Tras apoderarse de la Cámara de Comercio de Bogotá, el gobierno de Gustavo Petro ha enfilado baterías para hacer lo propio con la segunda Cámara de Comercio más importante del país, la de Cali
La CCC ocupa esa posición por la sencilla razón de que en Medellín tienen dos cámaras de comercio: la de Medellín y la del Valle de Aburra. Sumadas estas dos tienen más afiliados y manejan más presupuesto que la CCC, pero individualmente, la de Cali es más fuerte.
Por eso, y de seguro por que los paisas son más jodidos que los vallecaucanos, el gobierno de Petro puso sus ojos sobre la Cámara de Comercio de Cali. Aunque se demoró en designar a sus delegados, finalmente lo hizo. El criterio para escogerlos, como ha ocurrido en muchos estamentos gubernamentales, no fue el conocimiento y la experiencia en el sector sino el amiguismo y la cercanía con el gobierno.
Los ungidos fueron el transportador Ramiro Jurado, el propietario de la panadería Kuty Jairo Ramírez, Luis Felipe Campo, a quien no sé muy bien cómo calificar, y Robinson Cabezas Montero, un tendero de Siloé.
Lo primero que logró la delegación gubernamental fue imponer al presidente de la Junta. Como esta tiene 12 integrantes y el Gobierno solo cuenta con cuatro puestos, tuvieron que conseguir el respaldo de otros tres miembros. Lo que no resulto tan difícil porque la mayoría de los integrantes son nuevos y no conocen lo que se mueve tras bambalinas, con lo cual son fáciles de cooptar.
La delegación petrista logró sumar el voto del delegado de las nuevas tecnologías, de un empresario del centro de Cali y de otro miembro a quien, al parecer, le habían prometido la presidencia de la junta y que, según me cuentan, por físico despecho decidió apoyar al candidato petrista.
El elegido fue Luis Felipe Campo Vidal, a quien conozco desde que era un holmista pura sangre y contra quien en lo personal no tengo nada. El hombre ha navegado en las aguas de la política, de los medios y del sector empresarial. Pero esa experiencia no fue la que lo llevó a la Presidencia de la CCC.
Me cuentan fuentes cercanas a esa entidad que el mayor mérito que tiene Pipe Campo para estar en la junta de la CCC es ser amigo cercano del ministro del Interior, el caucano Luis Fernando Velasco, conocido en Popayán con el remoquete de ‘Chuspas’. Además de la amistad, los une el hecho de ser liberales progresistas.
Pero el petrismo no solo quiere tener al presidente de la junta de la CCC. Su objetivo final es poner en la presidencia ejecutiva de la institución a alguien afecto a esa causa. Como hicieron en Bogotá.
En la capital lograron hacer elegir a Ovidio Claros, un abogado que se ha movido entre el sector judicial y la política y que fue presidente de ese engendro llamado Consejo Superior de la Judicatura y Contralor de Bogotá. Para ubicar en ese cargo a Claros, el Gobierno antes presionó para que renunciara Nicolás Uribe, un tipo tan preparado y conocedor del sector que acaba de ser designado presidente de la Federación Mundial de Cámaras de Comercio. Pero es claro que para el Gobierno la prioridad no es el conocimiento sino la fidelidad a su causa.
Es tan evidente el objetivo del gobierno de poner una ficha suya en la Presidencia de la Cámara de Comercio caleña que en una reciente sesión de la junta, Ramiro Jurado le pidió la renuncia al actual presidente, Luis Fernando Pérez
En Cali se está repitiendo la historia. Es tan evidente el objetivo del gobierno de poner una ficha suya en la Presidencia de la Cámara de Comercio caleña que en una reciente sesión de la junta, Ramiro Jurado le pidió la renuncia al actual presidente, Luis Fernando Pérez. En realidad fue un acto más simbólico, una advertencia que un hecho práctico porque un miembro de la junta no puede destituir al presidente ejecutivo. Para ello se requieren ocho votos.
Y el Gobierno solo cuenta con seis. El de sus cuatro delegados, el del representante de las TIC y el empresario del centro. El tercero que votó por Pipe Campo ya fue llamado al orden por el grupo al que representa y se comprometió a no apoyar ese cambio.
Pero de seguro el petrismo no se va a quedar quieto y seguirá maquinando para conseguir los dos votos que necesita para sacar a Pérez. No la van a tener fácil porque, según mis fuentes, los otros cinco miembros de junta están firmes en impedir que el Gobierno se salga con la suya.
La pregunta que muchos se harán es qué busca el Gobierno al controlar las principales cámaras de comercio del país. La respuesta es múltiple: las cámaras manejan un generoso presupuesto (el de la de Cali es de $70.000 millones), además tienen mucha ascendencia y credibilidad entre la ciudadanía.
Pero, sobre todo, hacerse al control de las Cámaras le permitirá al Gobierno manejar Confecámaras, uno de los gremios más importantes e influyentes del país. Es claro. Como lo demostró en el caso de la Federación de Cafeteros, que para el gobierno es fundamental tener de su lado los gremios. Es que los gremios independientes son un duro retén para las reformas que impulsa. Y a Petro no les gustan las independencias porque a él más que la paz total lo que le gusta es el poder total.
Está por verse si el gobierno logra sacar a Luis Fernando Pérez de la Presidencia de la CCC, como ya lo hizo en Bogotá, o si la junta de esa entidad se para en la raya y le deja claro al Presidente que los intereses de la institución, de Cali y de Colombia están por encima de sus maquinaciones.