La cabeza y el cuello en el cambio de ministro de Economía en Argentina

La cabeza y el cuello en el cambio de ministro de Economía en Argentina

Lo que está en juego por estos días en Argentina no es quién es el ministro de Economía, sino quién tiene el poder

Por: Eduardo Rivas y Diego Guevara Fletcher
julio 05, 2022
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La cabeza y el cuello en el cambio de ministro de Economía en Argentina
Foto: Picryl

En Mi gran casamiento griego hay una escena en la Toula, la protagonista, le expone a su madre las quejas respecto a su padre porque éste no la dejaba ir a la Universidad. Frente a su hija María Portokalos le da una respuesta que marcó su vida y, curiosamente, define de gran forma la realidad política argentina. ‘El hombre es la cabeza (del hogar), pero la mujer es el cuello, y el cuello puede girar la cabeza en la dirección que quiera’.

Días atrás Cristina Fernández le pidió al presidente Alberto Fernández que ‘use la lapicera’, lo que se guardó para sí es que ella le diría dónde y para qué utilizarla, porque ella es el cuello que hace girar la cabeza en la dirección que quiera, al decir de la señora Portokalos. Y esto quedó en evidencia el pasado fin de semana cuando se desató la mayor crisis política del actual gobierno argentino, y de la que parece muy difícil que haya vuelta atrás, porque pese a que quieran mostrar matices de una visión compartida, la realidad es que no hay un proyecto político del Frente de Todos que agrupe al conjunto, hay un Frente de Todos a la medida de cada uno. Entonces la pregunta es ¿cuál es el Frente de Todos de Silvina Batakis, la designada ministra de Economía? Nadie lo sabe.

A priori pareciera que la vicepresidente Fernández avanzó un casillero en desmedro del presidente Fernández, quien retrocedió un casillero, pero en realidad lo que está en juego no es quién es el ministro de Economía, ni siquiera cuál es la política que se lleva adelante desde Palacio de Hacienda, lo que se está discutiendo en Argentina por estos días es quién tiene el poder, lo cual es grave en un régimen presidencialista como el argentino.

Cuando se reformó la Constitución en 1994 quien fue el padre de dicha Reforma, Raúl Alfonsín, afirmó que ‘la figura del jefe de gabinete de ministros con responsabilidad parlamentaria desconcentra el poder presidencial, destraba bloqueos entre los poderes y genera válvulas de escape a situaciones de crisis’.

Para Alfonsín ‘La figura del jefe de gabinete representa una verdadera transformación institucional. El poder político ya no se concentrará únicamente en el Presidente. La competencia política perderá su carácter de juego de suma cero, ya que los acuerdos y coaliciones darán mayor participación a los partidos que no conforman directamente el Ejecutivo.

Los partidos que no accedan a la presidencia tendrán injerencia en la formación del gobierno a través de la posibilidad de votar una moción de censura para remover al jefe de gabinete. Esta injerencia parlamentaria en la formación del gobierno, puede culminar en la integración de estos grupos políticos, tradicionalmente opositores, a través de una acción política positiva.

La mera posibilidad de que disminuya la dinámica de confrontación limita el bloqueo interpoderes. Como ya mencionáramos, los bloqueos se dan si un partido opositor gana ambas Cámaras o una de ellas. Ello puesto que la dinámica de la competencia política imperante de “desgastar al adversario” lleva a que los rivales traten de obstaculizar su acción en forma permanente: los congresistas intentan obstruir al presidente y aumentar así sus propias chances de reemplazarlo, impidiendo, en general, la sanción de las iniciativas presidenciales.

El presidente intenta desprestigiar al Congreso alegando su ineficacia y lentitud. Además de salvar el escollo del Congreso mediante el dictado de decretos de necesidad y urgencia. En la nueva Constitución disminuirán los bloqueos ya que el jefe de gabinete es un nexo interpoderes que expresa el consenso entre los dos órganos elegidos por el pueblo. Si el gobierno no contara con respaldo parlamentario en ambas Cámaras, deberá cogobernar con la mayoría legislativa, que en caso contrario podrá censurar a quien ocupa el cargo.

Teniendo en cuenta el poder que al jefe de gabinete le otorga el refrendo de los actos del presidente, a éste no le va a quedar otra salida que un gobierno de coalición. Si, en cambio, cuenta con respaldo legislativo podrá gobernar sin inconvenientes bajo el estricto control de la oposición. Lo que nunca podrá hacer es gobernar desde la excepcionalidad -como hasta ahora- atento que cualquiera de sus dos institutos (decretos de necesidad y urgencia y legislación delegada) requieren la aprobación del Congreso, donde la mayoría legislativa opositora de una de las Cámaras, hará sentir indudablemente su peso. Como explicamos, en el hiper presidencialismo es muy difícil lograr amplios consensos para superar situaciones de crisis.

Ello puesto que nadie quiere integrar un gobierno donde los aciertos serán del presidente y los errores de los miembros extrapartidarios de su gabinete. La nueva figura que estamos analizando rompe este círculo vicioso. En efecto, la oposición querrá el cargo y asumirá el compromiso con políticas específicas, ya que ello implica poderes sustanciales. La creación del jefe de gabinete rompe el derrotero letal del presidencialismo latinoamericano, que podemos resumir en estos seis tiempos: a) derrota electoral parlamentaria del partido oficialista; b) pérdida de consenso del presidente; c) confrontación interpartidaria; d) bloqueo institucional interpoderes; e) crisis y parálisis del sistema; f) caída del régimen. Actualmente, un presidente que resulta vencido en las elecciones debe seguir, no obstante, al frente de la más alta magistratura constitucional. El Congreso no lo puede reemplazar ni tampoco ocupar su lugar.

