La batalla definitiva de Horacio Serpa

La batalla definitiva de Horacio Serpa

Después de casi 50 años de lucha política y cuando le había llegado la hora del reposo, el destino le tenía un desafío mayor: derrotar un cáncer de páncreas. Y no lo logró

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octubre 31, 2020
La batalla definitiva de Horacio Serpa

Era apenas un muchacho de catorce años cuando Horacio Serpa ya estaba en la calle entre banderas rojas. El 10 de mayo el país despertó con la renuncia del general Gustavo Rojas Pinilla, que puso fin a su dictadura militar ante las fuertes protestas sociales y la alianza de los partidos conservadores y liberales para sacarlo de la presidencia. Rojas Pinilla no había terminado de pronunciar su famosa frase “sería imposible que yo, que di al país la paz, fuera a causar un inútil derramamiento de sangre” cuando la gente atiborró las calles de las diferentes ciudades celebrando la caída del general. En Bucaramanga no fue distinto y allí se encontraba el joven Serpa.

Cursaba quinto de bachillerato en el Colegio Santander de Bucaramanga y se dejó encantar por los discursos de López Michelsen; sin dudarlo se afilió a las juventudes del MRL, el movimiento fundado por el líder liberal quien junto al santanderano Álvaro Uribe Rueda lideraron una férrea oposición a la alternación del poder entre liberales y conservadores del Frente Nacional.  Orgulloso de su militancia el joven Serpa le mostró el carné a su mamá, que inmediatamente se lo arrebató de las manos y le prohibió juntarse con quienes ella consideraba unos comunistas ateos. Pero en vez de alejarse del movimiento, se hizo el de los oídos sordos y radicalizó su posición.

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Después de graduarse del colegio viajó a Barranquilla a estudiar derecho en la Universidad del. Su travesía por la Costa Caribe se convirtió en la experiencia que años después le serviría cuando se trasladó a Barrancabermeja, donde trabajó como juez municipal, conoció al amor de su vida, Rosita Moncada, y terminó siendo nombrado alcalde de la ciudad en 1970, cargo en el que estuvo un año. Contó con la bendición de su padrino político Alfonso Gómez Gómez, entonces gobernador de Santander, uno de los alfiles del presidente liberal Carlos Lleras Restrepo y a quien había conocido un par de años antes en San Vicente de Chucurí, donde también fue juez.

Aunque para esa época el MRL de López Michelsen ya había desaparecido, Serpa fue de los que aceptó la adhesión al Partido Liberal, con el que logró elegirse como concejal de Barranca en 1971 después de haber sido alcalde. Desde entonces, su carrera política se catapultó y en 1978 llegó a la Cámara de Representantes, desde donde lideró duras batallas como la acusación que adelantó contra el entonces ministro de Obras Públicas y Transporte, Humberto Salcedo Collantes, quien utilizó su posición para favorecer a sus antiguos socios con millonarios contratos. Serpa, quien estaba en la Comisión de Acusaciones, se la jugó por encontrar culpable al ministro del gobierno de López Michelsen, independientemente de considerarse un “lopista hasta el linchamiento”. Y aunque el ministro se sostuvo, su postura le significó un distanciamiento con el presidente que la consideró un acto de traición.

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El presidente Julio César Turbay y Horacio Serpa.

