La escuela moderna, arrastra un problema que se masifica cada día más a escala mundial, la pobreza, una “pandemia social” que contrariamente a ser combatida en el espacio escolar, es auspiciada y agenciada de forma natural por sus agentes. Para el efectivo control poblacional, la escuela crea las famosas competencias escolares, las cuales circulan en una escuela vieja, pero “light” conquistada y determinada por el consumo de un mercado comercial de oferta y demanda absolutamente dominante y voraz.
No hay un sitio más propicio para promover la pobreza que la escuela, suena contradictorio, pero es la verdad. La escuela como centro de control hoy es quien regula el pensamiento y determina con mayor celeridad cuales son las competencias para ser incluido y acepado en la sociedad del siglo XXI o modernidad liquida propuesta por Bauman, donde el competir promueve un individualismo del 'sálvese quien pueda'. Competir por sobrevivir hace que nuestras vidas se definan por la precariedad y la incertidumbre en las lógicas del mercado cambiante. La escuela se ha extendido para gobernar más y pretendiendo educar mejor ha estandarizado todo, hasta el pensamiento, ahora se educa más y se forma menos, ya que se enseña más de lo mismo, para nuestro caso la jornada única, más matemáticas, más lenguaje.
Hoy se puede ser moderno sin ser educado, porque en las distintas formas de escuela prevalece constituirse como trabajador utilitario, servicial y eficiente. Una especie de pobre moderno donde la proclama es hacer y vivir, pero sin pensar. Allí está la dificultad, no pensar engendra la principal pobreza humana, de orden cognitivo-crítico.
Un pueblo no educado, es fácilmente gobernado, lo que convierte al ciudadano en un espectador quejoso de sus realidades sociales, sin proponer solución alguna. Para Vargas Llosa, esto constituye la civilización del espectáculo, “la de un mundo donde el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal” y es una forma creativa de “liberarse” de la dura realidad de la pobreza que invade según DANE al 28% de la población colombiana y a más de 800 millones en el mundo según FMI. La pobreza se controla con una especie de psicopoder que le hace creer a la gente que es libre, cuando en realidad el sistema es quien está explotando su libertad y sus carencias. La pobreza es el gran negocio de estas épocas, la escuela pedagógica está quedando atrás y su labor casi que es la de una alfabetizadora tradicional que mantiene el statu quo de más pobres, más vulnerables, más dominables.
La pobreza como concepto es una creación social y un obstáculo práctico que se agencia desde el sector económico para imposibilitar que la población reconozca sus derechos, se revele e imagine otras realidades. La pobreza en la historia ha tenido varias transformaciones, rostros o formas de ser entendida. En la actualidad se instala en el control de la psiquis por lo que su núcleo central es, disponer un sujeto que no piense, que disfrute de lo audiovisual, sin mayores ilusiones de concretar en su vida práctica realizaciones personales, al que hay que restringirle el acceso a bienes materiales para facilitar ser gobernados y explotados. Ser pobre significa tener menores posibilidades de disfrute de la vida, de los bienes y los desarrollo que la ciencia y la sociedad ha construido, ser pobre es la negación de ejercer poder y hoy una forma de negocio lucrativo supremamente rentable.
En la escuela la pobreza se expande a escala planetaria cuando la calidad educativa es un discurso de resultados eficientistas y no de exigencias integrales, cuando un profesor no planea y hace lo que le corresponde, cuando se mira en el espejo de lo global y las oportunidades son escasas o cuando el Estado arrecia con mayores impuestos y menos servicios sociales. Para revertir la trampa de la pobreza se requiere desescolarizar la escuela, despedagogizar el control de una pedagogía impuesta al servicio del supremo poder monetario, erradicar las escuelas pobres y/o para pobres, al igual que establecer la garantía-equidad del derecho educativo.
Finalmente, vale preguntarnos ¿En qué escuelas estamos?