La figura del jefe de gabinete se introduce para cortar el círculo en el punto c) y evitar sus sucesivas consecuencias. Bajo la nueva Constitución, en el caso de que acontezca una dura derrota electoral del partido oficialista, la oposición no tendrá necesidad de especular con el derrumbe a plazo del jefe de Estado. No convendrá jugar a ganar “todo o nada”. Por el contrario, podrá imponerle al presidente un jefe de gabinete que, lo obligará a tomar decisiones basadas en vínculos cooperativos. De modo que se podrá dar la necesaria confrontación partidaria sin que genere la paralización de los poderes del Estado, ya que se elimina el incentivo que tenía el presidencialismo para la confrontación y la crisis y la caída de la democracia.

La oposición deberá apostar a generar propuestas constructivas para sumar sus iniciativas a las propuestas del adversario político. Esta mejora sustancial en la estabilidad del sistema, sin que haya actores institucionales comprometidos en el desgaste permanente de los otros, se traducirá en una mejora significativa de la otra variable de la gobernabilidad del sistema político: la eficacia de estos actores para llevar a cabo sus programas gubernamentales. No estando ocupados exclusivamente en golpear a su rival, las energías políticas podrán volcarse mejor al diseño de políticas, al fortalecimiento de la gestión estatal, y a dinamizar los organismos de control.’

Alfonsín lo ideó por un conflicto entre poderes, hoy es la alternativa para un conflicto intra poder. Este es el camino de salida a la crisis, lo que no queda claro es que el Presidente Fernández quiera transitarlo.

Es la segunda vez en la historia argentina, tras la reforma constitucional de 1994, en que la crisis crónica en la que parece vivir Argentina entra en un derrotero de gravedad tal que pareciera llevarse puesto el gobierno.

En 2001 el presidente De la Rúa no transitó esta alternativa, en parte por negativa propia y en parte por negativa de la oposición que, a las puertas de poder gobernar, propició la caída del gobierno.

21 años después hay una situación similar, ¿El presidente Fernández optará por esa salida? Es claro que su poder está horadado, que carece de iniciativa y se limita a la formalidad de firmar como presidente de la República, pero no tiene el poder real. Al decir de la vicepresidente Fernández ‘el verdadero poder no es que te pongan la banda -presidencial- y te den el bastón’…  hoy a Alberto Fernández solo le queda la banda presidencial y el bastón.

El presidente, más allá de lo legal, basa su poder en la confianza que la población deposita en él para conducir los destinos del país, y hoy esa confianza está quebrada. Un poder bicéfalo erosiona la capacidad para poder resolver problemas, y no hay una solución alternativa cuando el hiperpresidencialismo histórico argentino se exacerba y no se gobierna de manera colegiada.

Alberto Fernández dijo ‘el presidente soy yo, el que toma las decisiones soy yo’, con lo que deja poco lugar a una solución política a la crisis, porque la ciudadanía no cree que es él quien toma las decisiones.

¿Qué línea seguirá Batakis al frente del ministerio de Economía? ¿La del presidente, quien afirmó públicamente que Argentina enfrenta una crisis de crecimiento o la de la vicepresidente, quien afirma que el camino elegido no es el correcto?

¿Cómo dar certezas para generar confianza?

Hace dos años, en otro contexto decíamos (https://principedelmanicomio.wordpress.com/2018/09/02/es-la-confianza-estupido/) ‘En la campaña electoral para las presidenciales de 1992 en Estados Unidos, el estratega de los demócratas James Carville, que asesoraba al entonces Gobernador de Arkansas Bill Clinton, insistía que para poder enfrentar a George Bush, que por esos días parecía imbatible, debía concentrarse en la realidad cotidiana de los votantes.

Decía Carville que era fundamental preocuparse por lo cotidiano y no por las grandes cuestiones que escapaban del buen entender de la mayoría de ellos. Uno de los temas a los que Clinton debía prestar más atención tenía que ver con la situación económica de las familias estadounidenses, y para recordarlo Carville lo sintetizó en una frase, ‘es la economía, estúpido’.

Parafraseando a Carville, y teniendo en cuenta la realidad de la Argentina, podríamos decir ‘es la confianza, estúpido’, porque pese a que muchos crean que el país atraviesa una dura crisis económica, una vez más, en realidad lo que enfrenta es una aguda crisis de confianza en quienes rigen sus destinos. Más allá del accionar oportunista de ciertos grupos económicos concentrados. […]

¿Cuál es la salida entonces? No es fácil saberlo, pero sí se pueden enumerar algunos ejes centrales para poder intentar encontrarla. En primer lugar es preciso ampliar la base de sustentación del gobierno, esto es sumar a ciertos sectores de la oposición para encontrar acuerdos que permitan dotar de gobernabilidad al sistema, y bajar cierto nivel de soberbia gubernamental. En segundo lugar se hace imperioso aislar y exponer a quienes apuestan por la caída del gobierno, es fundamental que la ciudadanía sepa quién es quién.

Sobre todo porque en el colectivo popular está incorporado que siempre son los mismos nefastos personajes los que aparecen con ‘soluciones’ en situaciones como estas, siendo que han sido parte de la mayoría de los problemas estructurales que arrastra Argentina. En tercer lugar, asumir compromisos que sean fiables en el tiempo, puesto que si lo que se propone es un bluff, la desconfianza será aún mayor y se ingresará en un espiral descendente que terminará, más temprano que tarde, en la eyección del gobierno. En síntesis, es fundamental volver a contar con la confianza de la ciudadanía’.

Para ello habrá que ver si cuello y cabeza van en un mismo sentido o si, como hasta ahora, el cuello hace girar la cabeza en la dirección que quiera o le convenga.

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