Esta semana me vi el documental Los Inmortales, realizado por italianos sobre el Egipto Antiguo. El relato central lo hace el actor inglés Jeremy Iron (1948) con su voz icónica y su maravillosa personalidad, el resto es presentado por los egiptólogos de Europa que fueron los que descubrieron los tesoros de ese muy viejo mundo de poderes en el cielo y la tierra.
Los faraones, sus esposas y sus familias. Sus mitos, la lectura de lo jeroglíficos, el poder y vida después de la muerte. Relatos interminables que son sacados de los Libros de lo muertos o los textos de las pirámides. De sarcófagos, excavaciones donde en especial italianos, británicos y franceses fueron encontrando en otro mundo de los egipcios.
Dentro de los relatos se me quedó grabado el encuentro de Nefertiti. En 1912 se encuentra en el Tell – Armarna – Egipto Medio- el busto policromado de Nefertiti, la esposa de Akanetón despierta en los antropólogos en particular y en público un fanatismo por su belleza. Su rostro presenta gran simetría y aparece en el Museo de Egipto en el Neus Museum en Berlín en 1924.
Maurin Marzoseau anota en su libro que es un busto policromo. Se le atribuye una antigüedad de más de treinta y tres siglos. “De porte altivo, un óvalo en el rostro es un diseño irreprochable. Un cuello grácil y esbelto, cejas finamente arqueadas, una nariz armoniosa y sin defectos. Pómulos de elegante prominencia. Labios carnosos de una sensualidad casi provocadora”. Pero es tuerta. Parece que jamás lograron por qué no la acabaron. Pero su belleza abrumadora la explica el historiador de arte Chastel como si fuera la Mona Lisa. Como bien sabemos estas características de Nefertiti son de una belleza universal.
Mientras ocurren negociaciones diplomáticas para recuperar el busto en 1933, el busto se convierte en propiedad del Tercer Reich y con facciones tan arias Hiterl se enamora de La Bella que es el significado de la traducción de Nefertiti. Y se convierte en su musa. Joseph Goebbles en señor de la propaganda nazi la declara “obra maestra y tesoro” y Hitler aclara que jamás la devolverá. Y así fue.
A Nefertiti la esconden en las bóvedas del Banco Central que era una de las torres antiaéreas en Berlín y, cuando se prevé la derrota, Hitler la traslada a las minas de sal Merkens-Kieselbach, en Turingia a donde la encuentran el ejército norteamericano. En 1946, la presentan en una exposición temporal en el Central Collecting Point de Wiesbaden. En 1955, La Bella vuelve a Berlín y entra como patrimonio a la Fundación Cultural Prusiano. En 1989, el presidente Mohamed Mubarak declara que ella será la mejor embajadora que Egipto podrá tener en Alemania. Y ahí está el Neus Museum Berlín.