Riaño producciones el día de ayer ha sacado un corto, tan maravilloso como estremecedor en su argumento. Es la historia de Leder, un joven campesino que tiene que realizar en un día de jornada laboral su mayor heroicidad, ir con pocos recursos a su lugar de trabajo, sin desayunar y con todos los obstáculos que enfrentan los menesterosos de este país. Los héroes en este video están replanteados, no son los fuertes, bellos y valientes, no son los futbolistas, son los pequeños e invisibles que nadie ve en las trochas de nuestros caminos latinoaméricanos. Es la madre de Leder, en la actuación de Diana Angel, tan sublime y tan real, tan heroica que tiene que embolatar a sus pequeños hijos para que se acuesten con hambre. Podríamos decir que es la historia de un hombre común y corriente, compañero de nuestra cotidianidad, lleno de complejidades internas, que nadie conoce, dueño de una profundidad que no está al alcance de los ojos normales, pero que está a la espera de que le descubramos.
En guion cinematográfico, el viaje del héroe es la posibilidad que el protagonista tiene para salir del mundo ordinario y enfrentar todas las aventuras que cambiarán su vida. En los Invisibles, todas estas aventuras suceden en un día, con el agravante que el protagonista al caer la tarde se enfrenta al dragón, sin ganar la batalla; solo quiere un poco de dinero y lo que recibe es la puerta en su cara. Un estupendo corto que me permite realizar un comparativo con la parábola del evangelio de Lucas, la del pobre Lázaro y el hombre rico.
La parábola de Lázaro, no fue elaborada para los ricos de la época, Jesús no la dijo para aquellos que ostentaban el poder y la riqueza en ese momento, la dijo a los fariseos, a esos que nunca habían tenido dinero, ¿por qué utilizar entonces la figura de un hombre que sólo vivía en fiestas? Por la sencilla razón de que todos los hombres y mujeres queremos vivir como el protagonista de la parábola, porque en lo más profundo del corazón anhelamos tener mucho para vivir bien.
Paradójicamente el hombre rico de la parábola, no tenía pecados graves, podríamos decir que era una “persona de bien”, un fariseo que sólo realizaba fiestas y comía exquisitamente, y tomaba los mejores licores, siempre rodeado de amigos que le adulaban ¿Entonces cuál fue su pecado? No haber visto al pobre, no haber hablado con él, reducirlo a un telón de fondo donde él era el protagonista sin mirar la necesidad del otro.
En la escena del desayuno del “amo” Juanpis, nos presentan el cuadro de Las Meninas, que se ensancha en el fondo de la habitación. La famosa obra de Velázquez, es una escena de trabajo, donde el pintor nos mira a los ojos, sus modelos somos nosotros. Somos los espectadores de la obra y a la vez sus personajes, somos Felipe IV y Mariana de Austria, y así sucede que cualquier observador de este cuadro, sin importar su condición social, ocupa el lugar de los reyes. Nos creemos reyes en un país de mucha injusticia social.
Cristo en el Evangelio proyecta sus palabras no a un grupo de personas con una cuenta bancaria ostentosa, sino que nos habla a todos los que creemos en la utopía de que si tenemos más, seremos felices. Es una mentira que está metida en la mente y en el corazón humano, el creer que el paraíso consiste en buscar lugares amables, seguros, donde pasarla bien, estar uno a gusto con la gente que uno quiere, disfrutar. La riqueza debe ser una posibilidad para ayudar a un mundo cada vez más desequilibrado.
Este hombre rico de la parábola no ve al pobre Lázaro, porque no tenía nada que aportar en su triste palacio, no eran los Pombo quienes le buscaban y como Leder incomodaba lo anuló en el pórtico de su casa, lo envía donde la contadora para que le solucione eso tan necesario como llevar algo de comer a la casa, una contadora que debía tener el mismo corazón miope ante el dolor del pobre.