La bendición a Petro y su ventaja "espiritual"

La bendición a Petro y su ventaja "espiritual"

Petro no fue a farolear al Vaticano, a tomarse una foto de postal ni a transmitir saludos ajenos. Los temas tratados están en el boletín del Vaticano

Por: Carlos Ramos Maldonado
febrero 07, 2022
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La bendición a Petro y su ventaja
Fotos: Flicker/Wikimedia
Ellos te harán la guerra, pero no te vencerán, porque yo estaré contigo para protegerte”: Jeremías 1:19

El concepto progresista de la misión pastoral cristiana para la Iglesia católica viene orientado desde el Concilio Ecuménico Vaticano II, principalmente en la formación de las conciencias y en los valores al servicio de la comunidad “que esté en correspondencia más perfecta con la fidelidad a la auténtica doctrina, estudiando esta y exponiéndola a través de las formas de investigación y de las fórmulas literarias del pensamiento moderno” (Solemne apertura del Concilio Vaticano II, octubre 11 de 1962).

Bajo este principio de su santidad Juan XXIII, la Iglesia católica habría de transitar entonces sobre el testimonio vivo de Cristo redentor, “prototipo de justicia y martirio, a favor de los pobres y marginados (Ketri Sanhueza, Cuestiones Teológicas, PUCCH, 2016), lo que motivó a una praxis más comprensiva iglesia-pueblo, especialmente en la sufrida Latinoamérica de segunda mitad del siglo pasado, plagada de dictaduras fascistas y de represión contra todo el que aceptara el paradigma de la complejidad, ejerciera el pensamiento lógico crítico y participara en la legítima resistencia social, es decir, hiciera ruptura epistemológica en defensa de los explotados por élites corruptas y depredadoras proclives al imperialismo.

En este subcontinente, la Conferencia Episcopal Latinoamericana (Celam II, Medellín 1968) dio un impulso importante al movimiento liberador de la Iglesia con sus documentos conclusivos: exhortar a los laicos a que adecuadamente se dediquen a las tareas de promoción humana.

Aunque avanzado el siglo veintiuno el panorama sigue casi igual: las formas de dictadura apenas cambiaron a democracias señoriales y el saqueo se volvió corporativo, blindando al dios capital o dinero que ni siquiera tributa para desplazar al Dios de los pobres, el humano y sencillo que suda y grita en la calle. Pero los que apoyan ese primer dios se rasgan las vestiduras profesando conductas retrógradas e hipócritas de la religión.

Acá es donde tuerce la puerca el rabo: O están con Dios, fieles a la Iglesia de Pedro y de cualquier otra religión que adore al celestial protector, o afrentan las acciones de su Pastor en la tierra, cuya sublime misión es “la paz y el bien”, como pregonó san Francisco de Asís basado en la pedagogía de la pacificación con uno mismo y con la fraternidad. Entonces, fieles a su palabra y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir que las labores del actual papa Francisco se compadecen con los compromisos fundacionales de todas las religiones del mundo: acercarse a Dios en su amistad vivificante y representar su presencia entre los humanos para trascender en el contexto de la liberación, el amor al prójimo, la expulsión de los vicios capitales y el logro de la felicidad cósmica.

Francisco entiende, pregona y practica ese cometido, dentro de la Iglesia y en la política como ejercicio dialéctico para buscar el beneficio general de los pueblos, escuchando a todos los líderes (del bien, para bendecirlos, y del mal, para que no sigan descarriados –“¡Agúzate, que te están mirando”!), pero exaltando a los primeros, incluso, aunque no sean mandatarios públicos, sobre todos si estos en su conciencia social se encaminan a la solución dialogada de la violencia, a respetar e implementar acuerdos de paz, al cumplimiento de las metas del desarrollo sostenible, a la defensa de los derechos humanos y a la superación de la crisis asociada al cambio climático.

Ahí radica el carácter apostólico del encuentro entre el papa Francisco y el candidato progresista a la presidencia de Colombia. El progresismo no significa ateísmo ni violación de la propiedad justa, pero sí erradicación de la pobreza, igualdad de oportunidades, defensa de la riqueza nacional y búsqueda del digno desarrollo humano para adaptar a la sociedad a los avances de la posmodernidad, horizonte profundamente espiritual que niega per se la explotación del hombre por el hombre.

Gustavo Petro, entonces, en esa audiencia privada no fue a farolear al Vaticano, a tomarse una foto de postal ni a transmitir saludos ajenos. Los temas tratados, de prospectiva jerarquía nacional y mundial, están registrados en el boletín oficial del Vaticano: conversaron respecto a las preocupaciones de ambos por el futuro del planeta, del medioambiente, y sobre la importancia de la paz. Pareciera que cuando el papa le dio la bendición, recordara una sabia frase de Don Bosco (el fundador de la comunidad salesiana, donde se educó de niño Jorge Mario Bergoglio): “Seguir siendo buen cristiano y honesto ciudadano”, porque en Colombia sus pares o competidores en esta campaña electoral, fuera del Pacto Histórico, no los son.

“¡Hum, ni pa' llá vo a mirá!”

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