Siguen las cábalas, más que sobre quién será el próximo presidente, sobre quiénes serán los candidatos que pasarán a segunda vuelta.
En este momento pareciera despejarse en algo el panorama en cuanto a la alineación de las corrientes que en principio representan los partidos.
Por un lado la alianza entre el uribismo y Cambio Radical se presenta como inminente.
De los candidatos del uribismo ninguno parece tener opción real de entusiasmar al electorado; Uribe no se puede arriesgar a quedar no solo sin candidato para pelear la segunda vuelta sino perdido entre las demás fuerzas minoritarias; en otras palabras necesita apoyar un candidato que le asegure ‘estar en la pelea’. Se la tiene que jugar a un buen resultado en las elecciones al Congreso, pero, aún siendo ahí donde su nombre arrastra, será alrededor de las cabezas de los aspirantes a la presidencia que más se definirán los votantes.
Vargas Lleras muestra la fuerza aparente para disputar un puesto para pasar a la siguiente elección; pero no solo ‘no la tiene segura’ sino que, en la medida que logre unirse al Centro Democrático, aspiraría a ganar en primera vuelta. Y no le beneficia competir con ese partido por los votos de la derecha, dándose la posibilidad que esa división los saque a ambos del segundo escenario. Todo distanciamiento del Gobierno lo es también de Santos -en especial si es del proceso de Paz o de los Acuerdos por él firmados-; y todo distanciamiento de Santos es un acercamiento a Uribe; es lo que estamos ya viendo.
Vargas Lleras muestra la fuerza para disputar un puesto en la siguiente elección;
pero no solo ‘no la tiene segura’ sino que,
en la medida que logre unirse al Centro Democrático, aspiraría a ganar en primera vuelta
Por otro lado la alianza Partido Liberal- Partido de la U es prácticamente un hecho cumplido en la medida que es alrededor de la defensa de esos Acuerdos de Paz, lo cual motiva aún más la tendencia a la unión de sus críticos; y aunque la alianza de las derechas podría diferirse para formalizarse en la segunda vuelta (arriesgándose a que ninguno pase), lo concreto es que se encuentran desde ya comprometidos a formar coalición para buscar la presidencia.
En estos momentos los dos bloques -santismo y uribismo- están interesados desde el punto de vista electoral en profundizar una polarizaión alrededor del tema de la paz.
Y la unión del gavirismo y de Santos es la que garantiza que seguirá la candidatura de De la Calle. Es claro que Gaviria se la jugará -o ya se la jugó- con él, y por supuesto lo sacará como candidato del Partido Liberal -probablemente en forma mañosa como lo es ya por la ilegalidad de su propia proclamación como Director Único de esa colectividadl-; y aunque Santos no es un modelo de lealtad ni de gratitud, si de la Calle sigue presentando su candidatura como gestor del proceso, el presidente no encontraría forma de que sea presentable apoyar a otro candidato; en el mejor de los casos si Humberto de la Calle ‘no despega’ lo máximo que le quedaría como posibilidad sería declarar una neutralidad.
La polarización de ‘Paz o Guerra’ es ficticia por cuanto por un lado, aún si se modificaran los acuerdos, no es posible el retorno o la reconstrucción de la insurgencia de las Farc; reorganizar y rearmar esa estructura militar sería muy difícil, pero aún más que los de la tropa que ya recibieron la amnistía y los beneficios de los cuales ya disfrutan renuncien a ello para lanzarse a una guerra por lo que ya se sabe que es un imposible como es la toma del poder por las armas, y una lucha sin propósito puesto que ya no existe lo que era la propuesta del modelo de Estado alternativo.
Por otro lado ya es reconocido que el desarme de las Farc no es la Paz, y que ésta depende es de las reformas o ajustes que emanen del posconflicto.
Pero el hecho es que ambas partes usan y usarán la retórica sobre la cual han logrado sus votaciones.
Así las cosas, y a menos que los medios permitan debates sobre temas de más realidad y trascendencia, Humberto de la Calle será el ‘Candidato de la Paz’, motivo de ataques y respaldos que poco tienen que ver con él mismo, pero personaje sobre el cual convergirán las controversias, y la votación por él eventualmente representará no la posición de la ciudadnía ante la paz pero sí la calificación a los acuerdos.
Teniendo en cuenta que el gavirismo -hoy Partido Liberal Oficialista- prácticamente perdió todo el electorado de lo que era el liberalismo; que Gaviria mismo es el expresidente con menos aceptación y su propuesta neoliberal con más rechazo en el país; y que la descalificación a la gestión de Santos es la más alta de cualquier Gobierno, no se sabe si lo que tiene de la Calle al no irse por firmas es la buena o la mala suerte de ser el candidato de ellos.