La burda noche de los 12 años

La burda noche de los 12 años

Los filmes históricos normalmente tienen inexactitudes y anacronismos, pero aquí se utiliza una base errónea, sin preocuparse por distinguir lo falso de lo real

Por: Hugo Machín Fajardo
noviembre 06, 2018
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La burda noche de los 12 años

Los artistas mienten para decir la verdad, mientras que los políticos, a veces, mienten para ocultarla. En la película uruguaya La noche de los 12 años ocurre lo opuesto: el arte miente con la pretensión de ocultar una verdad que es muy conocida por miles de uruguayos a quienes se les hace un agravio mediante el ninguneo al horror sufrido durante los doce años —entre 1973 y 1985— que duró la dictadura uruguaya.

El mercadeo de la película presenta los años de cárcel vividos entre 1974 y 1984 por el expresidente José Mujica, Eleuterio Fernández Huidobro (ex ministro de Defensa) y Mauricio Rosencof (novelista y dramaturgo) como una exclusiva vivencia épica.

¿Y cómo se miente? Mediante el artilugio de sugerir que los otrora dirigentes del Movimiento de Liberación Nacional (MLN) fueron apresados por combatir la dictadura cívico-militar que imperó en Uruguay. A partir de esa premisa errónea, todo el filme queda permeado por una supuesta verdad histórica que nunca les perteneció a los tupamaros, sino que, por el contrario, fue sufrida precisamente por quienes en el Uruguay no estuvieron de acuerdo con la lucha armada: partidos de izquierda, sindicatos, partidos Colorado y Nacional, organizaciones sociales y cooperativas.

La verdad histórica es que los tupamaros comenzaron su agresión armada a la democracia uruguaya en 1963, y que, en 1972 cuando el ejército del país se integró de pleno a la lucha antiterrorista, en seis meses fueron desmantelados. La dictadura fue posterior a esta contingencia. Se inicia un año después y en la concausa que motivó la interrupción del orden democrático uruguayo, tuvo responsabilidad el accionar tupamaro con su práctica de homicidios, secuestros, atentados y robos.

Durante los doce años de dictadura, 6.500 uruguayos fueron torturados, de los cuales aproximadamente la mitad permaneció años en las cárceles políticas, bajo durísimas condiciones; 34 murieron en la tortura, 131 desaparecieron en Argentina; siete en Chile y dos en Paraguay; en el marco de la Operación Cóndor, ideada por los militares del Cono Sur en conocimiento del entonces secretario norteamericano Henry Kissinger.

¿Qué fuentes tiene la película? Es el típico caso de falso silogismo: el guion de la película es el libro Memorias del calabozo, publicado en 1987 por Fernández Huidobro y Rosencof. Ambos pergeñaron décadas atrás una historia edulcorada del MLN que no incluye varios tópicos.

  • Acciones terroristas, como lo ha reconocido más cerca en el tiempo otro ex dirigente tupamaro, Jorge Zabalza.
  • Colaboración de esos exdirigentes tupamaros con los militares durante 1972. Fernández Huidobro en 2011, polemizó con Zabalza, sobre quién fue el primero en sentarse a negociar con los militares.
  • La tortura infligida a civiles uruguayos por interrogadores tupamaros, colaboradores de los militares de entonces.
  • La transformación del Penal de Libertad en una especie de kibbutz durante 1973 y 74, mientras duró el interludio tupamaro/militar, con proyectos que incluían disponer de un territorio en el norte del país donde los tupamaros ensayarían su reforma agraria, y formas de producción cooperativa.
  • El reclamo hecho por Fernández Huidobro, durante su reclusión entre 1973 y 1975 a tupamaros exiliados en Buenos Aries de que siguieran actuando como guerrilla armada en Uruguay operándola desde la Argentina peronista; y su acusación de traidores a quienes desistieron de esa demencia, así como la orden de ejecutar a algunos de esos que ya residían en Lima o París. Puede verificarse en otra película uruguaya Destino Final (2006), cuando el extupamaro Luis Alemany narra su encuentro clandestino en el litoral uruguayo —en 1974— con William Whitelaw, asesinado junto a Rosario Barredo, en mayo de 1976 con los exlegisladores uruguayos exiliados en Buenos Aires, Zelmar Michelini y Gutiérrez Ruiz.
  • La colaboración de Fernández Huidobro en 1977 —en pleno funcionamiento de la Organización Cóndor— con los servicios de inteligencia del ejército uruguayo proporcionando una ficha ideológica y de capacidad operativa de los principales dirigentes tupamaros, estuvieran presos o en el exilio. Aclaro que algunos de estos aspectos ya fueron publicados por mí en 2015, en vida de Fernández Huidobro, en ocasión de la reaparición en Uruguay del supuestamente único jefe tupamaro que entregó compañeros y estructuras a los militares que les combatían, Héctor Amodio Pérez, cuando este llegó a Montevideo a presentar su libro Palabra de Amodio. La otra historia de los tupamaros (2015).
  • La consecuente identificación con el militarismo de Fernández Huidobro, quien ya como ministro de Defensa uruguayo se mimetizó con los uniformados y convertido en su principal defensor, prácticamente pasó a residir en la sede ministerial castrense.

