Antes de viajar al Mundial de Rusia 2018 el equipo estaba roto. Habían problemas entre David Ospina y Falcao por la no inclusión de Edwin Cardona en la lista de jugadores que viajarían a la concentración en Kazan. El equipo estaba roto por todo lado, sobre todo por el lado de los directivos. Si bien las dos personas más poderosas de la Federación, Álvaro Gonzalez y Ramón Jesurun, sabían de la gran labor que cumplía Pekerman con la selección al llevarnos dos veces consecutivas a mundiales era invaluable, estaban hartos de su exyerno, Pascual Lezcano. El dominio del joven promotor era absoluto, por él pasaba todo, desde los lugares de entrenamiento hasta los hoteles en donde tendría que hospedarse el equipo nacional. La eliminación por penales contra Inglaterra, vista por la afición como algo heroico después del empate de Yerry Mina en el último minuto del encuentro fue la excusa que encontraron los directivos para echar a Pekerman. Sin embargo no la tuvieron nada fácil. Cientos de miles de bogotanos salieron a las calles a vitorear a la selección. Fue un recibimiento de héroes.
En agosto del 2018 se hizo público la despedida del argentino de la selección. El país quedaba roto. Con su habitual discreción Don José no dio ninguna declaración pública. Se refugió en su casa en el country de Hurlingham, al nororiente de Buenos Aires junto al amor de su vida, Matilde Michelin, con quien se casó en 1973, cuando él era un joven jugador del Deportivo Independiente Medellín. La rutina que se impuso Pekerman, de 73 años, era la misma. Si la casa no tuviera 300 metros cuadrados y todas las comodidades, incluidas piscina y cancha de tennis privada, se podría decir que tenía una vida de monje. A las 6:30 de la mañana ya estaba en pie, junto a su entrenador de tenis, con raqueta en mano. Desayunaba lo mismo, café bien cargado –siempre colombiano- y claras de huevo.
Una vez quedaba listo del ejercicio matutino quedaba al frente de las tres pantallas gigantes que adornaban su sala central: tres televisores para ver tres partidos diferentes. Pekerman pertenece a esa raza de técnicos argentinos que comenzó Bilardo, adictos al video. No se concibe el ejercicio táctico sin conocer, hasta la saciedad, como funcionan los grandes equipos del mundo. Su cena consistía en platos italianos, pastas sobre todo. El único plato colombiano que incorporó al menú fue el sancocho.
Y mientras tanto iba descartando ofertas de equipos como Chile, Bolivia y hasta Colombia. Pero fue Maduro quien lo tentó con su chequera poderosa, una oferta que no pudo rechazar, 4 millones de dólares al año, el doble de lo que le pagaban a Colombia. El objetivo es clasificar al mundial del 2026 pero antes contentará a la cúpula chavista que le paga el sueldo si logra eliminar a Colombia.
