su colonia, no en vano es el que envía esbirros expertos en torturas y asesinatos, por lo que la CPI debería investigar también a La Habana.
Por esta razón, se deduce que las sanciones que le aplicó el gobierno de Donald Trump a Caracas seguirán vigentes en el gobierno de Joe Biden, destacándose que EE. UU. le dejó de comprar en 2019 petróleo a Venezuela, lo que representaba el 98% de las divisas en exportaciones. Esto fue prácticamente una estocada mortal a la industria petrolera venezolana, subrayando que el orate de Hugo Chávez fanfarroneaba hace algunos años con el petróleo, chantajeando a Estados Unidos con no venderle (los mamertos colombianos lo aplaudían).
Así que la camarilla comunista venezolana no va a tener vida con el gobierno demócrata de Joe Biden, y siguiendo la receta del engendro marxista continuará culpando a los demás de su estruendoso fracaso con el proyecto del socialismo del siglo XXI, castrochavismo o comunismo, siendo todo eso es lo mismo. Por esto hay que solidarizarse plenamente con el pueblo venezolano que lleva casi veintidós años de esclavitud política, bajo el látigo del marxismo-leninismo, que con sus prácticas supersticiosas y violentas ha envilecido naciones, buscando además que a futuro Colombia caiga en su trampa con la fábula del “cambio” y otros trucos con los que pretende tramar a la población (usando diferentes movimientos y partidos políticos para ocultar su catadura comunista totalitaria).
Chávez, cuando estaba vivo, y Maduro han repetido como cotorras la invención sobre una supuesta invasión a Venezuela por parte del “imperio”, algo que les enseñó Fidel Castro, quien durante 55 años vivió diciendo que había que estar preparados en Cuba para una intervención “imperialista”; cosa que nunca sucedió, ni siquiera cuando se cayó el Muro de Berlín y desapareció la URSS, pues como lo hemos dicho en otras oportunidades eso es gastar pólvora en gallinazo. Igual pasa con el régimen de Venezuela, país que la mayoría de población norteamericana no sabe ni dónde queda.
Según Chávez, Venezuela tenía reservas petroleras para dos siglos, pero en muy pocos años el petróleo será reemplazado por energías alternativas y el país vecino se podrá quedar con su riqueza petrolera por toda la eternidad, lo que es una razón de más para que Estados Unidos no tenga ningún interés económico en Venezuela y su preocupación esté centrada en las alianzas del régimen de Maduro con grupos terroristas, además de las estrechas relaciones de Caracas con China y Rusia, a lo que hay agregar que la pandilla de Maduro protege en su territorio a los grupos narcomarxistas del Eln y las Farc.
Como corolario, queda claro que el gobierno de Joe Biden no cambiará la posición de EE. UU. con la satrapía mafiosa y narcotraficante de Nicolás Maduro, siguiendo los lineamientos que trazó hace más de 5 años el mandatario Barack Obama, ya que además la política exterior estadounidense en la mayoría de los casos es bipartidista.