Tenemos un libro falso, el guion basado en ese libro, también falso y, por ende, la película resultante necesariamente una película falsa. Memorias del calabozo ha tenido varias ediciones desde 1987. Las últimas obviamente no se actualizan con los hechos delictivos en los que persistieron los tupamaros después de recuperada la democracia. El guionista de la película no se molestó en hacerlo. La verdad histórica es que estos exdirigentes tupamaros hasta 1994 dudaron incorporarse a la democracia. Esa fecha es clave porque en agosto de ese año Mujica, Fernández Huidobro y otros dirigentes tupamaros, organizan una asonada contra una decisión judicial uruguaya adoptada en los noventa de extraditar a tres etarras refugiados en Uruguay solicitados por España acusados de delitos en su país. *Esa incidencia —una variante a la uruguaya de la locura que fue el supuesto asalto a La Tablada argentina de 1987— fue uno de los hechos más violentos registrados en Uruguay de los últimos veinticuatro años, que dejó dos ciudadanos muertos, Fernando Morroni y Roberto Facal, y 80 heridos, fruto de una represión policial provocada —una vez más— por el aventurerismo de Mujica y compañía, impulsores de la consigna que en su concepto acelera la revolución.

El público español que se emocione con la peripecia de los tres protagonistas deberá tener en cuenta que la banda terrorista ETA y estos personajes tenían relaciones carnales.

Una entrevista de Jesús Quintero a Fernández Huidobro realizada en los noventa, cuando el extupamaro era senador del Frente Amplio, hoy en el gobierno, puede sacarles de dudas respecto a que éste volvería a matar si lo entendía necesario.

Antes, en un programa televisivo uruguayo, el extupamaro llevó al estudio una granada que colocó encima de la mesa del entrevistador.

Tampoco la película alude a los hechos protagonizados por la tupabanda, como se conoce a un grupo formado por extupamaros y nuevos adherentes que, en coordinación con por lo menos dos de los tres protagonistas del filme, a fines de los ochenta y principios de los noventa asaltaron bancos e hicieron cosas para solventar las campañas electorales de Pepe Mujica y los suyos**.

Alguien puede advertirnos que una película debe analizarse por lo que tiene, y no, por lo que no tiene. Es correcto, si de arte hablamos, pero La noche de los 12 años tiene aspiraciones históricas, ha dicho su director Álvaro Brechner. Una pretensión burda nada menos que sobre el período más traumático vivido por Uruguay desde 1904.

Los filmes históricos normalmente ofrecen inexactitudes, anacronismos y adecuaciones. Aquí, el punto clave es que utiliza una base errónea, sin preocuparse por entresacar lo falso y lo real, de compararlo con otras fuentes históricas, otros documentos, incluso documentales sobre el MLN. Se basa olímpicamente en Memorias del calabozo como si fuera la verdad. Y el director no toma el libro de Rosencof y Fernández Huidobro como una novela. La película lo presenta como una verdad.

Verdad que atenta contra la memoria y la historiografía que, no son territorios idénticos, y tienen sus propios métodos y técnicas para abordarlos. La historiografía no coincide con la espontaneidad de la memoria individual y colectiva, sino que es una forma de conocimiento a ser sometida por el examen de la crítica, sostiene el historiador y filósofo italiano Paolo Rossi. Cierto que entre historia y memoria hay una relación, porque la historia se nutre de la memoria y la memoria se impregna de nociones y sentimientos transmitidos por la historiografía, según Jacques Le Goff.

¿Por qué se miente? La memoria tiene que ver con la identidad de quien recuerda, pero también con la propia aspiración de persistencia en el futuro. En este caso, los autores de las supuestas Memorias del calabozo escribieron una historia ad usum, con la perspectiva de generar un mito en quienes desconocían los hechos del pasado tan diferentes de cómo lo relataron en su libro presentado como algo histórico.