Como buen liberal disciplinado Horacio Serpa fue un férreo defensor de Julio César Turbay, quien asumió la Presidencia en 1978, también supo tomar distancia del presidente liberal recordado por el Estatuto de Seguridad que dio pie para el abuso y la represión por parte de las fuerzas militares. Serpa fue testigo de esto. Hasta el Congreso llevó un debate contra el ministro de Defensa de Turbay, el general Luis Carlos Camacho Leyva, quien tuvo que responder ante las acusaciones del representante liberal que señaló a los militares en 1981 de asesinar a un joven que tenían preso y luego presentarlo como una baja en combate con las guerrillas en Santander. En abril de ese año, Josías Landazábal había sido detenido en San Vicente de Chucurí. Su padre buscó a Serpa para que lo ayudara a buscar su libertad, y aunque vieron al muchacho detenido en un batallón militar improvisado, no lograron mediar con nadie para llevarlo a casa. Pocos días después en Vanguardia Liberal apareció la noticia: un grupo de guerrilleros habían caído en combate con el Ejército y uno de ellos era Landazábal. La denuncia de Serpa no logró sus efectos, siendo con frecuencia atacado por tirarle duro a sus jefes políticos liberales, pero siempre se mantuvo del lado de ellos.

La carrera de Serpa en la Cámara le dio tal nivel de visibilidad y liderazgo que no tuvo ninguna dificultad en saltar al Senado en 1986, pero solo se quedó dos años en él, pues en 1988 fue nombrado Procurador en reemplazo de Carlos Mauro Hoyos, quien fue asesinado por sicarios al servicio de Pablo Escobar. Serpa enfrentó una oleada de violencia como ninguna en el país e intentó capotear situaciones difíciles como el secuestro de Álvaro Gómez Hurtado por parte del M-19 o la masacre de La Rochela en Santander. Sin embargo, el cuestionamiento más duro que recibió como Procurador tuvo que ver con un viejo aliado y después su principal rival político: Álvaro Uribe Vélez.

En 1983 el entonces ministro Rodrigo Lara Bonilla ordenó suspender los vuelos de todos los aviones de narcotraficantes y señaló durante un Consejo Nacional de Estupefacientes que la Aerocivil, que había sido dirigida por Uribe entre 1980 y 1982, había tenido una actitud pasiva frente al tema. Uribe fue investigado por la Procuraduría, pero bajo el mandato de Serpa fue absuelto. Años después, los dos se encontrarían en la carrera presidencial, y el propio Serpa aseguró que en 2002 el paramilitarismo tenía candidato propio, opinión en la que aún se mantiene, aunque sin señalar a Uribe directamente.

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La Asamblea Nacional Constituyente de 1991 hizo de Serpa un político presidenciable. Aunque en la línea de mando del Partido Liberal Ernesto Samper estaba por arriba, no tuvo problema en esperar su turno. Se convirtió en su jefe de debate durante la campaña presidencial y como ministro de Gobierno se mantuvo firme junto a Samper durante el proceso 8.000, incluso cuando el gerente de la campaña Fernando Botero Zea aseguró en entrevista con Yamid Amat que Samper sí sabía del ingreso de dineros del Cartel de Cali a su campaña. Aunque esa declaración no esclareció nada, Serpa sabía que él tenía en sus manos el futuro del presidente, pues sí él, ministro de Gobierno, renunciaba, Samper quedaría solo y no tendría otro camino que hacerse a un lado. Nunca lo hizo y siempre contó con el respaldo irrestricto de Serpa; aún resuena su grito de “mamola”, cuando los medios y distintos sectores sociales presionaban la renuncia de Samper.

Por su parte, Serpa ya tenía entre cejas ser el reemplazo de su copartidario y quería mantener la seguidilla de presidentes liberales. En 1998 asumió la candidatura liberal con María Emma Mejía como fórmula vicepresidencial y se enfrentó al conservador Andrés Pastrana, a quien derrotó en la primera vuelta, pero por poco más de 40.000 votos. Con la promesa de paz con las Farc, Andrés Pastrana logró darles vuelta a los resultados electorales y terminó derrotándolo. Serpa, a pesar de haber conseguido la votación más alta para el partido en toda su historia, tuvo que esperar.

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Horacio Serpa durante la campaña presidencial de 1998.

