Les encantaban las travesuras. Angela y David agarraban los hilos de la abuela y armaban las cometas con palitos de bambú. Luego salían a la calle y se elevaban al cielo colmado de cables de tensión. Al regresar la abuela los correteaba porque le habían “gastado los hilos para bordar.”
La caleña vivió parte de su infancia junto a sus abuelos, tíos y primos, los momentos más felices de su vida. A los dos años su mamá se fue a Bélgica. Posteriormente, cuando triunfaba en el deporte, conoció a su padre a los veinte años.
El barrio Popular era una maqueta de cemento, colores y diversión. La bulla en la calle, el olor a pan de bono, el pan de 200 pesos en la esquina, la llegada de los Diablos con el repiqueteo de los tambores, las bombas de agua; se convirtieron en recuerdos mágicos cuando de sorpresa su mamá regresó por ella a los seis años. “Dejar a mis abuelos, que yo llamaba papá y mamá, fue muy difícil porque me aferré mucho a ellos.”
Cuando la niña llegó al aeropuerto no reconoció a la mujer que se acercó entusiasmada, era su madre. Dejó el calor de Cali y viajó a un mundo desconocido, Bruxelas, Bélgica. La nieve, el idioma y la gente eran diferentes. Algunas personas eran sobrias y serias, no salían a la calle como se acostumbraba en Cali. Aun así, el novio de la mamá (quién se convirtió en el papá) la incentivó a practicar el bádminton.
Considerado el deporte de raqueta más rápido del mundo, el bádminton surgió en la India donde se llamaba poona. Se juega en una cancha parecida al tenis con una raqueta que mide 65 cm y pesa entre 75-100 gramos. Cuando el jugador es principiante, juega con un volante de plástico (este puede alcanzar los 300 km por hora). Al ser experto juega con plumas de ganso. El jugador gana el partido al ganar dos sets de 21 puntos y se puede prolongar hasta 30 sets.
Entrenaba de lunes a viernes, día y noche. Angela se movía como una liebre en la cancha, la precoz deportista se destacaba en los torneos locales. El nombre de ella figuraba en el tablero principal de jugadores. A los 10 años ingresó el club CSB Ixelles. A los 13 años se unió a las competiciones nacionales, la Liga.
Con su alto nivel quería ir a los juegos olímpicos del 2012 representando a Colombia. Luego de haber levantado la bandera de Bélgica en decenas de torneos, en esta ocasión junto al entrenador buscaron contactar a la Federación Colombiana de bádminton. No dieron respuesta.
A pesar de no representar a Colombia en el bádminton, visitaba al país todos los años. Angela junto a su hermanito viajaban de paseo a Cali, en diciembre. Los abrazos efusivos, los escándalos familiares y las aventuras volvían con los Castillo. En Yumbo, municipio al norte de Cali, disfrutaban de los recorridos nocturnos, de las embarradas en la tierra, de la finca, la naturaleza, con los animales, la salsa y el reggaetón y las desveladas contando historias de terror o recordando anécdotas divertidas. Las vacaciones duraban unas cuantas semanas y debía regresar a Bélgica. En aquella ocasión Angela tenía 15 años. Acompañada de sus seres queridos, esperaban en la sala de espera el abordaje. Los primos, entre esos David, pelando los dientes y entre risas le decía: “Angela, ya va a llorar.” Ella respondía con firmeza, que no. Pero dentro luchaba para no dejar escapar sus sentimientos. Le ardían los ojos, le dolían, se aguantaba. Aun así, las lágrimas brotaron cuando se despidió de su `papito´ y `mamita´. La felicidad en Cali era inigualable. El otro año los volvería a ver.
En Bélgica el bádminton llenaba la soledad que sentía. La caleña se convirtió en una de las promesas del deporte en ese país. La prolija colombiana surcó los cielos de Alemania, Suecia, Rumania, República Checa, Luxemburgo, Holanda, Suiza, Dinamarca, Eslovenia, Turquía, Eslovaquia, Chipre; recorrió casi toda Europa. Enfrentó a los más difíciles competidores en el Danish Cup (una de las competencias más importantes del mundo en bádminton), y perdió en la semifinal. La caleña era una de las diez mejores jugadoras de Bélgica en modalidad simple.
Un día en el campeonato de Europa de jóvenes en modalidad mixto y simple, luego de ganar un mixto y perder contra una española en modalidad simple, contenta por los resultados se fue a descansar. Esa noche, a las 2:30 de la madrugada, Angela se despertó con un intenso dolor en la pierna izquierda. En la oscuridad se examinó y varios corrientazos atravesaron su cuerpo, no era capaz de moverse. Las lágrimas mojaron su almohada, se quedó despierta hasta las 6 am. Angela avanzó por los fríos pasillos en medio del llanto y vio a los entrenadores que apenas bostezaban. Con varios ejercicios posó su pierna izquierda en el suelo y un puñal afilado se clavó en su espalda una y otra vez. El torbellino de dolor descendía con agresividad hasta los dedos de los pies. Era como ver al diablo.
Angela consultó con varios especialistas, fisioterapeutas, entrenadores, para saber que tenía. Le explicaron que no podría entrenar exigente porque dañaría su espalda. Le diagnosticaron una hernia cerca a la parte superior del nervio ciático. A partir de allí para la caleña cambiaron el rumbo de las cosas. Pretendía competir representando a Bélgica para los juegos olímpicos del 2016, pero los problemas de espalda y rodilla lo impidieron. A los 18 años dejó el bádminton.
Ahora, decenas de niños reciben las instrucciones de Angela, quién es entrenadora de bádminton en Bélgica. Estudia Economía en la Universidad de Bruxelas. Y dice con firmeza y orgullo que, “Colombia siempre será mi tierra querida. La tierra que siempre voy a querer.”