¿Cómo se llega a esto? Hubo complicidades. Subestimaciones permisivas para que la fuerza de las sugestiones e invenciones se sobrepusiera a la coherencia del argumento y a la evidencia del dato. En la izquierda uruguaya se dejó hacer. Desde organizaciones partidarias que eran poderosas a la salida de la dictadura en 1985, ya no, se privilegió lo que era necesario para llegar al gobierno, y esa matriz inundó todo el espectro izquierdista, incluido el artístico. ¿Desmentir las groseras deformaciones de los cronistas tupamaros ponía en riesgo la unidad? Entonces, no había que cuestionarlas. Al punto que personalidades dignas y ajenas a esa fábula tupamara, como el excandidato presidencial del Frente Amplio, Líber Seregni, aceptó participar en un libro donde un autor, extupamaro, de hecho, lo equiparaba al otro entrevistado, Rosencof, lo que, para el imaginario juvenil y menos conocedor de la historia política uruguaya, equivalía a un igualamiento de ambos personajes. Hasta que el invento adquirió vida propia y convertido en leyenda se instaló en sectores ciudadanos desinteresados en saber si es verídica o no. El relato adquirió una grandeza incuestionable en la imaginación de esos sectores que lo necesitan para su propia convicción vital. Además, el relato verídico comparado con la leyenda, parece aburrido.

¿Es un método nuevo? En absoluto. El cine está plagado de películas supuestamente históricas que deforman, más o menos groseramente, la historia que abordan.

En Argentina conocen bien la falsificación histórica en la gran pantalla. Uno de los últimos casos es el de la película Puerta de Hierro. El exilio de Perón (2015), un intento de adecuar a Perón al molde kirchnerista. El filme, con guion de Víctor Laplace, muestra un Perón con varias ajenidades: al fascismo italiano en que se formó doctrinariamente; al receptor de miles de excriminales nazis que supo ser luego de 1945; al impulsor de la guerrilla montonera de los sesenta, para luego contribuir a diezmarla en los setenta mediante la infiltración, por un lado; la masacre de Ezeiza y la Triple A, por otros. Según la película supuestamente histórica, Perón en su dorado exilio propiciado por otro dictador derechista —Franco— fue un viejo luchador cercado por una mala mujer —Isabel Martínez— y un brujo como López Rega.

Otra falsedad que propone como verdad La noche de los 12 año es que los agonistas del filme tienen la capacidad excepcional de superar los horrores vividos. Sí y no. En primer lugar, hubo cientos de uruguayos que vivieron situaciones peores que las imaginadas en el filme y muchos de los que sobrevivieron, más allá de secuelas, continuaron una vida sin aspavientos. En segundo término, ninguno de los tres personajes de la película se comprometió a no repetir los ataques a la democracia uruguaya. El compromiso de no repetición es clave para la superación de la brecha social que contribuyeron a crear en la sociedad uruguaya. Ninguno admitió sus errores causantes de numerosas pérdidas de vidas que, en el caso de Mujica, llegaron a la vileza del sicariato: en los sesenta, mandó matar a sangre fría a un funcionario del Ministerio del Interior que lo había reconocido y propiciado su detención. Los otros dos, mantuvieron su prédica de resentimiento hacia quienes piensen diferente. Y en al caso de Mujica, que tuvo todo para ser un Mandela a la uruguaya, como escribí en 2009, dilapidó la confianza en él depositada por la mayoría ciudadana y, a la inoperancia de su gestión interna, sumó su adhesión a las dictaduras de los Castro, de Maduro y Daniel Ortega; agregada al apoyo prestado a los corruptos del PT de Brasil y a la jefa de la banda kirchnerista.

* Mikel Ibáñez fue absuelto, regresó a Uruguay, se trasladó a Francia, donde fue capturado nuevamente y condenado a 27 años de cárcel. Jesús Goitía cumplió seis años de cárcel. Luis Lizarralde fue condenado a 74 años de cárcel por dos asesinatos. Salió en libertad en 2013.

** Consta en investigaciones académicas que el MLN hasta1990 mantuvo en su estrategia política la posibilidad de reiterar la vía armada para instaurarse en el poder del país: Donde hubo fuego: el proceso de adaptación del MLN a la legalidad y a la competencia electoral 1985 -2004. Garcé, Adolfo, Edit. Fin de Siglo, Montevideo, 2009.

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