El Pipa de Avila en julio de 1997, en un durísimo partido contra Ecuador, rompió el marcador cuando nadie más lo había hecho un encuentro donde Colombia necesitaba los tres puntos para acercarse aún más al mundial de Francia. Arrodillado alzó la mirada al cielo y le dedicó el gol a las dos deidades que más idolatraba: Jesucristo y Miguel Rodríguez Orejuela. Es que el Cartel de Cali formaba parte del imaginario, del mundo del América en esos años.
A finales de los noventa salió un top 5 en la Gazzeta dello Sport, el diario deportivo más importante de Italia, en donde mostraban los clubes sobre los que pesaba una maldición que les impedía ganar cosas importantes. Aunque el número 1 era el Torino de Italia, club que ha cargado con tragedias inenarrables como el desastre aéreo de Superga en 1949 donde murieron todos los integrantes de un club que iba a ganar por primera vez la Liga Italiana, el América ocupaba la quinta posición del top. Es que no podía creerse que teniendo el elenco más poderoso del continente, hecho a placer por los hermanos Rodríguez Orejuela, los diablos rojos se quedaran tres veces consecutivas adpuertas de ganar la Copa Libertadores. Se les achacó a la maldición del Garabato, un masajista que fue echado a finales de los sesenta y que juró que el América nunca ganaría nada importante, que tuvieran el Cristo de espaldas. En realidad la verdadera maldición fue lo que los hizo grandes: los millones que invirtieron los Rodriguez Orejuela en ese equipo.
Después de las vacas gordas vino un periodo atroz de sequía de títulos que incluso los condenaron a la segunda división lugar en donde estuvieron por más de 10 temporadas. El último reducto de la maldición de los Rodríguez Orejuela se ve en lo que le pasó a Anthony de Avila en Napoles. El Pipa era buscado desde el 2004 por cargos que tienen que ver con el narcotráfico. Al mediodía del lunes 20 de septiembre en Plaza de Nicolasa, dos agentes italianos le pidieron los papeles al Pipa y ahí empezó el viacrucis para uno de los cinco goleadores más importantes en la historia de la Copa Libertadores. Es que el delantero no tenía ni siquiera pasaporte donde verificara su permiso de entrada. Todo parecía sospechoso y a la policía napolitana no le bastó mucho tiempo comprobar que desde el 2001 el delantero del América estaba señalado por narcotráfico en ese país.
Al Pipa venían siguiéndolo desde hacía semanas. Sabían de sus movimientos, lo conocían la pisada. Sabían de su cercanía y relación con narcos holandeses. Anthony de Avila estaba completamente arruinado y le dijo a su familia que había viajado a Europa a llevar nuevos prospectos. Tal vez buscando esa nueva oportunidad es que el Pipa cayó en Napoles y pagará 16 años de cárcel. Saldrá a los 70 años.
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