Desde el año 2000 había anunciado que volvería a intentar ser presidente, y cuando comenzó la campaña arrancó con una intención de voto del 40% de las encuestas. Busco retomar las banderas de la paz con las guerrillas de las Farc y el Eln, pero la agenda del país había cambiado y Serpa no lo entendió. Tras el fracaso de las negociaciones del Caguán y los atropellos especialmente de las Farc, la gente quería mano dura para derrotarlos con las armas, un anhelo que el exgobernador de Antioquia, Álvaro Uribe, interpretó y convenció: barrió en primera vuelta.

Para sorpresa de todos, Serpa le aceptó al presidente Uribe la embajada de Colombia ante la OEA. ¿Cómo era posible que él, que había asegurado que los paramilitares tenían candidato, decidiera formar parte del nuevo gobierno? Uribe lo llamó en privado para ofrecerle una misión diplomática, y aunque al principio se negó, luego vio una oportunidad para hacer buenas relaciones con el presidente y, de pronto, hacerse camino hacia la Casa de Nariño. Además, contó con el consejo de los expresidentes Alfonso López Michelsen, Ernesto Samper, Julio César Turbay y Carlos Lemos Simmonds, quienes terminaron de convencerlo de aceptar. Sin embargo, esa decisión sería uno de los actos que minó su carrera política. Aunque no aceptó ser parte del uribismo al convertirse en embajador del Estado y no del gobierno Uribe, nunca pudo borrarse esa marca.

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Dos años después, en 2004, la pretensión presidencial de Uribe de hacerse reelegir llevó a Serpa a renunciar al encargo diplomático.

Se había prometido no volver a ser candidato presidencial después de la contundente derrota de 2002, pero la tentación de la Casa de Nariño le pudo más y aceptó hacer parte de la consulta liberal junto a Rafael Pardo, Andrés González y Rodrigo Rivera. Serpa salió vencedor a pesar de haber aceptado participar solo para mover la elección interna, pues la apuesta inicial no era su victoria. Así, se embarcó en lo que él llamó una “candidatura-sacrificio”. Se enfrentó al presidente Uribe y al carismático líder de la izquierda Carlos Gaviria quien se convirtió en el palo electoral del 2006 derrotando al glorioso partido liberal.

Regresó a su tierra a cumplir un sueño aplazado: ser gobernador del Santander. Un cargo que disfrutó más que cualquier otro, y en vez de ser un acorralamiento en su departamento, fue un estímulo para retomar las banderas liberales en el escenario nacional, pues, como él mismo cuenta en el libro-entrevista con el periodista Jorge Gómez Pinilla, fue una experiencia que habría cambiado sus campañas presidenciales. Cuando terminó su mandato en 2011 se convenció que aún tenía madera electoral y, aunque sufrió un infarto en diciembre de 2013, a menos de cuatro meses de las elecciones legislativas del año siguiente, se le midió a encabezar la lista al Senado del Partido Liberal después de ganarle el pulso interno a Juan Manuel Galán.

Serpa fue elegido con más de 130.000 votos y llegó como el ‘Sabio de la tribu’ liberal en un Congreso que estaría cooptado por las discusiones alrededor del acuerdo de paz. Se trataba de un capitolio con varios nombres de peso como el suyo, el de Antonio Navarro Wolff, el de Iván Cepeda y el del expresidente Uribe, que encabezó la lista cerrada de su entonces recién creado partido el Centro Democrático que se enfocó en hacerle oposición a Juan Manuel Santos.

Serpa decidió hacerse a un lado después de casi 50 años de carrera política y dejarle la posta en el Senado a su hijo Horacio José, quien había dado sus primeros pinitos en el concejo de Bogotá. Cuando le había llegado la hora del reposo el destino le tenía una nueva cita: la batalla por su vida.

A mediados del año pasado fue diagnosticado con cáncer de páncreas. El médico cirujano de la Fundación Santa Fe Alonso Vera, tuvo en sus manos colocar a este gran batallador en el camino de la curación. Dedicado a ser consecuente con su convicción de vida, tal como se lo confesó a un amigo: “Yo no me dejo derrotar”. Y en esas está.

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