Durante las guerras del imperio prusiano, durante el siglo diez y siete, los valientes y temibles mercenarios croatas utilizaban una bufanda alrededor del cuello con el fin de amarrar la punta de las camisas.
Entonces los guerreros franceses, enemigos en ese entonces y ahora también en el fútbol, copiaron la idea y la empezaron a utilizar. Con el correr del tiempo la aristocracia parisina adoptó la costumbre.
El uso del aditamento se extendió por Europa durante los XVIII y XIX y se llamó cravat, término posiblemente procedente de Croacia, de donde deriva corbata. Balzac, un apasionado de los gustos refinados y agudo observador de la aristocracia francesa, escribió: "Lo que vale el hombre, vale la corbata, a través de ella, se revela y se manifiesta el hombre".
Balzac, sin proponérselo, había profetizado que la moda se convertiría con el tiempo en un fenómeno de masas [1]. Asimismo le reconocía a la cravat su esencia romántica y criticaba a aquellos que eran poco creativos e imitaban los nudos ajenos sin ninguna personalidad.
Yo pertenezco a este último grupo de imitadores. Cuando hago el nudo de la corbata, este queda partido por la mitad al estilo del príncipe Carlos de Inglaterra. Sobra decir que le he enseñado el truco a mis hijos y nietos cuando llegó la inevitable pregunta que siempre nos hace sentirnos viejos: ¿cómo se hace el nudo abuelo?
Aunque ya no se usan como antes sigo amando a las corbatas. Por tal razón este domingo cuando con cerveza en mano vea este esperado partido de fútbol haré fuerza por esos muchachos croatas que le han traído nuevos bríos al fútbol.
¡Viva Croacia! ¡Vivan las corbatas!
[1] Balzac H. L'art de se mettre la cravate. 1827.